Adriana se encontraba en un mar de confusiones. Las horas se habían transformado en días desde que su padre anunció su compromiso con Ignacio, y cada momento a su lado se volvía más pesado de soportar. La idea de perder a Derek, el único chico que había hecho que su corazón latiera de verdad, la carcomía por dentro. No podía imaginar su vida sin él, pero al mismo tiempo, sabía que lo más lógico sería terminar con él antes de que el dolor se hiciera insostenible.
Sin embargo, el amor que sentía por Derek era más fuerte que cualquier razón. Quería que él fuera su primera vez, su primera experiencia sexual, a pesar de la nube de tristeza que la rodeaba. Si había una posibilidad de que esta fuera su última noche juntos, quería que fuera perfecta. No se trataba solo de un acto físico; era un compromiso emocional que deseaba sellar con él.
Mientras se preparaba para esa noche, el corazón le palpitaba con fuerza. Se miró en el espejo, ajustando su cabello y eligiendo un vestido que lo hiciera sentir especial. Era un simple vestido negro, pero en sus ojos brillaba una luz que solo Derek podía encender. Al salir de casa, sintió una mezcla de nervios y emoción. No sabía cómo reaccionaría él, pero tenía la certeza de que necesitaban estar juntos, de que esta experiencia significaba más de lo que cualquiera podría imaginar.
Cuando llegó al departamento de Derek, notó que la atmósfera estaba cargada de una energía especial. La luz suave de las lámparas creaba un ambiente acogedor, y la música de fondo resonaba con melodías románticas. Él estaba allí, esperándola, con una sonrisa que iluminó su mundo.
—Adriana, te ves increíble —dijo Derek, acercándose para abrazarla. El calor de su cuerpo la envolvió y su corazón se aceleró.
—Gracias —respondió ella, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban. La conexión entre ellos era palpable, y en ese instante, el mundo exterior desapareció.
—¿Te gustaría ver una película? —sugirió Derek, mientras la conducía al sofá. Adriana asintió, pero su mente estaba en otro lugar. Estaba decidida a dar el paso, a arriesgarlo todo por el amor que sentía.
A medida que avanzaba la película, la tensión en el aire se volvía casi tangible. Adriana se movió un poco más cerca de él, sintiendo su calor, su aroma. Era el momento perfecto, pero el miedo y la incertidumbre seguían acechándola.
—¿Estás bien? —preguntó Derek, notando que su atención no estaba en la pantalla. La mirada en sus ojos era de preocupación, pero también de deseo.
—Sí, solo... tengo algo que decirte —respondió ella, con la voz temblorosa.
Derek la miró, su expresión se volvió seria. Ambos sabían que había una conversación importante entre ellos, pero Adriana estaba decidida a llevar las cosas a otro nivel antes de que las palabras pudieran romper lo que tenían.
—No puedo dejar de pensar en nosotros, en lo que hemos compartido... —empezó a decir, pero antes de que pudiera terminar, ella lo interrumpió.
—Quiero estar contigo esta noche, Derek. De una manera que nunca hemos estado —su voz era firme, pero su corazón latía con fuerza.
Derek la miró fijamente, sus ojos se abrieron de par en par. El asombro y el deseo se reflejaron en su rostro.
—¿Estás segura? —preguntó, su voz era suave y dulce, como si estuviera tratando de protegerla de cualquier duda.
Adriana asintió, sintiendo una oleada de valentía. Tenía que ser él, el chico que había estado a su lado en los momentos más oscuros y en los más felices. Lo había amado desde el primer día, y aunque su corazón se rompía por dentro, sabía que era el momento de dar ese paso.
—Sí, estoy segura —dijo, acercándose a él, sintiendo la electricidad entre sus cuerpos.
Derek la tomó de la mano, llevándola a su habitación. El aire estaba cargado de anticipación. A medida que se adentraban, la intimidad se intensificó. La música suave continuaba sonando, pero sus corazones parecían llevar el ritmo de su propio latido.
Una vez dentro, Adriana se sintió invadida por una mezcla de ansiedad y deseo. Derek cerró la puerta suavemente, como si el mundo exterior ya no existiera. Ambos se miraron durante unos instantes, sin palabras, simplemente sintiendo el momento.
Derek se acercó, sus manos acariciaron el rostro de Adriana y ella se perdió en su mirada. Fue un instante mágico, un momento que pareció extenderse por una eternidad. Cuando sus labios se encontraron, fue como una explosión de estrellas. El beso fue dulce y suave, lleno de cariño y promesas.
Las manos de Derek se deslizaron por su cintura, atrayéndola hacia él. Adriana sintió su corazón latir con fuerza, un torrente de emociones la invadió. Era como si el tiempo se detuviera, y todo lo que existía fuera ellos dos y su conexión.
—Eres todo lo que he deseado —susurró él entre besos, su voz era profunda y sincera.
Adriana sonrió, sintiendo que estaba a punto de cruzar una línea que nunca había imaginado. El miedo al futuro, al compromiso y a la separación se desvanecieron. Solo existía el momento, y en ese instante, todo parecía posible.
—Quiero que sea especial, que sea nuestra —respondió ella, sus palabras llenas de anhelo.
Con cada beso, cada roce, la conexión entre ellos se hacía más fuerte. Las dudas se desvanecieron mientras sus corazones se unían en un abrazo de amor.
Pasaron de la dulzura a la pasión, explorando cada rincón de la habitación. Era como si el mundo exterior no tuviera más poder sobre ellos. Adriana se entregó a la experiencia, a la magia de su amor.