Ambar
Mi corazón latía a mil por hora. No sabía si era por el baile, por el dolor que sentía cada vez que veía a Axel, o por la sensación de poder que estaba comenzando a recorrerme. Las palabras de Dave resonaban en mi cabeza. Si Axel realmente quería recuperarme, tendría que demostrarlo. Y esta vez, yo pondría las reglas del juego.
Después de la fiesta, Axel me encontró en el jardín de la empresa, donde el aire nocturno aún estaba cargado de la energía del evento. Lo vi caminar hacia mí, su expresión seria, con los ojos llenos de arrepentimiento.
—Ambar —dijo suavemente, su tono lleno de culpabilidad—. Lo siento por lo que pasó esta noche. No es lo que piensas…
—¿De verdad? —lo interrumpí, cruzándome de brazos. Esta vez, no iba a dejar que sus disculpas me suavizaran como antes—. Porque lo que vi fue bastante claro, Axel. Dejas que esa mujer, Alice, te coquetee como si yo no existiera.
Él dio un paso más cerca, sus manos alzándose en gesto de súplica.
—No fue así. Te lo juro. No estoy interesado en ella ni en ninguna otra mujer. La única persona que me importa eres tú, Ambar. Siempre lo has sido.
Sentí una punzada en el corazón, pero esta vez no iba a caer tan fácilmente. Respiré hondo y recordé el consejo de Dave: "Haz que se gane tu perdón."
—¿Sabes qué, Axel? —dije, levantando la barbilla con decisión—. Ya no creo en tus palabras. He pasado demasiado tiempo escuchando tus promesas vacías. Y hoy, cuando tuviste la oportunidad de demostrarme que realmente te importo, no lo hiciste. Te dejaste distraer por Alice, y eso es suficiente para que no pueda perdonarte.
Los ojos de Axel se abrieron con sorpresa. Pude ver el dolor y la desesperación en su rostro, y una parte de mí disfrutó ver que estaba finalmente sintiendo lo que yo había sentido tantas veces. Esta vez, yo tenía el control.
—Ambar, por favor… —su voz sonaba rota, y dio otro paso hacia mí, extendiendo la mano—. Haré lo que sea para que me perdones. Te lo juro.
Mi corazón dio un vuelco, pero mantuve mi compostura. Este era el momento. Si él realmente quería una segunda oportunidad, iba a tener que ganársela.
—¿Lo que sea? —pregunté, mirándolo directamente a los ojos.
Axel asintió con firmeza, sin dudarlo ni un segundo.
—Cualquier cosa. Solo dime qué tengo que hacer. Lo haré.
Me quedé en silencio por un momento, evaluando mis opciones. Esto era exactamente lo que había esperado, y ahora que tenía la oportunidad, no iba a desperdiciarla.
—De acuerdo —dije lentamente, caminando hacia él con calma—. Si quieres que te perdone, vas a tener que seguir al pie de la letra una lista de cosas que te voy a pedir. Si puedes hacerlas todas, tal vez consideré darte una segunda oportunidad.
Vi la confusión y el interés en su rostro. Axel siempre había sido un hombre decidido, acostumbrado a conseguir lo que quería. Pero esta vez, yo sería la que lo guiaría.
—¿Una lista? —preguntó, levantando una ceja.
—Sí —respondí con un toque de diversión en mi voz—. Y no te voy a facilitar las cosas. Vas a tener que ganártelo todo, Axel. No solo mi perdón, sino también la oportunidad de que volvamos a estar juntos.
El brillo en sus ojos se intensificó. Pude ver la determinación en su rostro. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa.
—Dime qué tengo que hacer —dijo, con su voz firme pero con una chispa de emoción en sus palabras.
—Primero, —dije, mirando hacia el cielo y fingiendo pensar—, vas a tener que dejar de insistir en tus disculpas. Si realmente estás arrepentido, vas a demostrarlo con acciones, no con palabras. Ya he escuchado suficiente.
Asintió de inmediato, sus ojos fijos en mí, esperando más.
—Segundo, vas a hacer lo que te pida sin hacer preguntas. No voy a aceptar excusas ni explicaciones. Si digo que hagas algo, lo haces. ¿Entendido?
—Entendido —respondió, con una sonrisa que comenzaba a aparecer en sus labios. Podía ver que disfrutaba el desafío.
Perfecto.
—Y tercero… —me acerqué un poco más, hasta que nuestras miradas se encontraron de cerca—, vas a dejar de verme como si todo estuviera bien entre nosotros. Porque no lo está, Axel. No te he perdonado, y hasta que lo haga, no vas a tener el lujo de relajarte.
Vi cómo sus manos se tensaban a los costados, pero mantuvo su mirada fija en la mía.
—Haré lo que sea necesario —repitió, con esa convicción que me hacía tambalear por dentro.
—Lo veremos —respondí, sonriendo con una mezcla de diversión y desafío—. Voy a entregarte la lista mañana. Espero que estés listo.
Me di la vuelta para irme, pero antes de que pudiera dar un paso, sentí su mano en mi muñeca, deteniéndome.
—Ambar, —su voz era suave, casi un susurro—, no sabes cuánto te he echado de menos.
El impacto de sus palabras resonó en mí, pero no me giré. No todavía.
—Entonces demuéstralo, Axel —murmuré, soltando mi muñeca de su agarre—. Demuéstralo.
Esa noche, cuando volví a casa, no podía dejar de pensar en Axel y en la lista que tenía que crear. ¿Qué iba a pedirle exactamente? Podía sentir que el juego apenas comenzaba, y aunque parte de mí disfrutaba del control que ahora tenía, otra parte sabía que el perdón que él buscaba no iba a ser tan fácil de obtener.
Pero, ¿qué iba a hacer? ¿Realmente podría perdonarlo? Eso aún no lo sabía. Pero si algo estaba claro, es que iba a hacerle trabajar para ganárselo.
***
El sonido insistente de mi teléfono despertador era la única compañía que tenía en las mañanas. O al menos, lo había sido hasta ahora. Mientras me cepillaba el cabello frente al espejo, tratando de mantener el control sobre los pensamientos que seguían dando vueltas en mi mente, escuché una vibración en la puerta. No, un golpe.
Axel.
Rodé los ojos, intentando mantener la calma. No había forma de evitarlo; ahora éramos compañeros de trabajo. Mi "jefe". Y, además, él había dejado claro que no iba a darme espacio. No después de lo que había pasado la noche anterior. Me miré al espejo una última vez y suspiré. No estaba preparada para enfrentar otra mañana de tensión, pero tampoco iba a dejar que Axel ganara esta batalla.
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Editado: 05.05.2025