A la mañana siguiente, Bruce entró en la cafetería con su café recién servido y miró a su alrededor hasta encontrar a Rebecca y su grupo de compañeros sentados en una de las mesas grandes cerca de la ventana. La luz matutina iluminaba el lugar con suavidad, dándole un aire más acogedor de lo habitual.
—Miren quién decidió aparecer —dijo Peter con tono burlón al ver a Bruce acercarse.
—Buenos días a ti también, Peter —respondió Bruce con una leve sonrisa mientras se sentaba junto a ellos.
Rebecca lo miró con una ceja arqueada.
—¿Madrugaste o acabas de salir de la cama?
—Depende de lo que consideres "madrugar" —dijo Bruce antes de tomar un sorbo de su café.
Mia rió.
—Si madrugar significa llegar a tiempo al trabajo, entonces Bruce no está madrugando.
—Ja, ja —respondió Bruce con fingido sarcasmo—. Muy graciosa.
La conversación siguió fluyendo de manera natural. Hablaron sobre la resaca inexistente de la noche anterior, sobre el extraño café de la máquina de la oficina que siempre sabía diferente cada día y sobre cómo uno de los técnicos había hecho explotar accidentalmente un pequeño dispositivo en el laboratorio.
—¿Otra vez? —preguntó Rebecca con incredulidad—. Eso ya es como la tercera vez en un mes.
—Yo diría la cuarta —intervino uno de los ingenieros, Mark—. Y cada vez la excusa es peor.
—Tal vez lo hace a propósito —sugirió Peter—. Para tener un descanso extra mientras limpian el desastre.
Todos rieron, pero Bruce aprovechó el momento para girarse hacia Rebecca.
—Por cierto —dijo, apoyando su taza en la mesa—, quiero seguir con las pruebas hoy. Necesitamos avanzar con el informe si queremos presentarlo en los próximos días.
Rebecca lo miró con una leve expresión de fastidio, pero solo porque el tema del trabajo la sacaba de la conversación relajada que estaban teniendo.
—Sí, sí, lo sé. Nos pondremos con eso en cuanto terminemos aquí.
Bruce asintió y bebió otro sorbo de café, mientras el resto del grupo continuaba bromeando. Rebecca lo miró de reojo con una leve sonrisa. Sabía que Bruce estaba completamente enfocado en su trabajo, pero al menos la noche anterior había logrado sacarlo de su rutina.
Rebecca y Bruce regresaron al laboratorio con renovada energía, listos para continuar recopilando datos. Ya sabían que el suero permitía la integración segura de la radiación del Kronium en los tejidos, pero ahora necesitaban documentar exactamente cómo variaban los efectos con distintas dosis y niveles de exposición.
Rebecca ajustó los parámetros en la pantalla táctil mientras Bruce organizaba las muestras en la mesa de trabajo. Las lámparas frías del laboratorio proyectaban un resplandor azul sobre la estación de pruebas, reflejando la seriedad del proceso.
—Comencemos con una dosis mínima de suero y una exposición baja —dijo Rebecca, preparando una de las muestras.
Bruce asintió y activó la radiación controlada. En la pantalla, la estructura celular absorbía la energía de manera moderada, con una respuesta estable.
—Absorción incompleta, pero sin signos de degradación —señaló Bruce, tomando notas en su ordenador—. El tejido se mantiene estable, aunque el proceso de adaptación es más lento.
Rebecca comparó los datos con pruebas anteriores.
—Parece que hay un umbral mínimo. Si la dosis de suero es demasiado baja, la radiación no se integra completamente, solo se dispersa en la membrana celular.
—Probemos con una dosis intermedia y aumentemos la exposición un veinte por ciento —sugirió Bruce.
Rebecca aplicó la nueva cantidad de suero y Bruce ajustó la intensidad de la radiación. Esta vez, la reacción en la pantalla fue mucho más notable: las células absorbieron la energía rápidamente, reorganizándose con mayor eficiencia.
—Ahora sí —murmuró Rebecca—. La actividad mitocondrial ha aumentado y la regeneración celular se mantiene en niveles óptimos.
Bruce deslizó su dedo por la pantalla para ampliar los gráficos.
—El tiempo de absorción se redujo a la mitad con esta cantidad de suero. Parece que hemos encontrado un punto de equilibrio entre estabilidad y eficiencia.
Pasaron a la siguiente prueba, aumentando la dosis de suero y la radiación al máximo nivel seguro. Rebecca programó el sistema y ambos observaron la pantalla con atención.
La respuesta celular fue inmediata. Las estructuras se fortalecieron a una velocidad sorprendente, reorganizando su composición en cuestión de segundos.
—Esto es impresionante —dijo Rebecca, con los ojos brillantes de emoción—. No solo se mantiene la estabilidad, sino que el tejido se vuelve más resistente con cada ciclo de absorción.
Bruce se recostó en su asiento, cruzando los brazos.
—Ahora tenemos datos concretos. Con la cantidad adecuada de suero y la exposición justa de radiación, el tejido no solo se regenera, sino que se fortalece.
Rebecca apoyó una mano en la mesa, reflexionando.