Narrador Omnisciente
Desde el momento en que Axel apareció en la presentación de los inversionistas, algo en la vida de Ambar comenzó a desmoronarse. No era solo la sorpresa de verlo de nuevo después de tanto tiempo, sino la incomodidad que le producía saber que, de alguna manera, estaba constantemente cerca. Demasiado cerca.
Cada día parecía que había más coincidencias. Al principio, pensó que era pura casualidad, pero pronto se dio cuenta de que Axel estaba en todas partes. Lo vio en la tienda de la esquina, comprando café justo cuando ella pasaba a recoger algo. Lo cruzaba en los pasillos del edificio, intercambiando apenas una mirada, y sentía su presencia en cada rincón. Aunque trataba de ignorarlo, había algo en su cercanía que le provocaba una mezcla de emociones que no lograba descifrar del todo.
Aquella tarde, mientras volvía a casa después de un largo día de trabajo, notó que Axel caminaba a unos metros de distancia, pero no intentó acercarse. Solo estaba allí, en su campo de visión, como si fuera parte de su rutina. Su mente se llenó de preguntas: ¿Era una coincidencia o lo hacía a propósito? ¿Intentaba retomar el control sobre su vida, o realmente quería enmendar lo que había hecho?
Ambar intentó no pensar demasiado en ello. Entró al edificio y saludó brevemente al portero, aunque la sensación de que alguien la seguía no desapareció. Se metió rápidamente en el ascensor, agradeciendo el breve respiro de estar sola, al menos por unos segundos. Pero la realidad era que, aunque estaba molesta con Axel por todo lo que pasó, una parte de ella aún lo recordaba con cariño.
No podía evitarlo.
La puerta del ascensor se cerró lentamente, y en su mente comenzaron a surgir los recuerdos. De las noches que pasaron juntos, de las sonrisas cómplices, de los momentos en que realmente creía que él era el hombre de su vida. Ahora, esa idea parecía tan lejana y al mismo tiempo tan presente.
Al llegar a su piso, salió del ascensor y, para su sorpresa, ahí estaba él otra vez. Esta vez, esperándola en el pasillo.
"¿Qué haces aquí?", preguntó Ambar, incapaz de esconder su sorpresa.
Axel se encogió de hombros con una sonrisa tranquila. "Solo coincidencias, ¿no?"
Ambar salió del ascensor con el ceño fruncido, tratando de no perder la calma. Era como si no hubiera lugar en el mundo donde no se topara con Axel últimamente, y cada vez que lo veía, su irritación crecía un poco más. Cuando las puertas del ascensor se abrieron en su piso, ahí estaba, parado con una sonrisa ladeada, apoyado en el marco de la puerta de su nuevo departamento.
"Vaya, parece que siempre estamos en sincronía," dijo Axel con ese tono de falsa casualidad que ya empezaba a volverse una costumbre.
Ambar lo miró con una mezcla de incredulidad y fastidio. "No tienes nada mejor que hacer que aparecerte en todos lados donde voy?"
Axel soltó una suave risa, pero en lugar de responder directamente, caminó hacia ella. "De hecho, tengo algo que decirte." Su mirada chispeante la puso aún más nerviosa.
"¿Qué cosa? ¿Que ahora también vas a controlar cuándo subo o bajo al ascensor?" replicó Ambar, cruzándose de brazos en un intento de mantener la distancia emocional.
Axel la miró divertido, pero sus palabras siguientes borraron cualquier atisbo de humor en Ambar. "Hoy fue un día importante para mí. Finalmente firmé todos los documentos para convertirme en uno de los inversionistas principales del proyecto."
Ambar sintió un nudo en el estómago. Sabía que Axel estaba cerca de cerrar el trato, pero escuchar que ya era oficial no la preparó para lo que vino después.
"Y como parte de mis condiciones," continuó Axel, con un tono de voz más bajo, más íntimo, "le pedí a Dave que me asignara una asistente personal... Alguien en quien pueda confiar completamente."
Ambar frunció el ceño, desconcertada, pero antes de que pudiera preguntar, Axel añadió, "Adivina quién es esa persona."
La sangre de Ambar pareció congelarse. "No puede ser..."
"Oh, sí. Tú." Axel sonrió con una satisfacción descarada. "Dave accedió sin problema. Dijo que confiaba en ti lo suficiente como para que trabajes directamente conmigo."
Ambar se quedó muda, incapaz de creer lo que estaba escuchando. Todo esto había sido planeado, cada movimiento calculado por Axel para estar cada vez más cerca de ella. Primero el departamento, luego la oficina, y ahora... esto.
"¿Estás loco?" finalmente espetó, sin poder contenerse. "No voy a ser tu asistente, Axel."
Él solo se encogió de hombros, como si no fuera la gran cosa. "Ya está hecho. Puedes discutirlo con Dave si quieres, pero sabes que él nunca revocaría esa decisión. Y, honestamente, me parece que será interesante... Trabajar juntos, lado a lado."
"¿Interesante?" Ambar apenas podía contener su rabia. "Esto es... ¡Esto es una invasión!"
Axel sonrió, claramente disfrutando de la reacción que había provocado. "No lo veas así. Solo quiero estar cerca de ti... y de nuestro hijo. No puedo perderte, Ambar."
"¡Estás loco!" repitió ella, con las manos temblando de rabia. Pero antes de que pudiera seguir desahogándose, Axel dio un paso atrás, levantando las manos en un gesto de paz.
"Tranquila. No estoy aquí para pelear." Luego se giró hacia la puerta de su departamento y, con una última mirada divertida, añadió, "Nos veremos mañana. Buenas noches, vecina."
Y con eso, Axel entró en su departamento, dejándola en el pasillo, atónita y con el corazón acelerado, mientras sus palabras aún resonaban en su mente.
"Vecina," murmuró Ambar, incrédula. ¿Cómo había llegado a esto?
***
Al día siguiente, Ambar llegó a la oficina con el mismo sentimiento de frustración que llevaba acumulando desde que Axel había reaparecido en su vida. En cuanto cruzó la puerta, lo vio en el lobby, hablando con Dave Simons y algunos de los otros ejecutivos. Intentó pasar desapercibida, pero sintió su mirada fija en ella desde el otro lado del salón.
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Editado: 05.05.2025