Axel estaba revisando algunos documentos en su oficina cuando su teléfono vibró sobre la mesa. Miró la pantalla y frunció el ceño al ver el nombre de su padre. No era común que lo llamara durante el horario de trabajo, y mucho menos con la urgencia con la que la llamada había llegado.
Suspiró y contestó.
—¿Qué sucede? —preguntó con tono serio.
—Tenemos que hablar —respondió su padre, con esa voz grave y firme que Axel conocía tan bien—. Es importante. Ven a la casa esta noche.
—Estoy en medio de algo. Si es tan urgente, puedes decirme ahora —respondió Axel, sin ocultar su frustración. Sabía que su padre nunca hacía nada sin una razón oculta.
—Es sobre nuestro futuro... y el de la empresa. —Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, y luego la bomba cayó—. Robert Williams ha propuesto un acuerdo de negocios. Y parte de ese acuerdo es un matrimonio entre tú y su hija, Alice.
Axel sintió que la sangre le subía al rostro. Sus manos se tensaron en el teléfono, pero intentó mantener la calma.
—¿Qué? —preguntó, con la mandíbula apretada.
—Ya escuchaste. Es una buena oportunidad para ambas familias. Alice es una joven que podría ser una excelente esposa, y sus conexiones nos abrirán muchas puertas. La expansión que hemos estado buscando en Asia podría ser una realidad más rápida de lo que imaginamos. —El tono de su padre no admitía discusión.
Axel se levantó de su asiento, sintiendo la rabia burbujear dentro de él.
—No puedo creer que estés considerando esto —dijo entre dientes—. Sabes que no estoy interesado en Alice. Y menos en un matrimonio arreglado.
—No es cuestión de interés personal, Axel. Es una cuestión de deber. A veces, el amor y los deseos personales deben sacrificarse por el bien mayor. Y esta es una de esas ocasiones.
Axel se quedó en silencio, mirando por la ventana de su oficina. Sabía que su padre era un hombre de negocios despiadado, alguien que siempre priorizaba la empresa sobre cualquier otra cosa. Pero esta vez, estaba jugando con su vida personal, y eso era algo que Axel no estaba dispuesto a permitir.
—No me voy a casar con Alice —dijo con determinación—. Y mucho menos por un acuerdo de negocios.
Hubo un silencio tenso en la línea antes de que su padre respondiera.
—Lo pensarás con más calma. No te precipites, Axel. Esta es una decisión importante. Nos vemos esta noche en casa. —Y con eso, su padre colgó sin darle oportunidad de responder.
Axel tiró el teléfono sobre su escritorio con frustración y pasó una mano por su cabello, tratando de calmarse. Sabía que este no sería el fin de la conversación. Su padre era persistente, y si había algo que Axel había aprendido a lo largo de los años, era que no se rendía fácilmente.
Pero Axel tampoco era el mismo joven dócil que había sido en el pasado. Esta vez, haría las cosas a su manera.
Miró el reloj y se dio cuenta de que Ambar regresaría pronto a la oficina. Sólo pensar en ella le hacía sentir una mezcla de emociones. No podía perderla, no de nuevo. Y mucho menos permitir que los planes de su padre y Robert Williams lo separaran de la única mujer a la que realmente amaba.
***
Axel estaba sentado en la sala de reuniones privada de su oficina, esperando a su padre. Había sido una mañana intensa, y aunque aún resonaban en su cabeza las palabras de Robert Williams, la verdadera confrontación estaba por venir. Sabía que su padre no haría una visita casual sin un propósito específico. Algo estaba en marcha, y Axel tenía la sensación de que no le iba a gustar.
Cuando la puerta se abrió, su padre, Frederick King, entró en la habitación. Alto, con una presencia imponente y un porte que hablaba de años de negocios y poder, Frederick caminó con confianza hacia la mesa, como si ya controlara el terreno.
—Axel —saludó, sin una sonrisa pero con una mirada de satisfacción.
—Padre —respondió Axel, manteniendo su postura firme. Podía sentir la tensión en el aire, pero sabía que debía ser cuidadoso.
Frederick se sentó frente a él, acomodándose con la calma de alguien que sabía que estaba en control de la situación.
—Vamos al grano. He hablado con Robert Williams. Ya has conocido a su hija Alice, supongo. Una chica encantadora, con todas las cualidades necesarias para ser la esposa de alguien en nuestra posición. Su padre y yo hemos estado discutiendo una posible unión entre nuestras familias —dijo, su tono era de negociación fría.
Axel sintió cómo la sangre le hervía, pero se obligó a mantenerse calmado. No quería mostrar ninguna señal de debilidad o incomodidad frente a su padre.
—¿Una unión? —preguntó con frialdad, aunque sabía perfectamente a lo que se refería.
Frederick asintió, como si fuera obvio.
—Un matrimonio, Axel. Es lo que se espera de ti a estas alturas. Alice es el partido ideal: viene de una familia de renombre, bien posicionada, y además, parece estar interesada en ti. No hay necesidad de seguir perdiendo el tiempo con distracciones.
Axel apretó los puños bajo la mesa, intentando controlar su ira. Sabía perfectamente que su padre no tenía ni idea de lo que realmente estaba sucediendo en su vida. Para él, Ambar era una distracción, un pasatiempo temporal, y lo peor de todo es que ignoraba completamente que el bebé que Ambar llevaba en su vientre era suyo.
—¿Distracciones? —repitió Axel, con la mandíbula tensa—. ¿A qué te refieres con eso?
Frederick lo miró, alzando una ceja, como si la pregunta fuera innecesaria.
—Sabes perfectamente a lo que me refiero. Esa mujer, Ambar, ¿no es más que un juego para ti, verdad? Alguien con quien pasar el rato antes de asentarte con alguien adecuado. —Su tono era condescendiente, como si hablara de algo irrelevante—. Ella no tiene nada que ofrecer. No tiene renombre, ni poder, ni conexiones que nos beneficien. Es un pasatiempo, nada más.
Axel sintió cómo cada palabra de su padre lo empujaba al borde. Quería levantarse y gritarle, quería decirle que Ambar no era una "distracción," que ella era la madre de su hijo, que lo amaba y que había mucho más en su relación que lo que su padre podía comprender. Pero sabía que no podía hacerlo. No ahora. Debía ser inteligente y proteger a Ambar.
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Editado: 05.05.2025