Frederick King observaba su reloj con impaciencia, sentado en su oficina, rodeado de opulencia y poder. Su gesto severo no dejaba lugar a dudas: estaba esperando respuestas. Aquella mujer, Ambar Herdenson, había irrumpido en la vida de su hijo Axel de forma inesperada, y Frederick no se fiaba ni un poco de ella. Tenía algo en su mirada que lo inquietaba, algo que le hacía sospechar que no era digna de su hijo ni del legado de los King.
Con un gesto calculado, hizo una señal para que su asistente entrara. Momentos después, el investigador privado que había contratado, un hombre de semblante serio, apareció con un grueso dossier en las manos. Lo que Frederick estaba a punto de descubrir marcaría un antes y un después en su percepción de Ambar.
—Señor King, aquí está la información que solicitó —dijo el investigador, dejando el informe sobre el escritorio.
Frederick abrió el dossier con manos firmes, pero a medida que pasaba las páginas, su expresión fue endureciéndose. Cada palabra, cada documento, reforzaba su creciente aversión hacia Ambar. **Huérfana** desde joven, sin raíces ni vínculos que la anclaran, había vivido una vida llena de incertidumbres y dificultades. Para Frederick, esto no la hacía fuerte, la hacía peligrosa, impredecible.
Lo más alarmante, sin embargo, fue la revelación de cómo había conocido a Tomás, su hijo menor. A través de una red social para citas, en la que Ambar se había presentado como una mujer buscando "benefactores". La joven había mantenido una relación con Tomás bajo una fachada cuidadosamente construida, mientras secretamente estaba involucrada con Axel. Todo parecía haber sido un juego calculado, un contrato implícito en el que ella obtenía beneficios económicos y ventajas personales a cambio de su supuesta lealtad.
Frederick cerró el informe con un golpe seco. Todo lo que había leído reforzaba lo que ya sospechaba: Ambar no era la mujer ideal para Axel. Ni para su familia. Era astuta, oportunista, y su pasado estaba lleno de sombras que no podían ser ignoradas.
—No puedo permitir que esta mujer destruya nuestra familia —murmuró Frederick para sí mismo. La idea de que Ambar pudiera convertirse en parte de su linaje lo llenaba de repulsión. Si había algo que los King debían mantener era el control absoluto, y él no iba a permitir que alguien como ella los pusiera en peligro.
Frederick King no era un hombre que dejara cabos sueltos. Tras leer el dossier sobre Ambar, tenía muy claro lo que debía hacer: evitar a toda costa que esa mujer siguiera interfiriendo en la vida de Axel y, por ende, en los planes que él y Robert habían comenzado a trazar. Si Axel debía sentar cabeza, lo haría con Alice, una joven de su nivel, con clase, dinero, y conexiones que solo fortalecerían su imperio familiar. Ambar, por otro lado, no era más que un obstáculo, uno que debía eliminarse con discreción.
Frederick se sentó en su sillón de cuero, acariciando su barbilla con los dedos. Sabía que Ambar no era tonta. Mujeres como ella siempre encontraban la manera de aferrarse a hombres poderosos, usando cualquier medio necesario. Pero él no iba a permitirlo. Había visto ya demasiado de su juego, y ahora era su turno de intervenir.
Mientras observaba el atardecer desde la ventana de su oficina, se levantó lentamente y se dirigió hacia el teléfono. Marcó un número, sus pensamientos ya formados con precisión.
—Necesito una cita con Ambar Herdenson —dijo con frialdad a su asistente—. Encuentra el momento adecuado y asegúrate de que no se niegue. Dile que es en su interés hablar conmigo.
Su asistente, eficiente como siempre, asintió antes de salir de la habitación. Frederick caminó hacia la ventana, sumido en sus pensamientos. ¿Qué tipo de mujer se aprovechaba de uno de sus hijos mientras fingía tener una relación con el otro? Era inadmisible.
"Ambar no es más que una cazafortunas", se dijo a sí mismo. Pero no iba a ir directamente con esa acusación. No. Él planeaba algo mucho más meticuloso. Sabía cómo presionar los botones adecuados, y estaba convencido de que en su conversación con Ambar, podría hacerla ver que seguir persiguiendo a Axel era un error. La pondría en su lugar, sin recurrir a la violencia, pero dejando claro que ella no tenía lugar en la familia King.
¿Ella quería dinero? Eso lo podía arreglar, pensaba Frederick con una sonrisa fría. Si lo que Ambar buscaba era seguridad económica, podía ofrecérsela... pero solo si abandonaba cualquier idea de quedarse con Axel. El matrimonio con Alice era la solución perfecta, y Ambar no sería un obstáculo.
Imaginó la reunión en su mente: la joven entrando en su oficina, tratando de mantenerse firme, pero él sabía que podía hacerla tambalear. Tenía el poder y la experiencia de su lado, y no iba a dudar en usarla.
Frederick King no perdía, y en ese momento, ya había decidido que el final de la historia sería a su favor.
—Ambar Herdenson —susurró para sí mismo, con un aire de triunfo—. No sabes con quién te estás metiendo.
Se sentó en su oficina, sus dedos tamborileando suavemente sobre el escritorio de caoba mientras pensaba en su próximo movimiento. No podía dejar nada al azar. Todo debía estar bajo control. Ambar era una amenaza, pero no la única. Axel, con su naturaleza impulsiva y su rebeldía, también podía ser un problema si no lo mantenía bajo vigilancia.
Levantó el teléfono y llamó a su asistente personal, Henry, un hombre discreto, eficiente, y leal.
—Henry, necesito que te encargues de algo delicado —dijo Frederick, con tono suave pero autoritario—. A partir de hoy, quiero que sigas cada paso de Ambar Herdenson. Que no dé un solo respiro sin que yo lo sepa. Sus movimientos, sus encuentros, todo. Y no quiero errores.
Henry asintió sin titubear.
—Lo tendré todo cubierto, señor King. ¿Algo más que deba saber?
Frederick se inclinó hacia adelante, con una sonrisa fría en el rostro.
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Editado: 05.05.2025