El sonido de la lluvia golpeaba suavemente contra las ventanas de la mansión de los Kane. Dentro, el ambiente era tenso. En el estudio principal, iluminado solo por la luz suave de las lámparas, se encontraban dos hombres de negocios, serios, acostumbrados a cerrar tratos que movían mercados y fortunas. El Sr. Kane, con su porte firme, estaba sentado detrás de su amplio escritorio de caoba. Enfrente, Robert Williams, padre de Alice, se inclinaba hacia adelante, con una sonrisa calculadora en los labios.
—He venido a hacerte una propuesta —dijo Robert, cruzando las manos frente a él—. Una que puede beneficiar a ambos.
El Sr. Kane lo observó con frialdad, como si evaluara cada palabra antes de procesarla. Era un hombre que no perdía el tiempo con frivolidades, y Robert lo sabía.
—¿Qué tipo de propuesta? —preguntó finalmente, levantando una ceja.
Robert se recostó en la silla, dejando que el silencio tomara la sala por unos momentos. Estaba disfrutando del momento, saboreando el poder que sentía al tener algo que, según él, la familia Kane necesitaba.
—He estado observando el mercado y he notado que, aunque Kane Enterprises ha mantenido una posición sólida, hay un par de movimientos estratégicos que podrían beneficiarlos mucho más. Mi empresa está a punto de expandirse en Asia, pero para hacerlo necesito un socio... un aliado confiable.
El Sr. Kane no dijo nada, pero sus ojos se entrecerraron, indicándole a Robert que continuara.
—Nuestra alianza no solo fortalecería nuestras compañías en el mercado global —prosiguió Robert—, sino que también sería una unión familiar.
El silencio se hizo más denso.
—¿De qué hablas? —preguntó el Sr. Kane finalmente, con voz baja y controlada.
—De un matrimonio —dijo Robert con firmeza—. Entre mi hija, Alice, y tu hijo, Axel.
La propuesta cayó como una bomba en la habitación. El Sr. Kane se quedó quieto por un momento, y aunque su rostro no mostró ninguna emoción inmediata, sus manos se tensaron sobre el escritorio.
—Alice es una joven encantadora, y según me ha dicho, está interesada en Axel —continuó Robert—. Creo que sería una unión estratégica ideal. Ambos unirían nuestras familias y, con el tiempo, nuestras empresas. Imagínalo: una sola fuerza, con un poder inigualable en los mercados internacionales.
El Sr. Kane se levantó lentamente de su asiento y caminó hacia la ventana, mirando la lluvia caer. La idea no le disgustaba en absoluto. Sabía que el mercado era despiadado y que las alianzas familiares seguían siendo, a menudo, las más fuertes. Sin embargo, había algo que le preocupaba. Su hijo Axel era obstinado, y la reciente relación que había tenido con Ambar... aquello no había terminado bien. No estaba dispuesto a otro escándalo.
—Tu hija es joven y hermosa —dijo finalmente el Sr. Kane, dándose la vuelta para enfrentar a Robert—. Y no niego que una unión de nuestras familias sería beneficiosa. Pero Axel... ya hemos tenido problemas con... mujeres en su pasado.
Robert sonrió, satisfecho.
—Ambar, ¿verdad? He oído rumores. Pero no te preocupes. Alice no es como ella. No será un problema.
El Sr. Kane volvió a su escritorio, su mente calculadora comenzando a trabajar. Un matrimonio arreglado solucionaría varios problemas. Si Axel se comprometía con Alice, la situación con Ambar quedaría enterrada de una vez por todas. Además, Alice venía de una familia de prestigio. No sería un mal partido.
—Lo discutiré con mi esposa —dijo finalmente el Sr. Kane, tomando asiento de nuevo—. Pero me interesa.
Robert asintió, satisfecho de haber plantado la semilla que, en su mente, pronto daría fruto.
—No esperaría menos de un hombre de tu inteligencia. Espero que podamos avanzar en esta... unión lo antes posible.
El Sr. Kane asintió, pero en el fondo de su mente, algo le decía que Axel no sería fácil de convencer. Sin embargo, los intereses de la familia siempre estaban por encima de todo.
***
La tarde estaba tranquila en la lujosa sala de los Williams. Los grandes ventanales dejaban entrar la luz del sol, iluminando el espacio perfectamente decorado con muebles elegantes y obras de arte exclusivas. Alice estaba sentada cómodamente en un sillón, sosteniendo una taza de café entre las manos, con una expresión de satisfacción en el rostro. Frente a ella, su padre, Robert, bebía su propio café, observando a su hija con atención.
—Sabes, papá —comenzó Alice, con una sonrisa juguetona—, he estado pensando en todo esto de Axel. No solo es el hombre más guapo que he visto en mi vida, sino que también es perfecto para nuestra familia. No puedo dejar que se escape.
Robert levantó una ceja, interesado, y dejó su taza sobre la mesa.
—¿Y qué tienes en mente, pequeña? —preguntó con su tono calculador habitual.
Alice tomó un sorbo de su café antes de continuar, mirando a su padre con ojos brillantes de ambición.
—Es simple. Necesitamos asegurarnos de que Axel vea que soy la única opción para él. Soy perfecta: joven, hermosa, rica... y estar casado conmigo sería lo mejor que podría pasarle. Pero necesito que se dé cuenta. Hasta ahora, se ha mostrado un poco... distante.
Robert sonrió, entendiendo el subtexto.
—Distante o no, eso no es algo que no podamos solucionar. Si Axel no ve lo que tiene delante de sus ojos, lo haremos ver —dijo Robert con una fría determinación—. Además, no podemos perder esta oportunidad de unir nuestras familias y nuestros negocios. Su apellido y el nuestro juntos crearían un imperio imparable.
Alice asintió, encantada de que su padre compartiera su visión.
—Exactamente. No solo es una cuestión de amor, papá, sino de poder. Ser la señora King no solo me hará feliz, también elevará nuestro nombre aún más en los círculos sociales y económicos. ¡Imagínate! Seré la mujer más envidiada, y Axel... bueno, con él a mi lado, nadie se atreverá a rechazarme.
Robert la observó en silencio por un momento, evaluando cada palabra. Estaba orgulloso de la ambición de su hija. Sabía que Alice nunca se conformaría con menos de lo mejor, y Axel King encajaba a la perfección en sus planes.
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Editado: 05.05.2025