El Precio de tu Perdon

Capitulo 15

Axel

La noche había caído sobre el resort, y tras un largo día de recorridos, carreras, y... perder a Ambar por un momento de puro pánico, finalmente la calma había vuelto. Nos habíamos despedido del equipo, entre risas y bromas, mientras cada uno se retiraba a sus habitaciones para descansar.

Pero yo no había olvidado algo importante.

Caminé hacia Dave, que estaba al borde de su habitación, y le di una palmada en la espalda.

—Oye, amigo —le dije con una sonrisa medio burlona—, creo que me debes algo, ¿no?

Dave levantó una ceja, fingiendo no entenderme, pero la sonrisa juguetona en su rostro lo delataba. Finalmente, sacó de su bolsillo un juego de llaves y me las entregó.

—Todo está listo. —Me guiñó un ojo, como si estuviéramos conspirando algo grande—. Considera esto un favor que te cobraré más adelante.

Reí, negando con la cabeza. Sabía que Dave me estaba ayudando, y en cierto modo, aceptaba que no lo hacía solo por deber. Aunque no fuera el tipo de hombre que se involucrara demasiado, siempre había tenido una mano amiga para Ambar y para mí.

—Gracias —le dije, y con un rápido movimiento, tomé la mano de Ambar, quien me miraba con una mezcla de curiosidad y sorpresa.

—¿A dónde me llevas? —preguntó, con ese tono juguetón que tanto me gustaba.

—Ya lo verás.

Caminamos juntos hasta la cabaña VIP. El lugar estaba más apartado, rodeado por árboles altos y un aire de privacidad que resultaba perfecto. Cuando abrí la puerta y encendí las luces, vi la expresión de Ambar cambiar en un instante.

El interior de la cabaña estaba decorado de una forma que no esperaba: rosas rojas adornaban cada rincón, velas delicadamente posicionadas daban una luz cálida y romántica. Y lo más importante, en el centro de todo, una mesa para dos repleta de comida y bocadillos. Vi cómo sus ojos se iluminaron al ver la cantidad de comida. Con el embarazo, sabía lo que significaba para ella un festín así.

—Axel... —susurró, mirando todo el escenario.

Me acerqué por detrás y la rodeé con mis brazos, descansando mi barbilla sobre su hombro.

—¿Te gusta? —le susurré, saboreando el dulce momento en que podía verla impresionada.

—Me encanta —respondió ella, con un toque de emoción en su voz—. No puedo creer que hayas hecho todo esto.

—Bueno, técnicamente lo hizo Dave —me reí—, pero la idea fue mía. Quería que esta cena fuera especial para ti.

Ambar se dio la vuelta en mis brazos, mirándome con una expresión que hacía que todo el esfuerzo valiera la pena.

—Puntos para ti, señor King. Estás sumando —me dijo, con una sonrisa pícara.

Le devolví la sonrisa, pero mis pensamientos iban más allá. La miré, absorto en su belleza, en su fortaleza, en lo que significaba para mí. Ella, que con un solo gesto podía derrumbar mis defensas más duras. Ella, que me había dado una razón para ser más que el CEO arrogante y mujeriego que solía ser.

—Vamos, siéntate. —Le ofrecí una silla y me aseguré de que estuviera cómoda antes de sentarme frente a ella—. Quiero que disfrutes de todo esto.

Mientras comíamos, la conversación fue ligera, pero cada palabra de Ambar me llegaba de una manera que no podía explicar. Me daba cuenta de cuánto había cambiado por ella. Solía ser un hombre que no pensaba en nada más que en el siguiente éxito, en la siguiente conquista. Ahora, todo lo que me importaba era su felicidad y la de nuestro hijo.

Había un silencio cómodo entre nosotros, solo roto por el sonido de los bocados y los pequeños suspiros de satisfacción de Ambar. Su placer al comer era evidente, y yo simplemente disfrutaba observándola.

El silencio se alargó cuando la vi comenzar a relajarse, apoyando la cabeza en la mesa, con una mano sobre su vientre.

—¿Estás cansada? —pregunté, moviéndome para sentarme junto a ella.

Ella asintió ligeramente.

—Un poco, pero esto fue... increíble. —Su mirada se posó en la mía, y por un segundo, sentí que bajaba la guardia, como si las barreras que había construido comenzaran a desmoronarse.

La ayudé a levantarse y la llevé hacia la cama, asegurándome de que estuviera cómoda antes de tumbarme junto a ella. No había necesidad de palabras en ese momento. Solo quería que supiera que estaba ahí, que siempre lo estaría.

Cuando se quedó dormida, no pude evitar quedarme a su lado, observando su rostro relajado. Mi mente divagó en mil pensamientos: el bebé, el futuro, todo lo que podía llegar a ser si me daba otra oportunidad. Y aunque sabía que el camino no sería fácil, estaba dispuesto a luchar cada día por ella, por nosotros.

La idea de perderla, o de perder lo que estábamos construyendo, simplemente no era una opción. Ambar era mía, y no dejaría que nadie ni nada se interpusiera en mi camino.

"Te amo", pensé mientras la veía dormir. Mis pensamientos se llenaron de un amor profundo y posesivo. Ella era mi todo, y haría lo que fuera necesario para que lo supiera, para que nunca dudara de lo que significaba para mí.

La cabaña estaba sumida en el silencio, roto solo por el suave susurro del viento entre las hojas de los árboles y el ritmo tranquilo de la respiración de Ambar mientras dormía. El tenue brillo de las velas iluminaba su rostro, relajado y en paz, mientras yo la observaba sin apartar los ojos.

No podía dormir. No porque estuviera incómodo, sino porque no quería perderme ni un segundo de este momento. Ambar, la mujer que me había transformado, que me había dado un propósito que nunca supe que necesitaba. Y ahora, estábamos aquí, juntos, esperando la llegada de nuestro hijo.

Con cuidado, me acomodé a su lado, girando para verla más de cerca. Su respiración era suave, y por un momento me pregunté en qué estaría soñando. ¿Tal vez en el futuro? ¿En nuestro bebé? Quería creer que en sus sueños no había sombras del pasado, solo momentos brillantes como este.

Justo cuando estaba a punto de cerrar los ojos, sentí que Ambar se movía. Sus párpados temblaron antes de abrirse lentamente, y nuestros ojos se encontraron en la oscuridad. No hubo necesidad de palabras al principio; en ese instante, era como si el mundo desapareciera, y solo estuviéramos nosotros dos, en esta pequeña burbuja que habíamos creado.




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