El precio de retroceder

Capítulo 6

El bullicio del bar era un constante murmullo de voces y música de fondo. A su alrededor, Mia y los demás reían y conversaban, sumidos en la despreocupación de una noche entre compañeros. Pero Rebecca apenas los escuchaba.

Estaba sentada con los codos apoyados en la mesa, girando el vaso entre sus manos sin apenas mirarlo. Su mente seguía atrapada en las palabras que Bruce le había dicho días antes.

"Bastante estresado estaba ya como para encima tener que aguantar tus tonterías."

Cerró los ojos un instante, sintiendo el nudo en su estómago apretarse de nuevo. Tal vez Bruce no lo decía en serio, pero… le había dolido más de lo que quería admitir.

—¡Becca! —La voz de Mia la sacó de sus pensamientos de golpe. Parpadeó y levantó la mirada, encontrándose con la expresión inquisitiva de su amiga—. ¿Dónde estás metida?

Rebecca intentó forzar una sonrisa, pero Mia no se la creyó.

—Estoy aquí, ¿no? —respondió, encogiéndose de hombros.

—Sí, físicamente sí. Pero mentalmente estás a kilómetros de distancia —intervino Peter, que estaba sentado al otro lado de la mesa.

—Te has quedado viendo ese vaso como si estuvieras descifrando la ecuación del universo —bromeó Jonas.

Rebecca suspiró y se echó hacia atrás en la silla.

—Solo estaba pensando en cosas.

Mia rodó los ojos.

—¡No vinimos aquí para pensar! Vinimos para divertirnos.

—Exacto. Así que deja de comerte la cabeza y tómate otro trago —dijo Luis, levantando su vaso en un brindis improvisado.

Rebecca negó con la cabeza, pero Mia se inclinó hacia ella, bajando un poco la voz.

—Si es por Bruce, déjalo estar. Sabes cómo es cuando está estresado.

Rebecca mordió su labio inferior, pero no dijo nada. Mia sonrió con picardía y le dio un ligero codazo en el brazo.

—Además… no nos engañemos, seguro que también te echa de menos.

Rebecca la miró de reojo y, por primera vez en toda la noche, sonrió un poco.

—Eso lo dices porque eres una romántica —murmuró.

—Y tú eres una terca. Ahora vamos, que te toca elegir la siguiente ronda. —Mia la tomó del brazo y la obligó a levantarse.

Rebecca dejó escapar un suspiro, pero esta vez no se resistió. Quizás, por una noche, sí debía dejar de pensar tanto.

Tras el baile, el grupo regresó a la mesa entre risas y comentarios sobre la música. Rebecca se dejó caer en su asiento, tomando un sorbo de su bebida, pero su mente seguía dispersa.

Peter, sentado frente a ella, la observó un momento antes de inclinarse hacia adelante.

―Becca, ¿sabes algo del informe de Bruce? ―preguntó con tono serio.

Ella frunció el ceño y negó lentamente.

―No, ¿por qué?

Peter apoyó los codos en la mesa.

―Su supervisora preguntó por él esta mañana. Al parecer, lleva días sin responder sus mensajes ni sus llamadas.

Rebecca parpadeó sorprendida.

―Eso es raro…

Uno de los compañeros intervino con un encogimiento de hombros.

―Tal vez está atascado con alguna parte del informe. Ya sabes cómo es, se encierra en su trabajo y se olvida del mundo. ―Después miró a Rebecca con una sonrisa ladina.― Tú podrías ayudarlo. Aunque él diga que no lo necesita, seguro que sí.

Rebecca se cruzó de brazos y soltó un resoplido.

―Dudo que quiera mi ayuda. Dejó bastante claro que no quiere saber nada de mí.

Peter suspiró, cansado de la actitud de ambos.

―Al igual que tú, yo también estoy preocupado por él. Si tú no vas, iré yo.

Rebecca apretó los labios, sintiendo un ligero nudo en el estómago. Dejó su vaso sobre la mesa con un golpe seco y suspiró, desviando la mirada.

—No es mi problema si él no responde. Si quiere encerrarse a trabajar hasta volverse loco, que lo haga.

Peter la miró con el ceño fruncido y negó con la cabeza.

—No me lo creo. No después de cómo estabas hace unos minutos, distraída y perdida en tus pensamientos.

—¿Y si simplemente estaba pensando en otra cosa? —respondió ella, encogiéndose de hombros con indiferencia.

Mia apoyó un codo sobre la mesa y la miró fijamente.

—Becca…

—No, en serio. —Rebecca se cruzó de brazos—. Fue él quien decidió tratarme como si fuera un estorbo. No voy a estar detrás de alguien que me deja claro que no me quiere cerca.

—Eso fue hace días. —Peter se inclinó hacia adelante—. ¿Y si le ha pasado algo? La doctora preguntó por él. No responde llamadas ni mensajes. Eso no es normal.

Rebecca apretó los labios, sin responder. Otro de sus compañeros intervino.

—Mira, si está bien y solo está siendo un idiota, pues vale, que se apañe solo. Pero si no está bien…




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