El cuerpo inerte de la criatura humeaba aún, la energía encantada consumiéndola lentamente. Riven se apoyó sobre su espada, sintiendo el peso de la batalla en cada músculo. La Hermandad de la Noche observaba en silencio, con expresiones que oscilaban entre el respeto y la cautela.
—No fue un trabajo fácil —dijo la líder, limpiando la sangre de su palma herida.
—No lo son cuando la paga es alta —respondió Riven, clavando su mirada en ella.
Los miembros de la Hermandad comenzaron a examinar el cadáver de la bestia. Entre sus restos, encontraron fragmentos de huesos humanos y armas corroídas. No era solo un depredador, sino una fuerza de destrucción calculada.
—Esto no era una bestia común —murmuró uno de los cazadores—. Su carne… su esencia… ha sido alterada.
Riven frunció el ceño. Había enfrentado muchas criaturas antes, pero esta tenía un aire distinto, como si hubiera sido creada más que nacida.
—¿Quién la hizo? —preguntó.
La líder de la Hermandad recogió un pequeño colgante de entre los restos carbonizados. Un símbolo antiguo, una runa prohibida grabada en el metal ennegrecido.
—No lo sé —susurró—. Pero quien esté detrás de esto… no ha terminado.
Riven guardó silencio. Algo le decía que este trabajo no era el final, sino solo el principio de algo más oscuro.
Editado: 21.03.2025