Bruce deslizó una tablet transparente sobre la mesa frente a Rebecca. La pantalla emitió un tenue brillo azulado mientras cargaba el documento.
—Antes de que hablemos de cualquier detalle del proyecto, necesito que firmes esto —dijo Bruce, cruzándose de brazos y observándola con seriedad.
Rebecca tomó la tablet y la sostuvo con una mano, deslizando el dedo índice por la pantalla para leer rápidamente.
—¿Un contrato de confidencialidad? —preguntó con una ceja arqueada.
—Procedimiento estándar. No puedo compartir información clasificada de la empresa sin asegurarnos de que no saldrá de aquí —respondió Bruce con firmeza.
—Oh, claro. No vaya a ser que me robe tus grandes secretos y construya mi propia máquina del tiempo en mi garaje —bromeó Rebecca, pero firmó sin más objeciones, estampando su firma digital con un rápido movimiento de su dedo.
—Listo. Ahora dime, genio, ¿qué es lo que estamos construyendo? —preguntó mientras le devolvía la tablet.
Bruce la tomó sin responder de inmediato y la guardó en el bolsillo de su bata de laboratorio. Luego, sin más preámbulos, caminó hacia la puerta del despacho.
—Ven conmigo. Te lo mostraré.
Rebecca lo siguió por el pasillo iluminado con luces blancas y frías. Pasaron por varias puertas de cristal con etiquetas que indicaban diferentes departamentos de investigación y desarrollo, hasta que llegaron a una de seguridad reforzada. Bruce deslizó su identificación por el lector biométrico y la puerta se abrió con un leve sonido hidráulico.
El laboratorio de Bruce era amplio y estaba impecablemente organizado, con varias mesas de trabajo llenas de piezas metálicas, componentes electrónicos y pantallas holográficas flotando sobre ellas. En el centro de la sala, una estructura semicircular con cables conectados a un núcleo de vidrio brillaba tenuemente.
—Bienvenida a mi laboratorio —dijo Bruce, con un tono de orgullo contenido.
Rebecca paseó la mirada por el lugar, analizando cada detalle con evidente curiosidad.
—Debo admitir que es impresionante. Aunque esperaba más caos —comentó con una media sonrisa.
Bruce la ignoró y caminó hasta una pantalla holográfica, activándola con un gesto de su mano.
—Este es el proyecto en el que estamos trabajando. En teoría, estamos desarrollando una máquina capaz de emitir una señal específica que interactúe con ciertos compuestos celulares para revertir los efectos de enfermedades degenerativas. La idea es generar un suero que, al ser inyectado en el organismo, reaccione con la radiación controlada de esta máquina.
Rebecca cruzó los brazos y frunció el ceño levemente.
—¿Y en qué etapa del proceso estás?
Bruce suspiró.
—Aún en la fase teórica. He modelado cientos de simulaciones, pero apenas estoy comenzando los primeros experimentos prácticos. Es aquí donde necesito tu experiencia en ingeniería para diseñar un prototipo funcional.
Rebecca chasqueó la lengua y sonrió.
—Así que aún no has tocado ni un solo tornillo. Me encanta ser la que pone las manos en la masa.
Bruce resopló, pero prefirió no responder a la provocación. En lugar de eso, proyectó un modelo tridimensional de la máquina en el aire, girándolo lentamente para que Rebecca pudiera analizarlo.
—Necesitamos construir esto con precisión milimétrica. Cualquier error en la calibración de las ondas podría hacer que el suero tenga efectos impredecibles.
Rebecca asintió lentamente, analizando el diseño con ojos afilados.
—Bien, Bruce. Vamos a construir tu máquina. Pero dime una cosa… —giró la cabeza hacia él y le sonrió con astucia—, ¿de dónde sacaste esta idea?
Bruce se apoyó en la mesa y la miró con seriedad.
—Hace varios años, Teison Technology financió un proyecto espacial. Enviaron una misión para explorar un planeta que había pasado demasiado cerca de un agujero negro. La exposición a su campo gravitatorio extremo alteró su composición molecular de formas inesperadas. Recuperaron varias muestras de aquel planeta y, por alguna razón, me confiaron una de ellas. Lo llaman Kronium.
Rebecca lo escuchaba atentamente, intrigada.
—Fue entonces cuando descubrí que este mineral emitía unas ondas peculiares. Al interactuar con ciertos compuestos, observé que podía regenerar materiales inertes… pero cuando hice pruebas en tejido orgánico, noté efectos devastadores. De ahí nació la idea de desarrollar un suero que estabilizara su influencia sobre la materia viva.
Rebecca asimiló la información, observando la proyección del modelo con renovado interés.
—Interesante… Muy interesante. Parece que este proyecto será más grande de lo que imaginaba.
Rebecca recorrió el laboratorio con la mirada, notando que cada mesa de trabajo estaba ocupada por instrumentos de precisión, pantallas con datos en tiempo real y fragmentos del proyecto de Bruce. Suspiró y se giró hacia él con una ceja arqueada.
—Bien, jefe, ¿y dónde se supone que voy a trabajar?
Bruce levantó la vista de su pantalla holográfica y miró alrededor, como si hasta ese momento no hubiera considerado la necesidad de un espacio para ella.