El Precio de mi Secreto

Capitulo 2: El Juego de las Miradas

El eco de la campana anunciando el final de la clase resonaba en los pasillos mientras Adriana caminaba apresuradamente hacia la cafetería. Intentaba sacudirse el extraño encuentro con Derek, pero la escena se repetía en su mente como un disco rayado: su sonrisa, sus ojos sobre ella. No, debía concentrarse en lo importante: pasar desapercibida.

Las mesas de la cafetería estaban abarrotadas. Los grupos de estudiantes parecían tan perfectamente organizados que Adriana, con solo una bandeja en las manos, se sintió como una intrusa en una película que no había sido invitada a protagonizar. Eligió un lugar en una esquina, donde podría comer sin que nadie la notara. Al menos, ese era el plan.

Desde su lugar, observaba a lo lejos cómo Derek se sentaba en una de las mesas principales. Rodeado de sus amigos, parecía completamente a gusto, como si el mundo girara en torno a él. Lo que Adriana no podía entender era por qué seguía recordando esa sonrisa. Era solo un chico más, ¿verdad? Un chico que vivía en una realidad completamente diferente a la suya.

—¡Mira quién está aquí, la chica nueva! —dijo una voz burlona que interrumpió sus pensamientos.

Adriana levantó la mirada para encontrarse con la peor pesadilla hecha realidad: Natalie Hastings, la reina indiscutible de Wellington. Con sus largos cabellos rubios y su mirada calculadora, Natalie era la típica chica de familia rica que controlaba todo y a todos. Y ahora, tenía los ojos puestos en Adriana.

—¿Disfrutando de tu primer día, querida? —Natalie sonrió de una forma que no era nada amable mientras se acomodaba en la silla frente a Adriana, sin esperar invitación.

Adriana tragó saliva. Lo último que quería era llamar la atención de alguien como Natalie.

—Eh… sí, todo bien, gracias —respondió Adriana, intentando sonar indiferente mientras jugaba con el tenedor entre sus dedos.

Natalie la miró de arriba abajo, como si evaluara cada parte de su ser. Después, se inclinó hacia adelante, su voz ahora en un susurro casi venenoso.

—No sé cómo entraste aquí, pero sé reconocer a una chica fuera de lugar cuando la veo. —Sus ojos brillaron con malicia—. No te ilusiones, esto no es para cualquiera. Así que, ten cuidado por dónde pisas.

Adriana sintió cómo un escalofrío recorría su espalda, pero se obligó a mantener la calma. No podía dejar que Natalie la intimidara.

—Gracias por el consejo —respondió con una sonrisa tensa, intentando ignorar la creciente incomodidad en su estómago.

Antes de que Natalie pudiera continuar con sus palabras envenenadas, un murmullo se esparció por la cafetería. Adriana vio cómo las miradas de los presentes se dirigían hacia la entrada. Derek acababa de entrar, caminando directamente hacia su mesa. Adriana agachó la cabeza instintivamente, deseando ser invisible.

Natalie, al ver a Derek acercarse, enderezó su postura y sonrió con descaro. Pero entonces, algo inesperado sucedió. Derek no se detuvo en la mesa de Natalie. En cambio, siguió caminando… directamente hacia Adriana.

El corazón de Adriana se detuvo.

—¿Todo bien? —preguntó Derek, mirando a Natalie con una ceja levantada antes de dirigir su atención a Adriana—. ¿Te molesta?

Natalie parpadeó sorprendida, pero rápidamente recuperó su compostura.

—Solo hablábamos. No seas tan protector, Derek —dijo ella con una sonrisa juguetona, claramente molesta por la intervención.

Derek ignoró su comentario y se sentó frente a Adriana, como si fuera lo más natural del mundo. Adriana, que apenas podía respirar, se quedó congelada. ¿Qué estaba haciendo él aquí? Todo su plan de pasar desapercibida se estaba desmoronando a gran velocidad.

—¿Puedo sentarme? —preguntó Derek, aunque ya lo había hecho.

—Eh… sí, claro —murmuró Adriana, sintiéndose atrapada.

Natalie miró a ambos, visiblemente irritada, pero no dijo nada. En cambio, soltó una risa breve y se levantó con una mirada afilada.

—Nos vemos luego, Derek —dijo con desdén, alejándose mientras su grupo la seguía.

Adriana se hundió un poco más en su silla, deseando desaparecer. Derek la miró, inclinándose hacia adelante, con una sonrisa divertida en los labios.

—Parece que no te gustan mucho las multitudes —comentó él, sin rastro de malicia en su voz.

—No es mi estilo, supongo —respondió ella, aún sin saber por qué él estaba allí, hablando con ella como si se conocieran de toda la vida.

—Eso es bueno. —Derek sonrió, y por un segundo, el caos a su alrededor pareció detenerse—. Demasiada gente se preocupa demasiado por encajar aquí.

Adriana lo miró, intentando entender qué quería de ella. ¿Era una broma? ¿Una estrategia más de las chicas como Natalie para humillarla? Pero los ojos de Derek parecían sinceros, como si estuviera genuinamente interesado en conocerla.

Y eso la asustaba más que cualquier amenaza de Natalie.

—¿Por qué… te acercaste? —preguntó finalmente, casi sin querer, sus palabras escapando antes de poder detenerlas.

Derek se encogió de hombros, mirándola con una intensidad que la desarmó por completo.

—Porque te vi. Y no quería que estuvieras sola.

Adriana sintió un nudo en la garganta. ¿Qué significaba eso? ¿Y por qué ella? Pero antes de que pudiera formular alguna respuesta, Derek se levantó, lanzándole una última sonrisa.

—Nos vemos en clase, Adriana.

Y se fue, dejándola ahí, con mil preguntas y un corazón latiendo demasiado rápido.




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