Axel
Era un día cualquiera en la oficina, pero la atmósfera estaba cargada de tensión. Alice se había convertido en una constante en mi vida laboral. Desde que su padre había puesto en marcha sus planes de unir familias, ella parecía estar decidida a encontrar formas de acercarse a mí, sin importar cuánto me esforzara por mantener la distancia.
—Hola, Axel. ¿Tienes un momento? —dijo Alice con su tono de voz melódico, acercándose a mi escritorio con una sonrisa que no podía evitar considerar como una trampa.
—Claro, Alice. ¿En qué puedo ayudarte? —respondí, tratando de mantener mi tono profesional mientras mis pensamientos se nublaban por la incomodidad.
Alice comenzó a hablar sobre algunos detalles del proyecto que estábamos manejando, pero era evidente que su verdadero objetivo era estar cerca de mí. La manera en que se inclinaba sobre la mesa, cómo dejaba que su mano rozara la mía… Todo era un juego que no estaba dispuesto a jugar. No mientras Ambar estuviera en mi vida.
Al final de la charla, logré liberarme de ella y me dirigí a la sala de café. Allí encontré a Ambar, quien me esperaba con una sonrisa que iluminaba la habitación.
—Hola, cariño. ¿Cómo va el día? —me preguntó, sus ojos brillantes llenos de curiosidad.
—Podría ser mejor. Alice se ha convertido en una sombra —contesté, rodando los ojos. No podía evitar compartirle mis frustraciones.
—¿Alice? ¿La hija del inversionista? —dijo, riendo levemente. Su risa era una melodía que siempre me aliviaba.
—Sí, esa misma. Se la pasa buscando excusas para estar cerca de mí. No sé cómo librarme de ella —respondí, tratando de no mostrar lo incómodo que realmente me sentía.
Ambar soltó una risa, se estaba riendo de mi no lo podria creer.
—Tal vez deberías cuidar a tu hombre. Si no, podrías perderlo.
Su tono juguetón seguia presente, pero al mismo tiempo, noté un destello de incomodidad en sus ojos. ¿Era celos lo que estaba viendo?
—¿Te preocupa perderme? —pregunté con un aire provocador, disfrutando de la forma en que su expresión cambió.
—No, solo digo que a veces es bueno poner límites —respondió, sonriendo de nuevo, aunque su mirada parecía perderse en alguna parte.
Era mi oportunidad. Tenía que sacar a relucir un poco de celos, era parte del juego.
—Tienes razón. Quizá debería hacerle saber que tengo a la mujer más increíble a mi lado, y que no estoy interesado en nadie más —dije, acercándome un poco más, disfrutando del rubor en sus mejillas.
Ambar se rió, pero había algo en su risa que me decía que, tal vez, no estaba tan segura de su propia tranquilidad.
—Vamos, Axel. No tienes que preocuparte por mí. Sé que eres un hombre codiciado —bromeó, pero noté que su tono tenía un matiz de inseguridad.
La conversación me dejó pensando. ¿Cómo podía asegurarme de que Ambar entendiera lo que significaba para mí? Alice era solo un incordio, un recuerdo de los planes de mi padre, pero Ambar… ella era mi futuro, y quería que lo supiera.
—Alice solo es un desafío que debo manejar. Tú eres la única que me importa, Ambar —le dije, sintiendo que mis palabras se llenaban de sinceridad.
Ella sonrió, aunque había un destello de duda en su mirada.
—Entonces, cuídame, porque no tengo intención de perderte —dijo, y esas palabras resonaron en mí, como una promesa que debía cumplir.
La tensión entre nosotros se disipó un poco, pero sabía que Alice no se rendiría tan fácilmente. Ella tenía otros planes en mente, y yo tenía que estar preparado para lo que viniera. Pero por ahora, estaba decidido a disfrutar de este momento con Ambar, a recordarle cuánto significaba para mí, y a enfrentar a Alice cuando fuera necesario.
Nada se interpondría entre nosotros.
***
El sonido del teléfono interrumpió el silencio en mi oficina, y al mirar la pantalla, vi el nombre de mi padre. Un leve presentimiento se instaló en mi estómago. No solía llamar a menos que fuera algo serio. Contesté con una mezcla de curiosidad y un ligero temor.
—Hola, papá. ¿Qué sucede? —dije, tratando de sonar casual.
—Axel, hijo, necesito que vengas a cenar esta noche. Tu madre y yo estamos deseando verte —dijo él, su tono era más serio de lo habitual.
—Claro, ¿todo bien? —pregunté, sintiendo cómo la inquietud crecía en mí.
—Todo está bien. Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos. Tu madre está ansiosa por verte, y tu hermana también quiere pasar un rato en familia. Será una buena oportunidad para ponernos al día —respondió.
Su voz sonaba amigable, pero había algo en el aire que me hacía sentir que había más en juego. Una cena familiar. Normalmente, sería un placer, pero esta vez, la sensación de que algo no estaba bien me hizo dudar.
—Entiendo, pero tengo algunos compromisos —intenté, buscando una excusa que me dejara fuera de esto.
—Axel, por favor. No pongas más excusas. Tu madre realmente te extraña. Esta es una oportunidad para unirnos, para recordar cómo era todo antes. Prometo que no será complicado —insistió, y su tono se tornó un poco más insistente.
Finalmente, el peso de su súplica fue demasiado. No podía negarle a mi madre. La extrañaba, y no quería decepcionarla. Pero en el fondo, sabía que esto iba a ser más complicado de lo que pensaba.
—Está bien, iré —respondí, sintiendo cómo la decisión se asentaba en mi pecho como una losa.
—Excelente, hijo. Nos veremos a las siete —dijo, y colgó antes de que pudiera añadir algo más.
Mientras me quedaba solo en la oficina, una inquietante certeza me invadió: de que esta cena incluiría a la familia de Alice. Me pasé la mano por el cabello, sintiendo cómo el estrés comenzaba a acumularse en mis hombros.
Cuando llegara el momento, tendría que manejar la situación con cuidado. No quería que mi padre interfiriera en mi relación con Ambar, y menos aún que pensara que tenía que elegir entre ella y el camino que él había planeado para mí.
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Editado: 05.05.2025