El precio de retroceder

Capítulo 4

Durante el último mes, la tensión en el laboratorio había ido disminuyendo poco a poco. Los primeros días tras el incidente, Bruce estuvo completamente obsesionado con reforzar la seguridad del proyecto. Implementó protocolos más estrictos, instaló nuevos sistemas de monitoreo y verificó cada acceso con una meticulosidad casi paranoica. Rebecca lo entendía, después de todo, algo extraño había ocurrido aquella noche, pero con el paso del tiempo y sin que se repitieran intentos de acceso no autorizados, la preocupación comenzó a disiparse.

Ahora, con la seguridad reforzada y el misterio aún sin resolver, habían podido avanzar significativamente en el desarrollo del prototipo. Tras semanas de pruebas y simulaciones, finalmente habían logrado crear una aleación funcional utilizando el propio Kronium combinado con un material terrestre. Este avance les permitió fabricar un contenedor capaz de contener y estabilizar la energía del mineral sin comprometer su integridad.

Sin embargo, el trabajo aún no estaba terminado. La manipulación del Kronium seguía siendo un desafío debido a su naturaleza inestable. Para evitar riesgos, trabajaban desde una sala separada, controlando un conjunto de brazos mecánicos diseñados para manejar el material a distancia. Desde la habitación contigua, observaban a través de pantallas holográficas, ajustando cada movimiento con precisión milimétrica.

Rebecca estaba sentada frente a la consola de control, con los ojos fijos en los monitores mientras ajustaba la presión de uno de los brazos metálicos.

—Vale, intenta girarlo un poco más a la izquierda —dijo, inclinándose hacia la pantalla.

Bruce, a su lado, manipulaba otro de los controles con cautela.

—Si aplicamos demasiada presión, podríamos fracturar la estructura —advirtió.

—Lo sé, lo sé —respondió Rebecca, rodando los ojos—. Por eso te dije “un poco”.

Bruce soltó un suspiro, pero no discutió. Se concentró en el ajuste, asegurándose de que el contenedor encajara perfectamente con el mineral en su interior. Cada pequeño avance los acercaba más a la fase de prueba del prototipo, y aunque el camino no había sido fácil, sabían que estaban en el umbral de algo grande.

Ambos seguían concentrados en la pantalla, observando cada pequeño ajuste con precisión milimétrica. Bruce hizo un último ajuste en la presión del contenedor mientras Rebecca estabilizaba la estructura.

—Bien… última fijación —murmuró Bruce.

—Ya casi está… —susurró Rebecca, con los dedos firmes sobre los controles.

Con un último clic, los indicadores del sistema confirmaron la correcta instalación del Kronium dentro del contenedor. Ambos miraron al monitor que mostraba los niveles de radiación en la habitación de pruebas.

Cero.

El silencio se hizo pesado en la sala de control. No se atrevieron a moverse ni a hablar hasta que, casi de manera sincronizada, ambos procesaron lo que veían.

—Lo hemos conseguido… —susurró Rebecca.

—Ha funcionado —dijo Bruce al mismo tiempo.

De inmediato, Rebecca soltó los controles y se giró hacia él con una enorme sonrisa.

—¡Lo hemos conseguido! —exclamó, y sin pensarlo dos veces, saltó hacia Bruce y lo abrazó con fuerza.

Bruce se quedó completamente rígido, con los brazos levantados como si no supiera qué hacer. No era alguien que estuviera acostumbrado a ese tipo de contacto, y el entusiasmo repentino de Rebecca lo tomó por sorpresa. Sin embargo, tras un par de segundos de incomodidad evidente, suspiró y, con cierta torpeza, le devolvió el abrazo.

—Sí… lo hicimos —dijo, sin saber exactamente cómo reaccionar.

Rebecca, sintiendo su rigidez, se separó solo un poco y lo miró con una sonrisa burlona.

—Vaya, Bruce, no muerdo, ¿sabes?

Bruce carraspeó y se apartó disimuladamente, ajustándose la bata de laboratorio.

—Sigamos con las pruebas —dijo, intentando recuperar su postura profesional.

Rebecca solo rió, aún emocionada, antes de volver la vista a los monitores. Habían logrado un gran avance, pero todavía quedaba mucho por hacer.

Los brazos mecánicos trabajaban con precisión quirúrgica, acercando el dispositivo a la mesa de pruebas. Las células de la primera muestra, conservadas en una fina membrana de vidrio dentro de un recipiente de contención, flotaban en un medio transparente. Eran células humanas estándar, sin modificaciones, listas para enfrentarse a la radiación pura del Kronium.

Bruce y Rebecca intercambiaron una última mirada antes de comenzar.

—Procedamos con la primera fase —dijo Bruce, ajustando la interfaz del sistema.

Rebecca asintió y activó la máquina.

En la pantalla principal, los niveles de radiación se dispararon de inmediato. El Kronium, al quedar expuesto, liberó su energía en forma de una intensa y descontrolada emisión radiactiva. La atmósfera en la cámara de pruebas se saturó rápidamente con partículas energéticas.

Los monitores mostraron en tiempo real lo que ocurría dentro del recipiente de contención. Las células comenzaron a reaccionar casi al instante. Al principio, sus membranas vibraron levemente, pero en cuestión de segundos, los núcleos celulares se fragmentaron como vidrio resquebrajado. La radiación no solo había alterado su estructura genética, sino que había destruido por completo su funcionalidad.




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