El Precio de tu Perdon

Capitulo 21

Ambar se despertó esa mañana con la luz suave del sol colándose entre las cortinas de su pequeño departamento. Sintió el calor familiar de Axel a su lado, su brazo fuerte descansando sobre su vientre, donde su bebé crecía día a día. La imagen de una familia. Aunque sus problemas no estaban completamente resueltos, esas mañanas eran lo más parecido a la paz que había conocido en mucho tiempo.

Axel, con su respiración lenta y profunda, parecía tan diferente de aquel hombre dominante que proyectaba al mundo exterior. Aquí, entre esas cuatro paredes, él era simplemente Axel, el hombre que amaba.

Ambar sonrió ligeramente y deslizó su mano sobre la de él, acariciando sus dedos. Se sentía como si estuvieran viviendo una vida de recién casados, pero ella sabía que no era así, al menos no oficialmente. Aún no lo había perdonado por completo, pero en momentos como este, donde compartían gestos simples y cotidianos, era fácil olvidarse de todo el drama y las complicaciones.

Se deslizó fuera de la cama con cuidado, tratando de no despertarlo, y fue a la cocina a preparar el desayuno. Mientras batía los huevos, pensaba en cómo habían llegado hasta este punto. No era perfecto, pero había algo reconfortante en la rutina que estaban creando juntos. Ella lo trataba como si ya fueran una familia, como si fuera su esposo y él el padre comprometido que ella quería para su bebé.

Unos minutos después, sintió la presencia de Axel detrás de ella. Sin decir una palabra, él la rodeó con sus brazos, apoyando su cabeza en su hombro, respirando profundamente como si quisiera capturar cada parte de ella.

—Hueles delicioso —murmuró, con una voz ronca de recién despierto.

Ambar rió suavemente, volviendo su cabeza hacia él.

—Es solo desayuno, Axel.

—No hablo del desayuno —dijo, besando su cuello con ternura, haciéndola sentir ese calor familiar que siempre venía con sus gestos afectuosos.

Momentos como ese la desarmaban. Era difícil mantenerse firme cuando Axel mostraba su lado cariñoso, cuando era el hombre que alguna vez había amado sin reservas.

Terminaron de preparar el desayuno juntos, y mientras comían, se reían de cosas simples: programas que habían visto la noche anterior, anécdotas del trabajo de Axel, y los pequeños movimientos que el bebé comenzaba a hacer. Se sentía surrealista, como si por un momento el resto del mundo no importara.

Después del desayuno, decidieron salir a caminar. Axel tomó su mano mientras caminaban por el parque cercano, y Ambar sintió la mirada curiosa de otras personas al verlos juntos. Se veían como una pareja feliz. Ella se preguntaba cuántos sabían lo complicado que había sido llegar a ese punto, lo mucho que aún quedaba por resolver.

Axel se detuvo un momento y, sin previo aviso, la hizo girar hacia él. En medio del parque, bajo la sombra de un gran roble, la miró con una intensidad que la dejó sin palabras.

—A veces, siento que esto es lo que siempre quise —dijo él, con su voz profunda y sincera—. Nosotros dos. Nuestro bebé.

Ambar lo miró, sorprendida por su franqueza, y por un segundo, su corazón latió más rápido.

—Axel, yo...

—Sé que no me has perdonado del todo —interrumpió suavemente—. Lo sé. Pero quiero que sepas que no dejaré de intentarlo. Haré lo que sea necesario para que confíes en mí otra vez, para que sientas que este es tu lugar... nuestro lugar.

Ambar se mordió el labio. No podía negar que había algo en sus palabras que resonaba profundamente dentro de ella. No podía dejar de pensar en cómo se sentía tan natural estar así, como una familia, pero había heridas que aún no cicatrizaban por completo.

—Es complicado, Axel —dijo finalmente, bajando la mirada hacia su vientre—. A veces me pregunto si estoy siendo tonta al creer que todo puede ser como antes. Pero otras veces, me encuentro a mí misma actuando como si ya lo fuéramos. Como si fuéramos una familia.

Axel tomó su barbilla suavemente y la obligó a mirarlo a los ojos.

—Y lo somos. Solo que aún no te has dado cuenta.

Ese tipo de palabras eran las que hacían tambalear su resistencia.

Pasaron el resto del día juntos, como si fueran una pareja en una luna de miel. Fueron a un café cercano, donde Axel no podía evitar posar su mano sobre la de Ambar, como si necesitara el contacto constante. Después, caminaron por el centro de la ciudad, entrando a pequeñas tiendas donde Axel, como siempre, quería comprar cosas para el bebé. Ambar trató de frenarlo, pero sabía que era imposible. Él ya había asumido el papel de futuro padre en cada aspecto.

Al final del día, cuando regresaron al departamento, Ambar no pudo evitar sonreír ante la escena frente a ella. Axel estaba en el sofá, hojeando una revista para padres primerizos, con una expresión de concentración que ella rara vez veía.

—¿Estás estudiando cómo ser papá? —preguntó, divertida.

Él levantó la mirada y sonrió.

—Solo quiero estar preparado para todo lo que venga. Tú y nuestro bebé se merecen lo mejor.

Esa noche, mientras se recostaba junto a él en la cama, sintió que por un breve momento, todo encajaba. Las dudas seguían ahí, pero también lo estaba ese calor, esa conexión. Sin darse cuenta, Ambar había comenzado a dejar entrar de nuevo a Axel en su vida, y aunque no lo admitiera en voz alta, empezaba a sentirse como su hogar.

Antes de quedarse dormida, acarició suavemente su vientre y susurró para sí misma, y para su bebé:

—Tal vez tu papá no es perfecto... pero creo que estamos más cerca de ser una familia de lo que imaginaba.

***

Los días con Axel se habían convertido en una rutina que, aunque inesperada, Ambar disfrutaba en silencio. Esa mañana, ambos se dirigieron al trabajo juntos. Axel la acompañaba todos los días, insistiendo en conducirla para que no tuviera que preocuparse por el tráfico o el cansancio. Aunque Ambar lo había discutido en un principio, finalmente se dio por vencida. Axel podía ser increíblemente terco cuando quería cuidar de ella.




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