El Precio de mi Secreto

Capítulo 9: Secretos Bajo la Superficie

El eco del beso entre Adriana y Derek seguía resonando en su mente durante los días que siguieron. Cada vez que cerraba los ojos, podía sentir el calor de sus labios, la suavidad con la que la había tocado, como si estuviera hecha de cristal. Pero con cada latido de su corazón, también sentía la presión del secreto que seguía ocultando. Su vida, su realidad, no encajaba con la de él.

En la universidad, el ritmo de las clases y los exámenes continuaba como siempre, pero Adriana notaba un cambio en el ambiente. Los estudiantes cuchicheaban sobre ella y Derek, sobre cómo el chico más codiciado del campus ahora pasaba su tiempo con una chica que, hasta hace poco, había pasado desapercibida. No podía evitar sentir la presión de esas miradas, como si la estuvieran juzgando cada vez que cruzaba un pasillo.

Afortunadamente, Derek no parecía prestarle atención a los rumores. Al contrario, se mostraba más presente que nunca, buscando cualquier oportunidad para verla, ya fuera en la biblioteca o durante los recesos. Era como si, desde el beso, algo entre ellos se hubiera sellado, y Derek estaba decidido a no dejarla ir.

Un día después de clases, mientras caminaban hacia la salida, Derek se detuvo y la miró con esa intensidad que siempre la desarmaba.

—¿Te apetece salir esta noche? —preguntó, un brillo travieso en sus ojos—. Hay una fiesta en casa de un amigo, podría ser divertido.

Adriana dudó por un momento. Sabía que la gente en esas fiestas pertenecía a un mundo distinto al suyo, un mundo de lujo y excesos que ella no podía permitirse. Además, estaba su padre, quien nunca permitiría que ella asistiera a un evento así. Pero antes de que pudiera responder, Derek continuó.

—No tienes que preocuparte por nada. Estaré contigo todo el tiempo. —Le ofreció una sonrisa tranquilizadora.

Adriana sabía que estaba jugando con fuego. Cuanto más tiempo pasaba con él, más difícil sería mantener su secreto. Sin embargo, la forma en que la miraba, la manera en que la hacía sentir como si fuera la única persona en su mundo, la impulsó a aceptar.

—De acuerdo —respondió con una sonrisa tímida—. Pero no puedo quedarme hasta muy tarde.

Derek asintió, aparentemente conforme con esa condición.

Esa noche, Adriana se arregló con lo poco que tenía en su armario. Aunque no era ropa de diseñador ni tan ostentosa como la de otras chicas que asistirían, hizo lo mejor que pudo para verse bien. Sabía que en ese tipo de fiestas, la apariencia lo era todo, pero lo importante para ella era que Derek la mirara como siempre lo hacía, sin importar lo que llevara puesto.

Cuando Derek llegó a recogerla, lo hizo en su elegante auto deportivo. Adriana sintió una punzada en el pecho al verlo tan relajado y natural en ese mundo de lujos que para ella siempre había sido inalcanzable. Mientras conducían hacia la fiesta, él mantenía una conversación ligera, intentando que ella se sintiera cómoda, pero Adriana no podía evitar sentir una creciente ansiedad.

La casa donde se celebraba la fiesta era una mansión situada en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. El jardín estaba iluminado con luces que brillaban como estrellas, y se podía escuchar la música desde el estacionamiento. Al entrar, Adriana fue recibida por un mar de personas vestidas con ropa cara, bebiendo cócteles y riendo como si no tuvieran ninguna preocupación en el mundo.

Derek la mantuvo cerca de él, su brazo alrededor de su cintura, mientras la guiaba a través de la multitud. Saludaba a algunos amigos y conocidos, pero su atención siempre volvía a Adriana. Ella podía sentir cómo las miradas de algunos se posaban en ellos, como si no pudieran entender qué hacía una chica como ella en ese lugar. Cada mirada la hacía sentir más consciente de lo que estaba ocultando.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó Derek cuando llegaron a la barra improvisada.

Adriana negó con la cabeza, nerviosa. No quería hacer nada que pudiera comprometer su fachada.

—Estoy bien, gracias.

Derek la miró por un momento, como si quisiera preguntarle si todo estaba bien, pero decidió no insistir. En su lugar, la guió hacia una zona más tranquila del jardín, donde la música no era tan fuerte y podían hablar con más calma.

—¿Estás bien? —preguntó finalmente, mientras se apoyaban en una de las columnas del porche.

Adriana asintió, aunque sabía que no estaba siendo del todo honesta.

—Sí, solo que no estoy muy acostumbrada a este tipo de cosas.

Derek sonrió con comprensión.

—Lo sé. Y no tienes que estarlo. Si quieres irnos, lo hacemos. No tienes que quedarte si no te sientes cómoda.

La sinceridad en su voz le hizo sentir un nudo en la garganta. ¿Por qué tenía que ser tan considerado? Eso solo hacía que fuera más difícil mantener las distancias. Adriana no respondió de inmediato, en lugar de eso, miró hacia el cielo estrellado, como si buscara una respuesta entre las estrellas.

Derek, notando su silencio, se acercó un poco más, tomando suavemente su mano. El simple contacto la hizo estremecerse. Había algo en él que la hacía sentir segura, incluso en un lugar donde se sentía tan fuera de lugar.

—Adriana —susurró, su voz suave pero cargada de emoción—, no sé qué es lo que te preocupa, pero quiero que sepas que puedes confiar en mí.

Adriana lo miró a los ojos, esa familiar sensación de que él podía ver a través de ella volviendo con fuerza. Quería decirle la verdad. Quería contarle sobre su familia, sobre lo difícil que era mantener las apariencias, sobre cómo no encajaba en su mundo. Pero el miedo de perderlo era aún más fuerte. Si Derek descubría que ella no pertenecía a ese círculo de lujo, ¿seguiría viéndola de la misma manera?

—Es solo que... —comenzó, pero se interrumpió, incapaz de encontrar las palabras correctas.

Derek, al ver su lucha interna, no la presionó. En su lugar, acercó su rostro al de ella, sus labios rozando los de Adriana en un beso suave pero lleno de promesas. El mundo alrededor pareció desvanecerse una vez más. Cada vez que estaban juntos, todo lo demás dejaba de importar.




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