El Precio de tu Perdon

Capitulo 2

Ambar

La mañana comenzaba igual que cualquier otra, pero el aire en la oficina tenía algo distinto ese día. La energía era eléctrica, casi palpable. Los murmullos de los compañeros de trabajo flotaban por toda la planta, llenos de ansiedad y anticipación.

Era el día de la presentación ante los inversionistas.

Sabía que Dave había estado trabajando sin descanso en los últimos detalles de la propuesta, y cada uno de nosotros tenía asignado un papel en esa reunión. Como asistente, mi trabajo era preparar todos los materiales, asegurarme de que las presentaciones estuvieran en perfecto estado y que todo fluyera sin contratiempos. Pero había algo más que me inquietaba.

Los mensajes de Axel.

Casi podía escuchar la notificación que había recibido anoche. Uno más en la larga lista de súplicas que me había enviado durante las últimas semanas. Este en particular me había dejado con una mezcla de desconcierto y tensión, porque al final de su mensaje había escrito una frase que aún retumbaba en mi mente: "Nos veremos pronto... y no tienes idea de lo que tengo planeado."

Aunque siempre me resistía a responderle, la verdad es que sus palabras me habían robado una sonrisa, como solían hacerlo, a pesar del dolor y la rabia que aún sentía por su traición. No me podía permitir pensar en Axel justo ahora, cuando el equipo entero estaba contando conmigo para que todo saliera bien en esta presentación.

Intenté sacudirme la sensación extraña que me recorría el cuerpo y centrarme en lo que tenía que hacer.

Caminaba por la oficina mientras los demás seguían enfrascados en sus conversaciones sobre la presentación. Hoy no podía haber margen de error. Me acerqué a la sala de conferencias para revisar por última vez que todos los documentos estuvieran listos, y el proyector funcionara sin problemas.

—¿Lista para impresionar a los millonarios? —dijo Carla, una de mis compañeras, con una sonrisa nerviosa mientras revisaba su tablet.

—Tan lista como puedo estar —respondí, tratando de sonar más segura de lo que realmente me sentía. Mis manos temblaban levemente mientras colocaba las últimas copias impresas sobre la mesa de reuniones.

—¿Has visto a Dave hoy? —preguntó otra compañera, Jessica, mientras se acomodaba su chaqueta. Siempre tan perfecta, parecía que nada la afectaba, aunque hoy noté un ligero temblor en sus manos también. Todos estábamos sintiendo la presión.

—Está en su oficina revisando las notas finales —le contesté—. Parece tranquilo.

—Claro que lo está. Es Dave. Siempre lo tiene todo bajo control —Jessica suspiró, y asentí, aunque mi mente seguía dando vueltas a mil cosas, incluida la posibilidad de que algo saliera mal.

Unos minutos después, vi a Dave salir de su oficina con ese aire de seguridad que lo caracterizaba. Sus hombros anchos y su porte siempre llamaban la atención, pero hoy más que nunca, con todos esos nervios en el aire, su calma resultaba casi contagiosa.

—Ambar, ¿todo listo? —preguntó al acercarse.

—Sí, todo está preparado —respondí, tratando de sonar igual de tranquila.

—Confío en ti —dijo, dándome una sonrisa breve pero cálida. Esas palabras, simples pero sinceras, lograron calmar parte del nudo en mi estómago.

Siempre era así con Dave. De alguna manera, conseguía que las cosas parecieran menos graves de lo que eran, aunque mi mente seguía volviendo a esos mensajes de Axel, como si fueran un eco que no podía apagar.

Finalmente, llegó la hora de la presentación. Los inversionistas comenzaron a llegar poco a poco, y yo me aseguré de darles la bienvenida y ofrecerles un lugar en la sala de conferencias.

Mi corazón latía cada vez más rápido, pero intentaba concentrarme en mi trabajo. Sin embargo, nada me podría haber preparado para lo que pasó después.

Cuando llegó el último grupo de inversionistas, me giré para recibirlos, y mi respiración se detuvo por completo.

Axel King.

Él estaba allí, impecable en su traje oscuro, con esa expresión de absoluta confianza que siempre lo había caracterizado. Me miró directamente, una sonrisa lenta curvándose en sus labios, como si esto fuera solo una parte más de su plan.

No podía moverme. El impacto fue como un puñetazo en el estómago. Axel era el inversionista.

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Axel no apartaba la mirada de mí. Sentí como si el mundo se estrechara hasta un solo punto: él. Era como si, de repente, todo lo demás se desvaneciera en un susurro, y solo quedáramos nosotros dos, en un enfrentamiento invisible ante los ojos de los demás. Mi corazón latía tan fuerte que temí que alguien más pudiera escucharlo.

Me obligué a recomponerme, a seguir mi papel. Sabía que todos los ojos estaban sobre mí, pero el peso de su mirada era abrumador. Respiré hondo, tratando de mantener la compostura mientras saludaba al resto de los inversionistas. Mis manos temblaban, y por un segundo, dudé si podría soportar la tensión durante toda la presentación.

Axel avanzó junto a sus compañeros de negocio y tomó asiento en la mesa de conferencias. Seguía con esa sonrisa indescifrable, como si supiera algo que los demás no. Y probablemente lo hacía.

Me acomodé al fondo de la sala, mi sitio habitual cuando las reuniones grandes comenzaban. Desde allí, podía controlar la logística, los documentos, las presentaciones, todo... excepto el temblor incontrolable de mis manos y el caos que Axel había desatado dentro de mí.

Dave, en cambio, estaba imperturbable, como siempre. Comenzó su exposición con una seguridad que envidiaba. Había trabajado tan duro en esto, y yo no quería que nada, especialmente mi relación con Axel, lo arruinara. Pero era difícil ignorar la forma en que Axel parecía saborear cada palabra de Dave, sus ojos ocasionalmente buscando los míos como si supiera exactamente el efecto que estaba causando.

En un momento durante la presentación, Dave hizo una pausa para proyectar los gráficos y datos financieros en la pantalla. Era mi señal para adelantarme y ajustar el proyector. Pero cuando me puse de pie, sentí la mirada de Axel sobre mí como un peso tangible. Intenté ignorarlo mientras ajustaba la pantalla, pero mis manos no cooperaban. Noté que el cable estaba enredado, algo sencillo de resolver, pero el temblor en mis manos lo complicaba todo.




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