El precio de retroceder

Capítulo 3

El sonido insistente del despertador resonó en la pequeña habitación de Bruce. Eran las cinco de la mañana y la tenue luz artificial del despertador iluminaba el estudio minimalista, donde cada objeto tenía su lugar exacto. Sin desorden, sin elementos superfluos. Apenas recordaba cuándo había llegado a casa la noche anterior, pero estaba seguro de que no había dormido lo suficiente. No importaba. Se vistió rápidamente, ajustándose la bata de laboratorio sobre la ropa antes de salir.

A las seis ya estaba en camino a la oficina. La ciudad aún no despertaba del todo. A pesar de la avanzada tecnología, la madrugada mantenía un aura de calma artificial. Las enormes torres de cristal y metal reflejaban el tenue resplandor de las luces urbanas, mientras drones de patrullaje recorrían el cielo, monitoreando la seguridad de la metrópoli. Las calles aún no estaban atestadas de gente, aunque algunos vehículos automatizados se deslizaban silenciosamente por los carriles elevados. Era un mundo que nunca dormía del todo, pero en esos momentos, parecía contener la respiración antes del frenesí del día.

Cuando Bruce llegó al edificio de Teison Technology, notó algo inusual antes de entrar en el laboratorio, podía escuchar una estridente música resonando desde el interior. Frunció el ceño y verificó el registro de acceso en el panel junto a la puerta. Rebecca había llegado hacía casi una hora.

Suspiró y deslizó su tarjeta para ingresar. La puerta se abrió con un leve sonido hidráulico y la música lo golpeó de lleno. En el centro del laboratorio, rodeada de piezas de metal, cables y herramientas dispersas, Rebecca trabajaba sin descanso. Parecía completamente absorta en lo que hacía, con su cabello recogido en una coleta improvisada y manchas de grasa en las manos. Bruce avanzó sin decir palabra y apagó la música con un toque en la pantalla más cercana.

Rebecca levantó la vista con una ceja arqueada.

—Buenos días a ti también, jefe —dijo con sorna, limpiándose las manos en su pantalón.

Bruce cruzó los brazos y miró el desastre a su alrededor.

—¿Puedo saber qué demonios estás haciendo a esta hora?

Rebecca sonrió con inocencia.

—No podía dormir, así que pensé en adelantar trabajo. Y bueno… —hizo un gesto amplio hacia el caos de piezas metálicas—, decidí que era un buen momento para empezar con el prototipo.

Bruce cerró los ojos un momento y suspiró.

—Solo intenta no hacer explotar nada antes de que al menos tomemos café.

Rebecca se encogió de hombros y le tendió un termo cerrado.

—Adelántate, lo preparé hace rato.

Bruce tomó el termo y se dirigió a su escritorio. Se sirvió una taza de café caliente y, mientras tomaba un sorbo, notó algo extraño. Sus cosas no estaban colocadas como las había dejado la noche anterior. Frunció el ceño y miró a Rebecca.

—¿Tocaste mis cosas?

Rebecca levantó la vista de su trabajo y negó con la cabeza.

—Ni las he mirado.

Bruce no la creyó del todo, pero tampoco tenía pruebas. Se quedó mirando su escritorio por un momento antes de volver a enfocarse en su café. Algo no cuadraba.

Rebecca dejó la herramienta que tenía en la mano y se acercó a Bruce con paso decidido. Se apoyó en el borde de su mesa, donde él revisaba algunas lecturas en su pantalla táctil.

—Estuve revisando el documento que me diste ayer —dijo sin rodeos—, en especial las pruebas que realizaste con el Kronium.

Bruce alzó la mirada, interesado.

—¿Y?

Rebecca cruzó los brazos y continuó:

—Si intentamos fabricar una máquina que replique las ondas que desprende, aunque consigamos afinarlas, podríamos estar generando más inestabilidad de la que esperamos. Este material no solo emite energía, sino que también reacciona de forma impredecible según el entorno. Si forzamos la réplica de sus ondas con una fuente externa, podríamos alterar su comportamiento de formas que ni siquiera hemos considerado.

Bruce entrecerró los ojos, procesando sus palabras.

—¿Entonces cuál es tu propuesta?

—Que la máquina no replique las ondas, sino que el propio mineral sea el núcleo del sistema —explicó Rebecca, moviendo las manos mientras hablaba—. En lugar de imitar lo que hace, podemos construir una estructura que lo contenga y diseñar un sistema para liberar su energía de forma controlada. Así evitaríamos cualquier desajuste causado por una copia imprecisa.

Bruce se apoyó en el respaldo de su silla y la observó en silencio por un momento.

—No es una mala idea —admitió—. Pero necesitaríamos un sistema de regulación extremadamente preciso para evitar fluctuaciones peligrosas.

Rebecca sonrió de lado.

—Por eso trabajo aquí, ¿no? Para encontrar soluciones.

Bruce resopló con una media sonrisa, negando con la cabeza.

—Bien, veamos cómo podríamos hacerlo.

Durante horas, Rebecca y Bruce probaron diferentes simulaciones, analizando posibles materiales capaces de contener la energía del Kronium sin desestabilizarse. Diseñaron estructuras, calcularon densidades, ajustaron patrones de absorción… pero nada parecía funcionar del todo. Cada modelo virtual terminaba colapsando ante la radiación fluctuante del mineral o disipando la energía de forma ineficiente.




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