El Precio de mi Secreto

Capítulo 4: Desvelando la Verdadera Adriana

La semana transcurrió en un torbellino de emociones. Cada día, Adriana se encontraba con Derek en la biblioteca. A pesar de que sus encuentros eran breves y llenos de una atmósfera casi mágica, el peso del secreto que llevaba era cada vez más difícil de soportar. Sus conversaciones eran ligeras, llenas de risas, pero cada palabra que intercambiaban acercaba a Adriana más a la tentación de abrirse a él.

En la universidad, sin embargo, la presión de mantener su vida oculta se hacía más intensa. Con Natalie siempre a la vista, y sus constantes comentarios afilados, Adriana sabía que debía tener cuidado. Pero cada vez que Derek la miraba, con esa curiosidad sincera en sus ojos, sentía que sus barreras comenzaban a desmoronarse.

Esa tarde, mientras la luz del sol se filtraba a través de las ventanas de la biblioteca, Adriana estaba en su rincón habitual, hojeando un libro de historia cuando sintió la familiar presencia de Derek acercándose.

—¿Listo para otra sesión de estudio? —preguntó él, sonriendo.

Adriana sonrió de vuelta, sintiendo que el nudo en su estómago se relajaba un poco. Había algo reconfortante en su compañía, una conexión que iba más allá de las palabras. Pero hoy, había algo diferente en el aire, algo más intenso.

—¿Te gustaría tomar un café después de estudiar? —se atrevió a preguntar Derek, su mirada fija en ella.

El corazón de Adriana se aceleró. ¿Un café? Había estado evitando una cita formal, consciente de que pasar más tiempo juntos podía significar que Derek comenzaría a descubrir la verdad. Pero había algo en su mirada que la animaba, una chispa que hacía que su mundo se sintiera menos oscuro.

—Claro… me encantaría —respondió, sorprendida por su propia valentía.

Mientras se acomodaban en la mesa, la conversación fluyó con facilidad. Hablaban de sus clases, de sus intereses, y poco a poco, las risas llenaron el aire. Era como si el mundo exterior se desvaneciera, dejándolos solo a ellos.

—¿Y qué haces en tu tiempo libre? —preguntó Derek, inclinándose hacia adelante, sus ojos brillando con interés.

Adriana se detuvo por un momento. ¿Qué podía decirle? La verdad era que no tenía mucho tiempo libre. Entre trabajos y estudios, su vida era una lucha constante por llegar a fin de mes. Pero, en ese instante, decidió dar una respuesta que revelara un poco más de sí misma sin exponer su secreto.

—Me gusta leer. Siempre me ha fascinado sumergirme en diferentes mundos. —Sus ojos brillaron al recordar las historias que había devorado en soledad.

Derek sonrió, como si hubiera encontrado algo valioso en su respuesta. —Eso es genial. A mí también me encanta leer. Siempre hay algo nuevo por descubrir, ¿no?

Adriana se sintió más cómoda, la conversación fluyó con naturalidad. Pero, a medida que el tiempo pasaba, la sensación de urgencia creció en su interior. Sabía que se estaba acercando a un punto sin retorno. ¿Qué haría cuando la verdad saliera a la luz?

—Oye, Adriana, —dijo Derek de repente, rompiendo el hilo de sus pensamientos—. He estado pensando en que deberíamos salir. No solo a tomar café, sino a… ya sabes, hacer algo divertido.

Adriana lo miró, el corazón en un puño. Salir con él significaba abrirse a una intimidad que había estado evitando. Pero su mente era un torbellino de emociones. ¿Podría permitirse sentir esto? ¿Podría arriesgarse a perderlo todo?

—¿Algo divertido? —repitió, tratando de sonar despreocupada.

—Sí. He oído que hay un festival en el parque este fin de semana. Musica, comida, cosas así. Me encantaría que vinieras conmigo. —Derek sonrió, sus ojos llenos de emoción.

Adriana sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor. ¿Un festival? La idea era emocionante, pero también aterradora. El temor a que alguien reconociera su situación era aplastante. Sin embargo, la idea de perderse una oportunidad así, de ser simplemente ella misma junto a Derek, le parecía igualmente intolerable.

—Me encantaría —respondió finalmente, aunque su voz sonaba más temblorosa de lo que pretendía.

—Genial. Entonces es una cita. —Derek sonrió, y en ese momento, todo pareció encajar.

La tarde pasó volando entre risas y promesas de un futuro cercano. Pero al final, cuando ambos se despidieron, Adriana se sintió más confusa que nunca. ¿Cómo iba a ocultarle su vida real a alguien que estaba empezando a conocerla tan bien?

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, su mente seguía girando en torno a las mismas preguntas. ¿Podía permitir que Derek entrara en su vida? ¿Y si él no aceptaba su verdadera historia? Sabía que las cosas estaban a punto de cambiar, pero se preguntaba si realmente estaba lista para enfrentar lo que eso significaba.




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