El Precio de tu Perdon

Capitulo 12

El ambiente en la isla era relajado, las risas y las conversaciones llenaban el aire a medida que el equipo disfrutaba de una merecida convivencia después de un día agotador pero productivo. La música suave acompañaba el sonido de las olas que golpeaban suavemente la orilla, creando una atmósfera casi perfecta. La mesa estaba llena de comida, copas de vino y bebidas alcohólicas. Todos parecían soltarse con la euforia de la jornada.

Ambar estaba sentada al final de la mesa, con un vaso de jugo de naranja en la mano, sintiendo el peso del cansancio sobre sus hombros. Sonrió al ver a sus compañeros bromeando y hablando en voz alta, pero sus ojos no podían evitar buscar a Axel. Él estaba cerca, no demasiado lejos, asegurándose de que nada le faltara, como si su presencia fuera una sombra protectora a su alrededor.

Cada vez que alguien le ofrecía una copa de vino o un cóctel, Axel intervenía con una sonrisa suave pero firme, dejando claro que Ambar debía seguir con su jugo.

—No quiero que el bebé termine ebrio —dijo Axel con una media sonrisa, guiñándole un ojo mientras apartaba otra copa que alguien había dejado frente a ella. Ambar rodó los ojos, pero no pudo evitar sentir una pequeña chispa de calidez ante la atención de Axel.

A medida que la noche avanzaba, los otros miembros del equipo comenzaron a sucumbir al alcohol. Las bromas subieron de tono, las carcajadas resonaron más alto, y varios ya habían comenzado a tambalearse en sus asientos.

Ambar dejó escapar un suave bostezo, cubriéndose la boca rápidamente, pero Axel lo notó al instante. Se inclinó hacia ella, su voz baja pero llena de determinación.

—Es hora de que descanses —dijo, inclinándose lo suficiente para que solo ella pudiera escuchar—. No tienes que quedarte aquí si no quieres.

—Pero los demás aún están disfrutando —respondió Ambar, intentando disimular su cansancio—. No quiero parecer aguafiestas.

Axel negó con la cabeza, mirándola con esa mezcla de firmeza y suavidad que la desarmaba.

—Ellos pueden seguir bebiendo toda la noche si quieren. Tú y el bebé necesitan descansar —dijo, y sin esperar más, se levantó—. Vamos, te llevaré a la habitación.

Ambar dudó un segundo, pero finalmente asintió, agradecida de que él la comprendiera sin necesidad de explicaciones. Se levantó lentamente, sintiendo cómo sus músculos se tensaban después del largo día. Axel tomó su mano, ayudándola a caminar entre las mesas y las sillas sin tropezar.

Cuando llegaron a la habitación, Axel abrió la puerta y la condujo suavemente hacia adentro. El silencio del cuarto era un contraste total con el bullicio que habían dejado atrás.

—Gracias por cuidar de mí esta noche —dijo Ambar mientras se sentaba en la cama, sintiéndose extrañamente vulnerable al estar a solas con Axel.

Axel, que estaba a punto de cerrar la puerta, se giró y la miró con una intensidad que hizo que su corazón se acelerara. Se acercó, tomando una silla y colocándola frente a ella.

—Siempre te cuidaré, Ambar. A ti y a nuestro hijo —dijo, con una sinceridad que hizo que ella bajara la mirada, incómoda pero tocada por sus palabras.

Se quedó en silencio unos segundos, intentando procesar lo que él acababa de decir. Pero antes de que pudiera responder, Axel continuó.

—Sé que todavía tienes dudas sobre mí... —Su voz sonaba más suave, como si él mismo cargara con el peso de esas palabras—. Pero estoy aquí. Y no me voy a ir.

Ambar lo miró, sintiendo una mezcla de emociones que no podía definir del todo. Parte de ella quería resistirse, mantener su distancia. Pero otra parte, una parte más profunda, se sentía segura con él cerca. Como si por un breve momento, todo pudiera estar bien.

—Lo sé —murmuró, finalmente, sin poder evitar la pequeña sonrisa que se formó en sus labios—. Estás sumando puntos, Señor King.

Axel soltó una risa baja, genuina, y se inclinó un poco más cerca.

—Espero seguir sumando más. No me pienso rendir.

La luz tenue de la habitación bañaba a Ambar en suaves sombras mientras se acomodaba en la cama. Sus párpados se sentían pesados, y el cansancio empezaba a vencerla. Axel, siempre atento, notó su incomodidad antes de que ella lo mencionara.

—Deberías relajarte —le dijo en voz baja, arrodillándose junto a la cama, sus ojos fijos en los suyos—. Estás tensa.

Ambar se removió un poco, tratando de disimular, pero era cierto. Entre el agotamiento físico y el emocional, sentía que su cuerpo la traicionaba.

—Es normal, ¿no? Estoy embarazada. —Trató de bromear, pero su voz sonó más suave de lo que pretendía.

Axel se sentó en el borde de la cama, sus manos fuertes acariciando suavemente sus hombros, haciendo círculos lentos que aliviaban la tensión. El calor de su toque comenzó a relajarla, y aunque al principio pensó en detenerlo, no pudo evitar dejarse llevar. Las emociones la invadían, el cansancio, las hormonas, y el hecho de que Axel estuviera ahí, cuidando de ella, le hacía aún más difícil mantener la barrera que había construido.

—Deja que te ayude —susurró Axel, inclinándose un poco más para comenzar a masajearle la espalda—. No tienes que hacerlo todo sola, Ambar.

Ella cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, sintiendo cómo sus músculos se iban soltando bajo sus manos. Una parte de ella quería resistirse a todo esto, mantener la guardia alta. Pero había algo en la ternura de Axel, en la forma en que sus manos fuertes, pero gentiles, se movían sobre su piel, que la hacía querer ceder. Le costaba resistirse, más aún cuando cada toque parecía hablar de una promesa no dicha.

—Axel... —murmuró, queriendo decir algo, pero sin saber cómo continuar.

—Shh —la interrumpió suavemente—. Solo relájate. Estás segura conmigo.

Sus palabras la envolvieron, y aunque había tantas razones por las que no debía confiar en él, en ese momento, su cuerpo y su corazón traicionaban su razón. Sintió cómo sus hombros se relajaban completamente, sus pensamientos se volvían cada vez más difusos mientras el agotamiento la arrastraba hacia el sueño.




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