Capítulo 18: Duelo en la Niebla

La sombra se lanzó con velocidad inhumana. Riven apenas tuvo tiempo de esquivar cuando un rayo oscuro impactó el suelo donde había estado. La energía corrupta dejó un cráter humeante, la tierra ennegrecida como si se hubiera podrido al contacto.

El cazador rodó y se puso de pie de inmediato, blandiendo su espada con ambas manos. El hechicero se movía con fluidez, como si la niebla misma le diera forma. Sus manos esqueléticas gesticulaban en el aire, conjurando símbolos que resplandecían con una luz enfermiza.

—Eres rápido —dijo el desconocido con burla—. Pero no lo suficiente.

Otro ataque mágico se precipitó hacia él. Riven apenas logró interponer su espada, desviando la energía con un chispazo que entumeció sus brazos. No podía permitirse recibir un golpe directo.

Saltó hacia adelante, cortando en un arco descendente. La hoja encontró resistencia en un escudo invisible, pero la fuerza del impacto hizo retroceder al hechicero. Riven no le dio tregua. Atacó de nuevo, obligándolo a mantenerse a la defensiva.

El conjurador siseó, furioso. Sus ojos, dos brasas ocultas bajo la capucha, brillaron con intensidad.

—Eres más obstinado de lo que esperaba… pero todo termina aquí.

Golpeó el suelo con su bastón. La niebla se arremolinó, oscureciendo todo a su alrededor. Riven sintió que la realidad misma se retorcía a su alrededor. Una sensación de vacío lo embargó, como si el mundo se desmoronara bajo sus pies.

Pero él no era fácil de doblegar.

—He cazado cosas peores que tú —gruñó, cerrando los ojos y confiando en su instinto.

Cuando los abrió, su espada se hundió en la oscuridad.