El Precio de tu Perdon

Capitulo 23

Dave

Estaba sentado en mi oficina, con la vista fija en los documentos esparcidos sobre el escritorio. El pesado silencio solo era roto por el tictac del reloj en la pared. En los últimos días, las cosas habían cambiado drásticamente, y no podía negar que me estaba volviendo loco.

Alice y su padre... Siempre supe que algo en ellos no encajaba bien, pero dejé que las promesas de un negocio rentable cegaran mi juicio. Ahora, mi empresa, el legado que construí junto a mi padre desde la nada, estaba atrapada en una situación en la que nunca debería haber estado.

Tomé una profunda bocanada de aire y pasé mis manos por el rostro. Recordar a mi padre siempre me daba perspectiva. Mi madre había fallecido cuando era niño. Una enfermedad que se la llevó antes de tiempo, demasiado rápido, demasiado pronto. No tuvimos los recursos para salvarla. Mi padre y yo habíamos luchado desde entonces, sin lujos, solo con esfuerzo, sudor y sacrificio.

Cuando heredé la pequeña empresa familiar, no era más que un pequeño negocio que apenas sobrevivía. Pero puse todo mi empeño en convertirla en algo grande, en algo que él pudiera estar orgulloso. No vine de una familia con influencias, ni con contactos, solo con la fuerza de voluntad de hacer las cosas bien. Y lo hice. Llevé la empresa a estar entre las mejores tres del país. La primera, irónicamente, es de Axel.

Axel... Todo esto con Alice y su padre me fastidia más de lo que puedo expresar. No es solo por lo personal, sino por lo que representa. He trabajado demasiado para permitir que todo se desmorone por la incompetencia de otros.

Me levanté de la silla y caminé hacia la ventana. Miré el horizonte de la ciudad, recordando todo lo que me había costado llegar hasta aquí. Mi padre, aunque mayor ahora, todavía me apoyaba, pero él no sabía el caos que estaba sucediendo tras bambalinas. No podía decepcionarlo. No después de todo lo que había sacrificado.

La verdad es que había confiado demasiado en los antecedentes de la familia de Alice antes de firmar cualquier acuerdo. Un error de principiante. Me había dejado llevar por las apariencias y la idea de que su dinero facilitaría nuestras inversiones. Pero Alice... ella no era más que una distracción, un problema. Y no permitiría que su padre metiera sus garras en mi empresa más de lo que ya lo había hecho.

Tenía que encontrar una salida, una forma de cortar los lazos con ellos sin terminar en una batalla legal. Mi mente comenzó a calcular, a buscar soluciones mientras repasaba los contratos que habíamos firmado. Pero no sería fácil. Su familia era influyente, y cualquier paso en falso podría costarme caro.

—Ana —llamé a mi secretaria por el intercomunicador—, llama a Raúl Méndez. Necesito que venga a mi oficina lo antes posible.

Raúl era el mejor abogado del país, un hombre conocido por su astucia y por encontrar los vacíos legales en cualquier acuerdo. Si alguien podía ayudarme a desenmarañar este desastre sin perder más de lo necesario, era él.

—Claro, señor —respondió Ana con rapidez, siempre eficiente.

Mientras esperaba a Raúl, me recosté en el respaldo de la silla y cerré los ojos por un momento. Sabía que tenía que actuar rápido, pero con cuidado. No podía permitirme un error más. Había trabajado demasiado para perderlo todo ahora.

Mis pensamientos volvieron a Alice y su padre. Lo que más me enfurecía era cómo había subestimado la situación. Nunca debí haber firmado ese acuerdo sin investigarlos más a fondo. Mi confianza había sido mi debilidad. No cometería ese error otra vez.

Esta situación con Axel también era algo que me preocupaba. Axel y yo competíamos en todo, pero al menos él no era un hombre fácil de engañar. Sabía que tampoco estaba cómodo con todo esto, pero nuestra competencia no permitiría que nos aliáramos. Cada uno debía luchar su propia batalla, y yo tenía que encontrar una forma de librar la mía sin quedarme atado a los malos acuerdos.

El sonido del teléfono interrumpió mis pensamientos. Era Ana.

—Señor, Raúl estará aquí en 15 minutos.

—Perfecto. —Colgué y volví a sentarme detrás de mi escritorio, revisando mentalmente lo que le diría.

No voy a perder mi empresa, pensé, apretando los puños sobre el escritorio. Ya había perdido a mi madre. No perdería lo que construí con mi padre.

***

Al regresar del almuerzo con Raúl, mi mente seguía enfocada en todo lo que habíamos discutido. Tenía que sacar a Alice y su padre de la empresa, no había otra opción. Mientras cruzaba el vestíbulo del edificio, absorto en mis pensamientos, algo inesperado ocurrió.

De repente, una figura pasó corriendo a mi lado. No vi más que un destello hasta que chocó contra mí, casi haciéndome perder el equilibrio.

—¡Perdón! —exclamó la mujer, su voz agitada por la carrera.

Me quedé inmóvil por un segundo, sorprendido por el impacto y por la urgencia en su tono. Mis ojos siguieron su figura mientras corría hacia los ascensores. Era una mujer; una empleada, por su ropa formal, pero... algo en ella me llamó la atención. A pesar de la prisa y la confusión del momento, había algo en su presencia que me dejó sin palabras.

Al verla, me quedé quieto, observando cómo su cabello oscuro se movía con cada paso apresurado. Su figura esbelta se perdió entre la multitud de empleados que volvían de almorzar. Iba directo hacia el área contable, pero en esos segundos que la tuve frente a mí, noté sus ojos llenos de determinación, aunque algo nerviosa. Era hermosa, de una manera que no esperaba.

Había pasado por esa zona del edificio incontables veces, pero nunca me había fijado en ella. Me pregunté si siempre había estado allí, escondida entre las docenas de empleados, pasando desapercibida. O tal vez yo simplemente no había prestado atención.

El leve choque me había sacudido más de lo que quería admitir, pero no por el impacto físico, sino porque, por un instante, me quedé atrapado en la visión de su rostro. Sus mejillas ligeramente enrojecidas por la prisa, sus labios apretados mientras trataba de disculparse sin detenerse.




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