Narrador Omnisciente
Ambar caminaba de regreso a casa, su mente aún enredada en los eventos del día. La presentación había sido agotadora, y aunque su desempeño fue profesional y firme, no podía quitarse la sensación de incomodidad que le había dejado Axel. Sabía que en algún momento lo vería de nuevo, pero no esperaba que fuera tan pronto ni en un contexto tan crucial para su carrera.
Apretó los labios, recordando la mirada de Axel durante la reunión. ¿Qué estaba buscando realmente? ¿Era su presencia una coincidencia, o había algo más detrás de todo esto? Sabía cómo funcionaba el mundo de los negocios, pero con Axel, las cosas nunca eran tan simples.
El sol se estaba poniendo cuando finalmente llegó al edificio, y el familiar zumbido del portero no se escuchaba. “¿Dónde estará?” se preguntó, extrañada, mientras subía los escalones hacia su departamento. Al llegar al pasillo, se encontró con una escena peculiar: Kate estaba allí, conversando con el portero, quien sostenía unas llaves en la mano.
Ambos la miraron con expresiones de sorpresa cuando la vieron llegar. Ambar arqueó una ceja, confundida.
—¿Qué pasó? —preguntó, mirando de Kate al portero, que parecía algo incómodo.
—Ah... ya se mudó el nuevo vecino —dijo Kate, su tono intentando ser casual, pero había algo en su expresión que la delataba, como si ocultara algo.
—¿El nuevo vecino? —Ambar frunció el ceño. Sabía que el apartamento al final del pasillo había estado vacío por un tiempo, y recientemente había escuchado rumores de que se había vendido, pero no había prestado mucha atención al asunto. Sin embargo, la mirada esquiva de Kate le encendió las alarmas.
—Sí, parece que... —comenzó a decir Kate, pero se detuvo de repente. Justo en ese momento, las puertas del ascensor al final del pasillo se abrieron, y de ellas salió alguien que hizo que el corazón de Ambar se detuviera en seco.
Axel.
El hombre que había estado en sus pensamientos todo el día, el mismo que había aparecido como inversionista sorpresa en la reunión, ahora estaba frente a ella, en el lugar que menos esperaba. Llevaba una camiseta sencilla, con las mangas arremangadas, y una sonrisa ladina que Ambar conocía demasiado bien.
—Vaya, vaya —dijo Axel con una sonrisa de satisfacción, avanzando lentamente hacia ella. —¿Quién lo diría? Ahora somos vecinos.
Ambar sintió un escalofrío recorrerle la columna. Era como si el aire del pasillo se hubiera vuelto más denso, y cada paso que Axel daba hacia ella aumentaba la tensión.
—¿Qué... qué estás haciendo aquí? —preguntó, tratando de mantener la compostura, aunque su voz traicionó su confusión y enojo. Sabía que esto no era una coincidencia.
Axel se detuvo justo frente a ella, lo suficientemente cerca como para que Ambar pudiera oler el familiar aroma de su colonia. Su sonrisa era tan irritante como siempre.
—Compré el apartamento al final del pasillo —respondió con total naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo. —Pensé que sería una buena inversión... y qué casualidad que tú vivas aquí también.
Ambar sintió cómo se le revolvía el estómago. Esto no era una coincidencia, estaba claro. Axel estaba planeando algo. Siempre había sido calculador, y ahora estaba claro que no iba a rendirse fácilmente.
—No puede ser —murmuró, apartando la mirada por un segundo, intentando procesar lo que acababa de descubrir.
—Oh, sí puede ser, cariño —respondió Axel, inclinándose un poco hacia ella, sus ojos verdes centelleando con diversión. —Nos veremos todos los días ahora. No podrás ignorarme.
Kate, que había estado en silencio durante todo el intercambio, miró a Ambar con una mezcla de simpatía y curiosidad. Era evidente que se daba cuenta del drama que estaba a punto de desarrollarse.
Ambar respiró hondo, buscando la fuerza para no perder la calma frente a él. No iba a caer en su juego, no esta vez.
—No importa lo que hagas, Axel —dijo con una voz más firme de lo que se sentía por dentro. —No va a cambiar nada.
Axel soltó una risa suave, sacudiendo la cabeza.
—Ya veremos —respondió con un tono que casi parecía una advertencia disfrazada de broma. Luego miró a Kate y al portero, que aún observaban la escena con curiosidad. —Bueno, será mejor que termine de desempacar. Nos veremos pronto, Ambar.
Y con esa última frase, Axel desapareció detrás de la puerta de su nuevo apartamento, dejando a Ambar con un nudo en el estómago y una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar.
Kate se acercó a ella, con una mirada preocupada.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.
Ambar asintió, aunque no estaba segura de estar bien. Era obvio que Axel estaba decidido a quedarse cerca de ella, pero lo que más la inquietaba era lo mucho que, a pesar de todo, seguía sintiendo algo por él. Una parte de ella, la más profunda y traicionera, aún lo amaba.
Pero no podía permitirse caer en esa trampa otra vez.
No después de todo lo que había pasado.
Ambar
Ya dentro de mi departamento, cerré la puerta de golpe, apoyándome en ella mientras dejaba salir el aire que había contenido durante todo el encuentro con Axel. No podía creerlo. ¿Qué hacía él aquí, de todas las personas, de todos los lugares? ¡Era imposible! Mis pensamientos iban en todas direcciones mientras me dirigía hacia el sofá, agotada por la acumulación de emociones.
Me dejé caer, frotando mi frente con las manos, intentando calmar la tormenta interna. Todo había sido demasiado. Primero verlo en la presentación, luego descubrir que ahora sería parte de los inversionistas, y para colmo, ¡ahora era mi vecino! Mi vecino... Las palabras resonaban en mi cabeza como una broma cruel.
El sonido del teléfono me sacó de mi ensimismamiento. Al principio, pensé ignorarlo, pero algo en mí, una curiosidad incómoda, me hizo tomar el móvil. Era otro mensaje de Axel. Mi corazón dio un vuelco al verlo. Durante semanas, había estado mandándome mensajes, suplicando, rogando, y aunque la mayoría los leía con desdén, algunos me hacían sonreír por lo ridículos que eran. Pero este mensaje... este era diferente.
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Editado: 05.05.2025