El Precio de tu Perdon

Capitulo 24

Dave

Había pasado una semana desde mi reunión con Raúl, y finalmente, él había encontrado una solución para nuestro problema con Alice y su padre. No iba a ser fácil ejecutarla, pero con paciencia y discreción, en unos meses podríamos sacarlos de la empresa sin sufrir represalias legales. Todo estaba saliendo según lo planeado. Aunque el proceso sería lento, la satisfacción de saber que eventualmente nos libraríamos de ellos me dio una sensación de alivio.

A pesar de este pequeño triunfo, mi mente seguía inquieta. Durante toda la semana, había intentado enfocarme exclusivamente en el trabajo, pero no podía evitar que mis pensamientos vagaran hacia otro asunto: la mujer del área contable. Desde ese breve encuentro en el vestíbulo, su imagen había estado rondando mi cabeza. No podía explicarlo, pero algo en ella había despertado mi curiosidad de una manera que no podía ignorar.

Intenté pasar por el departamento de contabilidad un par de veces, con la esperanza de cruzarme con ella de nuevo, pero el trabajo me absorbía. Entre las reuniones, los informes y las llamadas constantes, no tuve oportunidad de verla. Me molestaba, pero al mismo tiempo, tenía que priorizar. Todo lo que estaba pasando con la empresa requería mi atención completa.

Hoy, sin embargo, las cosas estaban más calmadas. La mayoría de los problemas urgentes habían sido resueltos, y mi mente se sentía un poco más libre. Raúl me llamó esa tarde y me propuso salir a beber algo. Al principio, me negué. No era muy de salir últimamente, y con todo lo que estaba pasando, prefería mantenerme enfocado. Pero luego, pensé en lo estresado que había estado. Quizás, unos tragos no serían una mala idea.

—¿Qué dices, Dave? Vamos a distraernos un rato. Te vendrá bien —insistió Raúl, con ese tono despreocupado que siempre usaba cuando quería convencerme de algo.

—Está bien —respondí, soltando un suspiro—. Me vendrá bien un respiro.

Nos encontramos en un bar no muy lejos de la oficina, un lugar discreto que solíamos frecuentar en nuestros días de universidad. Raúl, como siempre, estaba relajado y de buen humor, hablando sobre sus últimas aventuras en los tribunales y, por supuesto, de sus conquistas. No podía evitar reírme de su forma de ver la vida, tan opuesta a la mía. Mientras yo me preocupaba por los negocios y el futuro de la empresa, él parecía vivir día a día, sin mayores preocupaciones.

—¿Y tú, qué tal? —preguntó Raúl después de tomar un sorbo de su whisky—. ¿Cómo vas con todo el asunto de Alice y su padre?

—Ya está prácticamente resuelto —dije, sintiendo una pequeña ola de satisfacción—. No será rápido, pero ya tenemos el plan en marcha. En unos meses estarán fuera.

Raúl asintió, satisfecho con mi respuesta.

—Sabía que encontraríamos la forma. Solo era cuestión de tiempo.

Me relajé un poco más mientras conversábamos. El ambiente en el bar era tranquilo, y después de unas copas, sentí que el estrés que había acumulado durante semanas comenzaba a desvanecerse. No había estado tan relajado en mucho tiempo, y para ser honesto, lo necesitaba.

—A propósito, ¿y qué hay de esa mujer de la que me hablaste? —preguntó Raúl, con una sonrisa traviesa—. Dijiste que habías chocado con alguien en el vestíbulo la semana pasada y que te dejó sin palabras. No te veo así de curioso desde la universidad, amigo.

—Es... complicado —respondí, sin poder evitar sonreír—. Ni siquiera sé su nombre. Solo sé que trabaja en contabilidad.

Raúl soltó una carcajada.

—¡Eso es nuevo! El gran Dave, sin poder investigar a alguien en su propia empresa. Debes estar muy distraído.

—He estado ocupado con todo lo de Alice y la empresa. Pero... sí, me ha estado rondando la cabeza —admití, sintiendo algo de frustración por no haberla vuelto a ver.

—¿Y qué piensas hacer? —preguntó Raúl, sirviéndose otro trago.

Me quedé pensativo por un momento. No era como yo dejar algo al azar. Normalmente, cuando algo me interesaba, lo investigaba y resolvía, como cualquier otro problema. Pero esta vez... no sabía por qué estaba actuando diferente.

—No lo sé —dije, encogiéndome de hombros—. Quizás la encuentre de nuevo. O tal vez simplemente lo deje pasar.

Raúl negó con la cabeza, divertido.

—Eso no suena a ti. Si te tiene tan intrigado, deberías hacer algo al respecto.

Asentí, aunque no estaba seguro de lo que haría. Lo que sí sabía era que, por alguna razón, esa breve interacción con ella me había marcado. Y por más que tratara de ignorarlo, no podía evitar sentir que quería saber más.

Terminamos de beber unas horas después, y mientras caminaba de regreso a casa, mi mente volvió a ella. Tal vez Raúl tenía razón. Si seguía pensando en ella de esta manera, lo mejor sería hacer algo al respecto. Pero por ahora, me concentraría en resolver el problema con Alice y su padre. Todo a su tiempo.

Era sábado por la tarde, y después de una semana tan intensa, había decidido hacer algo que normalmente evitaba: ir de compras. Mi refrigerador estaba prácticamente vacío, y aunque normalmente delegaba este tipo de tareas, hoy preferí desconectarme de todo. Necesitaba algo simple, sin complicaciones, algo que me permitiera relajarme.

Entré a una pequeña tienda cercana a mi departamento, una de esas donde puedes encontrar de todo, desde alimentos frescos hasta pequeños electrodomésticos. Estaba revisando la sección de frutas, cuando, de repente, sentí un tirón en mi pantalón.

—¡Oye! —una pequeña voz me llamó la atención desde abajo.

Bajé la mirada y me encontré con un niño de unos cinco años, de cabello castaño claro y ojos brillantes. Me miraba con curiosidad, sosteniendo un coche de juguete en una mano.

—¿Tú eres muy alto o yo soy muy bajito? —preguntó con una seriedad que casi me hace reír.

No pude evitar sonreír. Me arrodillé un poco para estar más cerca de su nivel.

—Creo que es un poco de ambas cosas, ¿no crees? —le respondí.




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