Ambar
El viaje a la isla había resultado más intenso de lo que esperaba. Tener a Axel cerca todo el tiempo y, además, compartir una habitación no estaba en mis planes iniciales. Sin embargo, lo que más me sorprendía era lo atento que se había vuelto de un momento a otro. Axel, el mismo que antes no me había dado razones suficientes para quedarme, ahora no solo quería estar cerca, sino que parecía realmente preocupado por cada pequeño detalle... especialmente sobre el embarazo.
Esta mañana, mientras desayunábamos en la pequeña terraza con vistas al mar, él me sorprendió otra vez. Yo apenas estaba disfrutando de mi café, tratando de ignorar su presencia, cuando de repente dejó el tenedor a un lado y me miró directamente.
—¿Has ido a todas tus citas médicas? —preguntó sin rodeos.
Levanté la vista, algo desconcertada. No me esperaba esa pregunta, y mucho menos en medio de un desayuno tan pacífico.
—¿Perdón? —dije, con la taza aún en la mano.
Axel se inclinó un poco hacia adelante, apoyando los codos en la mesa mientras me observaba con esa mirada seria, la misma que usaba cuando quería controlar cada situación.
—Tus citas médicas. Quiero asegurarme de que el bebé esté bien... y de que tú estés bien.
No supe cómo responder al principio. Axel no era precisamente el tipo de hombre que hacía ese tipo de preguntas. Antes de la ruptura, no lo había visto mostrar este interés tan detallado por nada relacionado con el bebé. Así que, ¿de dónde venía todo esto?
—He ido a todas mis citas —respondí finalmente, tratando de mantener la voz tranquila—. Todo está bien, Axel. El bebé está creciendo como debe.
Él asintió, pero no parecía satisfecho con mi respuesta. Algo en su expresión me decía que no iba a dejar el tema así de fácil.
—¿Y cómo te estás cuidando? —insistió—. ¿Qué estás comiendo? ¿Estás tomando todo lo que necesitas? Porque si no, lo mejor sería que...
—Axel, por favor —lo interrumpí, poniendo mi taza sobre la mesa con más fuerza de la que pretendía—. No necesito que te conviertas en mi médico de repente. Sé cuidarme y sé lo que necesita el bebé. He estado bien hasta ahora sin tu ayuda, ¿no?
Vi cómo su mandíbula se tensaba. Sabía que mis palabras habían sido más duras de lo que pretendía, pero no podía evitarlo. Aún me costaba entender este nuevo lado protector de Axel, cuando durante meses me había sentido sola en esta situación.
—No se trata solo de eso —dijo finalmente, bajando la voz, como si intentara controlar la frustración que claramente estaba sintiendo—. Solo quiero asegurarme de que estás bien. No quiero que te falte nada. Ni a ti, ni al bebé.
Suspiré, sintiéndome algo culpable por haber saltado tan rápido a la defensiva. Pero era difícil bajar la guardia cuando aún llevaba la carga de todo lo que había sucedido entre nosotros.
—Estoy bien —repetí, más suave esta vez—. Pero agradezco tu preocupación.
Axel asintió, pero aún no parecía completamente convencido. Sabía que quería decir más, pero se contuvo. Podía sentir cómo seguía analizando cada detalle de lo que hacía o decía, como si estuviera buscando alguna señal de que no estaba tan bien como afirmaba.
Después de unos minutos de silencio incómodo, me volví a concentrar en mi desayuno, esperando que el tema quedara cerrado. Pero, por supuesto, Axel no había terminado.
—He estado investigando sobre el embarazo —dijo de repente, con ese tono casual que utilizaba cuando no quería admitir que había hecho algo importante.
Lo miré con una ceja levantada, realmente sorprendida esta vez.
—¿Investigando? —repetí, casi riendo.
Axel asintió, sin el menor indicio de vergüenza. Parecía completamente serio, como si fuera lo más normal del mundo que él, de todos los hombres, se hubiera puesto a leer sobre algo tan personal como el embarazo.
—Quiero estar al tanto de todo. Quiero asegurarme de que no te falte nada, y de que el bebé esté bien cuidado. Leí que hay ciertos alimentos que deberías evitar y otros que deberías comer más —continuó, como si estuviera recitando un manual—. También mencionaban algo sobre suplementos que podrías necesitar... si no los estás tomando ya.
Me quedé callada un momento, asimilando lo que acababa de decir. Este no era el Axel que conocía. No era el hombre despreocupado y arrogante que solía ser, sino alguien que, aunque aún mantenía su actitud dominante, parecía genuinamente interesado en estar presente para mí y para el bebé.
—¿De verdad has estado leyendo sobre esto? —pregunté, aún sorprendida.
—Sí. No puedo dejar que te falte nada. Y si hay algo que necesitas, quiero que me lo digas. No voy a permitir que enfrentes esto sola.
Sus palabras me desarmaron por completo. Por un momento, sentí cómo mi corazón se ablandaba un poco más. Pero no podía dejar que eso me confundiera. A pesar de todo, aún estaba protegiendo mis emociones.
—Aprecio el esfuerzo —respondí con una sonrisa leve—. Pero no te preocupes tanto. El bebé y yo estamos bien. No tienes que hacer esto.
Axel me miró fijamente, como si intentara medir cuán en serio estaba con mis palabras.
—Sí, lo hago —dijo finalmente—. Tengo que hacerlo.
Y con esa frase, entendí que, aunque intentara poner distancia, Axel estaba más decidido que nunca a ser parte de esto. Y tal vez, solo tal vez, parte de mí empezaba a aceptarlo.
***
El aire en Mystikós estaba cargado de humedad, y la selva tropical que nos rodeaba parecía cada vez más densa a medida que avanzábamos por los estrechos senderos. El guía turístico nos había advertido que sería una caminata difícil, pero nadie estaba preparado para lo que nos esperaba.
Axel caminaba justo detrás de mí, lo suficientemente cerca como para sentir su presencia. Su respiración era tranquila, como si no le costara nada mantener el ritmo, mientras yo, por otro lado, trataba de no tropezar con cada piedra que aparecía en mi camino. Lo peor era que, debido al espacio reducido, cada vez que alguien se detenía o tropezaba, el resto del grupo tenía que hacer lo mismo, causando un efecto dominó que me ponía de los nervios.
#749 en Novela romántica
#306 en Chick lit
novelaromantica, segunda oportunidad drama, reconciliacion y amor
Editado: 05.05.2025