Ambar
Sentada en mi escritorio, me aseguré de que todos los archivos estuvieran listos para la presentación. Sabía que la presión estaba sobre nosotros; los inversionistas no se impresionan fácilmente, y cada pequeño detalle cuenta. Mientras revisaba por quinta vez mis notas, escuché el sonido familiar de pasos acercándose.
—¿Ambar, sigues viva por ahí? —La voz bromista de Juan, uno de los diseñadores gráficos del equipo, me sacó de mis pensamientos.
Levanté la mirada, sonriendo. —Si por “viva” te refieres a estar ahogándome en esta montaña de papeles, entonces sí.
—Es increíble cómo puedes mantener la calma —dijo Juan, apoyándose en el borde de mi escritorio—. Y más increíble aún es que el jefe esté tan pendiente de ti.
Solté una risa. —¿Pendiente?
—Vamos, todos lo hemos notado. Dave está siempre cuidándote, como si fueras una pieza clave del rompecabezas. No digo que no lo seas, pero… bueno, es curioso. —Juan alzó las cejas de manera cómplice, esperando alguna reacción.
Me encogí de hombros, fingiendo que no me importaba. —Supongo que es su trabajo asegurarse de que todo salga bien.
—Claro, claro —dijo con una sonrisa maliciosa—. O quizás solo quiere asegurarse de que su asistente favorita esté feliz y cómoda, especialmente ahora. —Hizo un gesto sutil hacia mi vientre.
—Es solo un buen jefe, Juan. No te hagas ideas.
—Si tú lo dices —canturreó él antes de alejarse, dejándome con un eco de sus palabras.
Sabía que Dave me trataba bien, pero nunca lo había visto de esa forma. Me concentré en los papeles de nuevo, intentando sacudirme la conversación, aunque una pequeña parte de mí no pudo evitar preguntarse si había algo más.
Mis manos se posaron instintivamente sobre mi vientre, sintiendo la ligera curva que empezaba a crecer con los meses. Cuatro meses. Cuatro meses en los que había aprendido a convivir con las náuseas, la fatiga, y la idea de criar a un hijo sola. Acaricié suavemente mi abdomen, imaginando el rostro del pequeño ser que crecía dentro de mí.
Era curioso. A pesar de todo lo que había pasado con Axel, este bebé me daba fuerza, una razón para seguir adelante. Aunque me dolía pensar que él no estaría a mi lado en este proceso. Había soñado tantas veces con una familia perfecta, con él a mi lado, y ahora... solo quedaban las ruinas de esa fantasía.
Dejé escapar un suspiro profundo, sacudiendo esos pensamientos. Este no era el momento de distraerme.
Momentos después, en la oficina de Dave...
Me acerqué a la oficina de Dave con un montón de documentos en la mano, necesitando su firma para varios de ellos. Toqué suavemente la puerta y entré cuando él me dio permiso. Como siempre, su presencia llenaba la sala. Alto, de hombros anchos, y con ese aire confiado que lo hacía parecer tan inalcanzable.
—¿Tienes un minuto? —pregunté mientras entraba.
Dave levantó la vista de su computadora, sus ojos verdes reflejando la luz de la pantalla. —Para ti, siempre.
Me sonrojé ligeramente y caminé hacia su escritorio, extendiendo los papeles. —Solo necesito que revises y firmes estos documentos para la presentación de mañana.
Tomó los papeles y comenzó a repasarlos rápidamente. Mientras lo hacía, no pude evitar notar cómo su mandíbula se tensaba ligeramente cada vez que estaba concentrado. Tenía esa mezcla perfecta de seriedad y amabilidad que lo hacía encantador. Cuando terminó, firmó con un gesto rápido y me devolvió los documentos.
—Gracias, Dave.
Él sonrió, inclinándose un poco hacia atrás en su silla. —No hay de qué, Ambar. Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, ¿verdad?
—Lo sé. —Le sonreí de vuelta, pero algo en su mirada me hizo sentir una pequeña descarga de electricidad. Salí de su oficina un poco más nerviosa de lo que había entrado, y no entendía exactamente por qué.
De vuelta a mi escritorio...
Pasé el resto de la tarde organizando la presentación con el equipo. Todos estábamos nerviosos, pero había una especie de energía colectiva que nos motivaba a dar lo mejor de nosotros. Esta era una oportunidad para la empresa, y todos queríamos hacerlo bien.
Una vez que revisé todos los detalles por última vez, me sentí más tranquila. Sabía que el equipo estaba preparado, y aunque faltaban unas horas cruciales para mañana, todo parecía estar bajo control. La presión seguía ahí, pero estaba segura de que lo lograríamos.
Horas despues.......
El reloj marcaba las seis de la tarde, y las luces del edificio comenzaban a apagarse poco a poco. El ambiente en la oficina se relajaba mientras los empleados recogían sus cosas para irse a casa, tras una jornada de preparación intensa. Yo estaba guardando mis archivos y cerrando la computadora, satisfecha con el trabajo del día. Sin embargo, sentía que aún había algo que me faltaba hacer, como si un detalle importante estuviera al borde de escaparse.
“Bueno, creo que eso es todo,” murmuré para mí misma, recogiendo los papeles que aún quedaban en mi escritorio.
Antes de que pudiera levantarme, escuché pasos firmes detrás de mí. Giré la cabeza y vi a Dave acercándose. Se veía un poco más serio de lo habitual, con las manos en los bolsillos y una ligera sombra de preocupación en sus ojos.
—Ambar, ¿tienes un minuto? —preguntó, con esa voz tranquila que siempre parecía tener todo bajo control.
—Claro, ¿todo bien? —respondí, dejando los papeles de nuevo sobre el escritorio.
Dave se apoyó en la esquina de mi mesa y soltó un suspiro, como si estuviera considerando cómo decir lo que estaba por venir.
—Acabo de recibir una llamada del directorio. —Se detuvo un segundo, sus ojos verdes recorriendo la oficina vacía como si estuviera evaluando cada palabra antes de decirla—. Hay un pequeño cambio de planes para mañana.
Lo miré con curiosidad, tratando de adivinar qué podía ser tan importante como para alterar el plan tan tarde en la noche.
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Editado: 27.04.2025