Lea Anderson
¿Qué se suponía que se hacía en estos momentos?
Ya habían pasado dos días del cumpleaños del pequeño Will y Jaden no dejaba de mandarme mensajes, que yo solía contestar vagamente.
No sé cómo actuar en estas situaciones. No tengo amigos y menos si son hombres.
Cada que me escribe pasan horas hasta que yo le contesto, no sé si no se da cuenta que no le quiero responder o simplemente ignora el hecho.
¿Es que acaso no tiene más amigos?
Además nos habíamos visto solo unas horas, no podía considerarme así porque así su amiga.
Mi celular vibra varias veces en el bolsillo de mi chaqueta y lo tomo llamando la atención de mi madre.
-¿Quién esta tan desesperado por hablar contigo?- inquiere, curiosa.
-Nadie- contesto rápido y ella me suelta una sonrisa pícara.
Miro el teléfono y no me sorprende de quien proviene el mensaje.
*Jaden Wayne*
¡Lea!
¿Qué haces?
Estoy aburrido.
¿Vayamos a tomar algo?
Intenso.
Esa palabra lo definía a la perfección.
Tecleó en el celular.
Jaden, no puedo, estoy en el centro comercial con mi madre.
No era mentira, en estos momentos estaba con mi madre en un café, en el centro comercial, haciendo compras.
*Jaden Wayne*
Que coincidencia yo también estoy allí.
Quieres que les haga compañía.
No.
Vuelvo a teclear.
No quiero molestarte.
*Jaden Wayne*
No es molestia, solo dime dónde están, en un ratito estoy ahí.
Mierda.
Miró a mi madre de reojo y veo que ella también me está mirando.
-¿Qué pasa, cariño?- pregunta, sin borrar la sonrisa de su rostro.
-Es que un amigo está aquí, y quiere venir con nosotras- explicó.
-Dile que venga- contesta a la velocidad de la luz-. Igualmente yo ya me iba- se levanta de la silla-. Que pasen una linda tarde.
-Mamá, no tiene que irte- la detengo-, él sabe que estas aquí.
-Estoy cansada cariño, más tarde nos vemos- se suelta de mi agarre-, llega tarde a casa.
-¿Qué?- ella solo me guiña un ojo- Mamá, no es lo que crees.
-Yo no creo nada- dijo casi gritando por la distancia entre nosotras-. Adiós, te amo. Cualquier cosa me llamas.
Me senté nuevamente en mi silla y tecleé el nombre del café en donde estaba. Pasaron los minutos y mire mi café que estaba intacto, como me lo trajeron lo deje. Antes de que llegara Jaden cambien la tasa de mamá para que pareciera que la de ella era la mía y no sospechara nada.
A los segundos que deje las tasas en sus respectivos lugares, llego él, con una sonrisa en su rostro tomando asiento enfrente de mí.
-Hola Lea- me saludo-. Me has pedido un café.
-Hola, Jaden. Sí, el café es para ti- mentí-. Espero que te guste.
-Claro, me encanta el café- me informó-. ¿Cómo has estado?- inquirió tomando un sorbo de este.
-Bien, por suerte. ¿Y tú?
-De maravilla, estos días han sido excelentes- dijo mirando a su alrededor- ¿Y tu madre?
-Ella se fue- comenté-. Tenía cosas que hacer.
-Oh que mal- ensancho su sonrisa-. Creo que sólo seremos tú y yo.
Bueno, ahora puedo sentir la incomodidad, de que se supone que hablemos.
-¿Por qué me has estado rechazando tan rotundamente?- pregunto de repente.
-¿Qué?- el nerviosismo en mi voz era notorio.
-Sí, siempre que te invitaba a salir, tenías cosas que hacer- me atacó-. ¿Es que acaso no quieres ser mi amiga?
Mierda, me temblaban las manos.
-Ehh, yo… no te estaba… rechazando, sólo… qué si tenía cosas que hacer- respondí, torpemente a lo que él se limito a soltar una carcajada.
-Eres muy tierna- se llevo la tasa a su boca.
No sé que responder, soy como un queso en estos tipos de temas, no sé cómo tratar a amigos.
Esto pasa cuando eras marginada.
Solo me limite a sonreír, patéticamente, por cierto.
-Bueno, ya que si quieres ser mi amiga- continúo-. No me rechaces tan seguido- se llevo la mano al pecho-. Me duele el corazón cada que lo haces.
-Eres un dramático- no pude evitar reír.
-¿No quieres otro café?- preguntó-. Si quieres te comparto del mío- levanto la tasa-. Estas ofertas no se ven todos los días- levanto ambas cejas.
-Qué buen oferton- ironicé-. Pero ya estoy llena.
-Bueno- se rindió, poniendo mala cara-, ¿ya decidiste que quieres hacer?
-Cualquier cosa, elige tú.
-Cualquier cosa- puso una cara pensativa-. ¿Qué te parece nadar con tiburones?
-Cualquier cosa menos eso- aclaré-. Además es un centro comercias, no podemos nadar con tiburones.
-Para que me dejas elegir si te vas a negar- dijo haciendo puchero.
Me daba vergüenza que la gente hiciera eso.
Creo que esta amistad no va a durar mucho.
-Cosas que se puedan hacer aquí tienes que elegir.
-Bueno, entonces…- pensó unos segundos-… vayamos a comprar ropa.
-¿Comprar ropa?- pregunte, anonadada.
-Sí, aquí venden ropa y yo necesito ropa. Esto de salir al centro comercial me vino como anillo al dedo- dijo levantándose de la silla.
-Bueno- respondí, dudosa-. Si es lo quieres.
-¿Tú no quieres?- mi miró seriamente, analizando mis expresiones faciales.
-Sí, no me importa. Sólo te digo que mi sentido de la moda no es el mejor de todos, por lo que no creo que sea de mucha ayuda.
-Te vistes perfecta- me aseguró-. Tienes un excelente gusto.
Se sentía bien que alguien te dijera esos halagos, se sentía bien que no fueran halagos relacionados con el peso.
-Gracias- me levanté-. Haré lo posible por ayudarte.
Analice lo que llevaba puesto para guiarme más o menos por su estilo para darle “consejos”. Su forma de vestir era normal, pero elegante, llevaba un jeans negros rotos, una camiseta gris sin estampado con una chaqueta de jeans, también negra.