Adriana sintió que el sudor le recorría la frente mientras leía el mensaje de su madre una y otra vez. El pánico comenzaba a apoderarse de ella. Sabía que si su padre la encontraba en la fiesta, las consecuencias serían severas. Su mente estaba en un torbellino de pensamientos mientras luchaba por mantener la calma ante Derek.
—Tengo que irme —dijo de repente, el tono de su voz más decidido de lo que se sentía en su interior.
Derek frunció el ceño, confundido.
—¿Por qué? ¿Qué sucede? —preguntó, preocupado.
—Es solo... creo que debería volver a casa antes de que sea demasiado tarde. No quiero que mi padre se preocupe —mintió, su voz temblando.
La expresión de Derek cambió. Su mirada pasó de la confusión a la determinación.
—Adriana, no puedes dejar la fiesta ahora. Has hecho un gran esfuerzo para venir aquí. Te prometí que te protegería, y lo haré. Solo relájate un poco. Aún queda tiempo para disfrutar —dijo, tomando su mano con suavidad.
El contacto con su piel encendió una chispa de calidez en Adriana, pero la realidad de su situación no podía ignorarla. Tenía que irse antes de que fuera demasiado tarde. Miró a su alrededor, viendo a sus compañeros disfrutando, riendo y chapoteando en la piscina. Se sintió como un pez fuera del agua, atrapada entre dos mundos.
—Derek, de verdad tengo que irme —insistió, su voz más firme esta vez.
Él la miró con preocupación, como si tratara de entenderla.
—Está bien, si eso es lo que quieres. Pero, por favor, déjame llevarte a casa —ofreció, dando un paso más cerca de ella—. No quiero que camines sola.
Adriana se sintió aliviada, pero también culpable. Derek había hecho un esfuerzo por hacerla sentir cómoda y bienvenida, y ahora ella estaba a punto de dejarlo.
—No quiero que pienses que no me gusta estar aquí. De verdad, estoy disfrutando, pero... —su voz se quebró—. Mi padre se está poniendo inquieto.
Derek se quedó en silencio un momento, evaluando la situación. Finalmente, suspiró, su expresión cambiando de preocupación a comprensión.
—Entiendo. Vamos entonces —dijo, sujetando su mano con firmeza y guiándola hacia la salida del jardín.
Mientras caminaban, Adriana no pudo evitar mirar atrás, sintiendo que se estaba llevando consigo una parte de la vida que tanto anhelaba experimentar. Era frustrante saber que no podía ser parte de eso sin enfrentarse a su propia realidad.
Al salir de la casa, la brisa fresca de la noche acarició su rostro. Adriana sintió que podía respirar un poco más libremente, pero el peso de su decisión la seguía persiguiendo.
El camino hacia su casa fue silencioso, pero lleno de tensión. Derek no parecía molesto, pero el aire estaba cargado de emociones no expresadas. Adriana quería abrirse, compartir sus miedos y la razón detrás de su huida, pero la vergüenza y el miedo la mantenían cautiva.
—¿Cómo fue la fiesta? —preguntó Derek al romper el silencio, intentando aliviar la atmósfera tensa.
—Era divertida, la música era genial. Todos parecían disfrutar —respondió ella, buscando las palabras adecuadas para no sonar falsa.
Derek sonrió, pero no parecía convencido.
—Lamento que no pudieras quedarte más tiempo. Me habría gustado mostrarte más —dijo con un tono que la hizo sentir un poco culpable por haber tomado esa decisión.
Finalmente llegaron a su calle. Las luces de su casa estaban encendidas, y un escalofrío recorrió su espalda al pensar en la posible confrontación que tendría con su padre.
—Aquí es donde me bajo —dijo, intentando sonar despreocupada.
Derek detuvo su paso y se volvió hacia ella.
—Espera. —Sus ojos se encontraron, y Adriana sintió una conexión intensa entre ellos—. Quiero que sepas que estoy aquí para ti. No importa lo que pase, si necesitas hablar, solo dímelo. No estás sola en esto.
Las palabras de Derek resonaron en su mente. Ella sabía que su vida era complicada, llena de secretos y luchas que nunca podría compartir completamente. Pero la sinceridad en su voz le dio esperanza.
—Gracias, Derek —respondió con un leve susurro, sintiendo que el peso de su mundo se aliviaba un poco—. Eres un gran amigo.
—Eres más que una amiga para mí, Adriana. —Derek se inclinó un poco hacia ella, y su corazón dio un vuelco—. Me gustas. De verdad.
Adriana se quedó sin aliento. Las palabras de Derek cayeron como un trueno en su mente. ¿Él realmente sentía eso por ella? El instante se alargó, y todo lo que había temido y anhelado pareció confluir en ese momento.
—Yo... también me gustas —respondió, apenas logrando encontrar su voz.
Derek sonrió, y la atrajo hacia él, envolviéndola en un abrazo cálido. Era un abrazo de protección, de amistad, de algo más profundo que Adriana aún no podía comprender del todo. Se sintió segura en sus brazos, como si pudiera enfrentar cualquier tormenta que se avecinara.
Pero, por dentro, su mente seguía dando vueltas. ¿Qué pasaría cuando la verdad saliera a la luz? ¿Podría Derek aceptarla tal como era, o su secreto la condenaría a vivir en la oscuridad?
—Cuídate —le dijo Derek finalmente, y ella sintió una punzada de tristeza al separarse.
Adriana lo vio alejarse mientras su corazón se debatía entre la emoción y el miedo. La tormenta estaba a punto de estallar, y su mundo estaba a punto de cambiar para siempre.
La llegada a casa fue silenciosa. Entró por la puerta principal con el corazón en la garganta, preguntándose qué la esperaba. Su padre estaba en la sala, con una expresión de furia controlada, y su madre estaba a su lado, preocupada pero resignada.
—¿Dónde has estado? —preguntó su padre, su voz cargada de autoridad.
Adriana sintió que el aire se le escapaba.
Nota del autor
Si tienen algun comentario o sugerencia, haganmelo saber estare gustosa de leer. Les mando un abrazo enorme...