El Precio de mi Secreto

Capítulo 10: Cimientos Frágiles

Adriana se despertó esa mañana con una sensación extraña. El sol brillaba suavemente a través de las cortinas de su habitación, pero en lugar de la usual calidez que solía sentir al despertar, algo la incomodaba. El peso de las mentiras y las omisiones que había mantenido frente a Derek comenzaba a ser más difícil de ignorar.

A lo largo de los últimos días, su relación con él había progresado rápidamente. No podía negar que estaba enamorada de Derek. Pero cada vez que estaba cerca de él, el miedo de que descubriera su realidad económica la abrumaba. Sabía que no podría ocultarlo para siempre. Lo peor de todo era que, cuanto más tiempo pasaba, más difícil sería decírselo.

Esa mañana, decidió que necesitaba espacio. No podía seguir fingiendo que todo estaba bien. Había quedado con Derek para estudiar después de clases, pero en cuanto lo vio acercarse a ella en el campus, sintió que le faltaba el aire.

—¡Adriana! —Derek la saludó con una gran sonrisa, como siempre hacía cuando la veía.

Ella le devolvió la sonrisa, pero algo en su mirada delató su inquietud. Derek, siendo más perceptivo de lo que ella le daba crédito, frunció el ceño.

—¿Está todo bien? —preguntó, tomando su mano con suavidad.

Adriana respiró hondo y asintió, aunque en el fondo sabía que no lo estaba.

—Sí, solo estoy un poco cansada —mintió, tratando de sonar convincente.

Derek la miró en silencio por un momento, como si estuviera evaluando si debería creerle o no. Finalmente, decidió no presionarla.

—Si necesitas descansar, podemos dejar lo de hoy para otro momento —sugirió amablemente, sin dejar de observarla con esa intensidad característica que hacía que su corazón latiera más rápido.

—No, no, estoy bien. De verdad —insistió, aunque sabía que él no estaba del todo convencido.

Pasaron las horas y se instalaron en la biblioteca para estudiar. Derek estaba concentrado en su libro de texto, pero Adriana apenas podía concentrarse en lo que tenía delante. Su mente estaba llena de pensamientos contradictorios. ¿Y si le contaba todo? ¿Y si lo perdía por completo?

—Adriana, ¿estás bien? —preguntó Derek de nuevo, interrumpiendo sus pensamientos.

Ella parpadeó, sorprendida, y se dio cuenta de que había estado mirando la misma página durante más de diez minutos.

—Sí, solo... estoy un poco distraída.

Derek cerró su libro y la miró con seriedad.

—¿Estás segura de que no pasa nada? No tienes que decírmelo si no quieres, pero me preocupo por ti.

Las palabras de Derek eran dulces y consideradas, y eso solo hacía que el nudo en el estómago de Adriana se apretara más. Él confiaba en ella, y ella le estaba ocultando la verdad.

—Derek, hay algo que... —comenzó, pero justo en ese momento, su teléfono vibró en su bolso, interrumpiéndola.

Adriana miró la pantalla y vio que era su madre. Sabía que no podía ignorarla. Le lanzó una disculpa a Derek y se levantó para contestar la llamada en un rincón más privado de la biblioteca.

—¿Mamá? —susurró al responder.

—Adriana, ¿dónde estás? —La voz de su madre sonaba preocupada, lo que inmediatamente encendió una alarma en su interior.

—Estoy en la universidad, estudiando. ¿Por qué? ¿Qué pasa?

—Tu padre está muy molesto. Dijo que llegaste tarde anoche y que no te vio cuando llegaste a casa.

El corazón de Adriana dio un vuelco. Su padre. Había olvidado por completo que la noche anterior, después de la fiesta, había llegado tan tarde que él ya estaba dormido. Sabía que su padre no aprobaría que estuviera saliendo tan tarde, y menos si se enteraba de que era con un chico como Derek, que no encajaba en sus estrictas expectativas.

—Lo siento, mamá. Me quedé estudiando hasta tarde —mintió, tratando de mantener la calma—. Le diré que fue por eso cuando llegue a casa.

—Adriana, sabes cómo es tu padre. Solo ten cuidado, ¿sí? No quiero que te metas en problemas.

La llamada se cortó, dejándola con un peso aún mayor en el pecho. Regresó a la mesa donde Derek la esperaba, con una expresión de preocupación.

—¿Todo bien? —preguntó él, notando su tensión.

Adriana forzó una sonrisa, tratando de no mostrar lo afectada que estaba.

—Sí, solo era mi madre, preocupada por tonterías.

Derek no pareció convencido, pero tampoco insistió. Era como si ambos supieran que había una verdad oculta entre ellos, algo que tarde o temprano tendría que salir a la luz.

Esa noche, al llegar a casa, la tensión era palpable. Su padre estaba sentado en el sofá, leyendo el periódico, pero tan pronto como la vio entrar, dejó de lado el papel y la miró con una expresión severa.

—¿Dónde estabas anoche? —preguntó, su voz dura.

Adriana sabía que no había manera de escapar de la situación.

—Estaba estudiando, papá. Llegué tarde porque tenía mucho trabajo —respondió, manteniendo la voz firme.

Su padre la miró fijamente por un momento, como si estuviera evaluando si debía creerle o no.

—No quiero que estés fuera hasta tarde. Y más te vale no estar con malas compañías —añadió con dureza.

Adriana asintió en silencio. No quería empezar una discusión con él. Sabía que, en su mente, cualquier cosa fuera de lo que él consideraba correcto era inaceptable. Su padre siempre había sido extremadamente estricto, y no le gustaba que Adriana saliera con nadie, y menos con alguien que no encajara en su visión de un futuro adecuado para ella.

Cuando finalmente subió a su habitación, cerró la puerta y se dejó caer sobre la cama, sintiéndose exhausta, tanto física como emocionalmente. La presión de mantener su vida en equilibrio estaba comenzando a ser demasiado.

Al día siguiente, Adriana se encontraba en la cafetería de la universidad cuando recibió un mensaje de Derek.

"¿Nos vemos esta noche?"

Adriana miró el mensaje por un momento, sin saber cómo responder. ¿Qué debería hacer? Cada vez que pasaba tiempo con él, se sentía más cerca de Derek, pero también sabía que cuanto más tiempo pasaba, más difícil sería contarle la verdad.




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