Derek miraba el reloj por tercera vez en la última hora. Habían pasado tres días desde que Adriana faltaba a clases, y su ausencia comenzaba a inquietarlo profundamente. Al principio, pensó que tal vez estaba enferma o ocupada con algo familiar, pero tres días completos sin recibir una llamada o mensaje era demasiado inusual.
La preocupación crecía como una sombra en su pecho. Cada vez que su mirada se dirigía hacia el asiento vacío de Adriana en las clases, el malestar aumentaba. Sabía que algo no andaba bien, pero no tenía idea de cómo acercarse sin invadir su espacio.
Después de la última clase del día, Derek decidió que ya no podía quedarse sin hacer nada. Se acercó a Camila, una de las amigas cercanas de Adriana, con quien solía verla conversar entre clases.
—Camila, ¿tienes un minuto? —preguntó, tratando de sonar despreocupado, aunque por dentro estaba en un torbellino de ansiedad.
Camila lo miró con curiosidad y un poco de desconfianza. No era usual que Derek, el chico más popular de la universidad, se acercara a ella.
—Sí, claro, Derek. ¿Qué pasa?
—Es sobre Adriana. —Hizo una pausa, intentando no sonar demasiado desesperado—. No ha venido a clases estos últimos días, y no he podido contactarla. Estoy un poco preocupado. ¿Sabes si está bien?
Camila lo miró sorprendida y un poco dudosa. No esperaba que Derek mostrara ese tipo de preocupación por Adriana, aunque últimamente había notado que ambos estaban más cercanos de lo que muchos en la universidad se imaginaban.
—Bueno… no me ha dicho nada directamente, pero sé que ha estado pasando por algunos problemas familiares. —Camila se cruzó de brazos, algo incómoda—. No quiero meterme mucho en sus cosas, pero puede que esté lidiando con algo difícil en casa.
La mención de problemas familiares hizo que la alarma en la mente de Derek sonara aún más fuerte. Se inclinó ligeramente hacia Camila, bajando la voz en un intento de sonar más comprensivo.
—Entiendo. No quiero entrometerme en su vida, pero... me importa. ¿Sabes dónde vive? Solo quiero asegurarme de que esté bien.
Camila lo miró con ojos calculadores, sopesando la situación. Sabía que Adriana era reservada, pero también sabía que Derek no era como los otros chicos populares; había algo genuino en su preocupación.
—Adriana vive en un barrio más alejado de la universidad. No estoy segura de si debería darte su dirección... Pero, si estás tan preocupado, puedo decirte cómo llegar. —Camila vaciló antes de darle la información—. Tómalo con cuidado, ¿sí?
Derek asintió con seriedad, agradeciéndole antes de dirigirse a su auto. El viaje hacia la casa de Adriana fue largo, y durante el trayecto, no podía dejar de pensar en lo que podría haberle pasado. Las palabras de Camila sobre los "problemas familiares" lo hacían temer lo peor. ¿Qué podría estar sucediendo en la vida de Adriana que la había alejado tanto?
Finalmente, llegó a la dirección que Camila le había dado. El barrio era muy diferente al que él estaba acostumbrado: las casas eran más pequeñas y modestas, pero había una calidez en las calles que contrastaba con la frialdad de los lujosos vecindarios que Derek conocía.
Se estacionó frente a la casa de Adriana, una vivienda sencilla con un jardín bien cuidado. Al bajar del auto, respiró hondo, intentando calmar los nervios. No tenía un plan claro sobre qué decirle si la encontraba, pero estaba decidido a descubrir por qué había desaparecido de su vida tan de repente.
Caminó hacia la puerta, sus pasos ligeros sobre la grava del camino, y tocó suavemente. Cada segundo que pasaba esperando a que alguien abriera la puerta se sentía como una eternidad.
Finalmente, la puerta se abrió y la madre de Adriana apareció. Lucía lo miró con sorpresa, pero rápidamente una sombra de desconfianza se posó en su rostro.
—Buenas tardes, señora. Soy Derek, un amigo de Adriana. He estado preocupado por ella, ya que no ha ido a la universidad estos últimos días. Quisiera saber si está bien.
Lucía lo miró durante unos segundos, como si estuviera sopesando si debía confiar en él o no. Pero algo en los ojos de Derek, en su genuina preocupación, la hizo relajarse ligeramente.
—Adriana... está descansando. No ha estado muy bien estos días —respondió, midiendo sus palabras cuidadosamente—. ¿Por qué no regresas otro día? Necesita un poco de tiempo para recuperarse.
Derek asintió lentamente, pero su preocupación no disminuyó. Aunque las palabras de la madre de Adriana eran tranquilizadoras en la superficie, había algo en su tono que le decía que la situación era más complicada.
—Entiendo, señora —dijo con cortesía—. Solo quería asegurarme de que estaba bien. Por favor, dígale que me llame cuando se sienta mejor. La echaré de menos en clases.
Lucía le dio una pequeña sonrisa, cerrando la puerta con suavidad. Derek se quedó en el porche unos momentos más, mirando la casa con el ceño fruncido. Sabía que había algo que le estaban ocultando, pero no quería forzar la situación.
Regresó a su auto, mirando una última vez hacia la casa antes de arrancar. Había venido buscando respuestas, pero se iba con más preguntas.
Mientras conducía de regreso, una sensación de impotencia lo invadió. Necesitaba saber qué le estaba ocurriendo a Adriana, pero también comprendía que no podía presionarla. Era una batalla que solo ella podía decidir cuándo luchar.
De todos modos, Derek no pensaba quedarse al margen. Le daría el espacio que necesitaba, pero no se alejaría completamente. Se mantendría cerca, esperando el momento adecuado para intervenir, para ayudarla de la manera en que él pudiera.