Dave
El lunes había llegado, y con él, una nueva semana llena de trabajo. Como de costumbre, me encontraba inmerso en mi oficina, revisando informes y planeando las próximas reuniones. Pero, a pesar de estar concentrado en el trabajo, había algo que rondaba mi mente desde la semana anterior. Kate. No podía sacármela de la cabeza, y eso era algo que me desconcertaba.
A la hora del almuerzo, decidí dar una vuelta por el área de contabilidad. No tenía motivos para hacerlo, no realmente. Solo quería verla, aunque fuera de lejos. Me sentía ridículo. ¿Desde cuándo me ponía nervioso por ver a alguien? Ni siquiera éramos amigos, y estaba casi seguro de que Kate no sabía que yo era el dueño de la empresa donde trabajaba. Quizá eso era lo que más me inquietaba, esa brecha entre nosotros que, de alguna manera, me mantenía cauteloso.
Pasé por el departamento de contabilidad, pero no la vi por ningún lado. Probablemente había salido a comer con sus compañeros, pensé, intentando no sentirme decepcionado. Suspiré y seguí mi camino hacia el restaurante donde tenía una cita de negocios programada. Había mucho que hacer, y no podía distraerme demasiado.
Las horas pasaron, la reunión transcurrió sin problemas y estaba satisfecho con los resultados. Mientras regresaba a la oficina, mis pensamientos volvieron a su lugar habitual: en el trabajo, en los problemas con Alice y su familia, y en cómo manejar la situación.
Sin embargo, al pasar por el área de finanzas en mi regreso, escuché algo que me hizo detenerme en seco.
Una voz masculina, fuerte y furiosa, resonaba desde una de las oficinas. Algo en ese tono me puso en alerta, así que decidí acercarme para averiguar qué estaba sucediendo. Cuanto más me acercaba, más claro era que no se trataba de una simple discusión de trabajo. Era un grito, cargado de enojo y amenaza.
—¡No puedo creer que hayas cometido un error tan estúpido! —gritaba la voz desde adentro, intercalando insultos y amenazas—. ¡Si no fuera porque necesito llenar este puesto, ya estarías despedida!
Me detuve junto a la puerta y observé a través del cristal. Era el director del departamento de finanzas. Lo conocía bien, un hombre meticuloso y duro en su trabajo, pero jamás había pensado que pudiera comportarse de esa manera con alguien. Y menos con quien estaba enfrente de él.
Kate.
Mis ojos se fijaron en ella de inmediato. Estaba parada frente a su escritorio, cabizbaja, con las manos temblorosas. Sus ojos estaban a punto de llorar mientras el director seguía gritándole, lanzando insultos sin ningún tipo de restricción. Su voz cargada de desprecio.
—¡No puedo permitirme tener incompetentes aquí! ¿Qué te crees que es esto? —continuó, elevando aún más la voz—. Si cometes otro error como este, ¡estás despedida!
Kate trataba de defenderse con la voz temblorosa, pero el hombre no le daba espacio para hablar.
Sentí cómo una ira se apoderaba de mí. No podía soportar ver a alguien tratarla de esa manera. No podía entender cómo ese hombre, alguien que trabajaba para mí, se atrevía a humillar a una persona de esa manera. Sin pensarlo más, abrí la puerta de la oficina de un empujón.
—¿Qué está pasando aquí? —mi voz fue firme, y el director se volteó de inmediato, su rostro empalideciendo al reconocerme.
—S-Señor Simons —balbuceó, claramente sorprendido por mi presencia.
Kate levantó la mirada con sorpresa al verme, y me di cuenta de que aún no sabía quién era yo realmente. Su rostro, que había estado lleno de angustia, se transformó en una mezcla de confusión y alivio al verme intervenir.
El director se ajustó la corbata, nervioso, mientras intentaba explicar:
—E-Ella cometió un error grave en los cálculos del último informe financiero, señor. Estaba simplemente... asegurándome de que no se repitiera.
Lo miré fijamente, incrédulo. Sabía cómo se manejaban las cosas en mi empresa, y nunca había permitido que el abuso fuera parte de nuestra cultura de trabajo. No había necesidad de tratar a nadie de esa forma, y menos a una empleada que claramente estaba haciendo lo mejor que podía.
—No parece que estuvieras asegurándote de nada —repliqué, mi voz contenida, pero gélida—. ¿Gritar y amenazar a una empleada es tu manera de "corregir" un error?
El hombre tragó saliva, sin saber cómo responder. Kate me miraba, aún conmocionada por la situación. Sentí su vulnerabilidad y quise protegerla, como si una parte de mí hubiera despertado.
—No lo repetiré —dije, acercándome al director y manteniendo mi tono firme—. En esta empresa no toleramos este tipo de comportamiento, ¿entendido?
El director asintió, mudo por el shock, mientras trataba de ocultar su miedo. Mi mirada se dirigió brevemente hacia Kate, quien estaba claramente afectada. Decidí que no podía dejar que esta situación continuara.
—Ahora, vete. —Le ordené al director con un gesto—. Necesito hablar con la señorita Larson a solas.
El hombre no esperó más. Asintió rápidamente y salió de la oficina sin decir una palabra, dejando a Kate y a mí en la sala. El silencio que quedó era pesado, pero sabía que tenía que decir algo para tranquilizarla.
—Lo siento mucho por lo que acabas de pasar —le dije suavemente, acercándome un poco más—. Eso no debió ocurrir.
Kate me miró, aún con lágrimas en los ojos, y respiró hondo antes de asentir.
—Gracias... No sabía que usted... —vaciló, claramente sin saber cómo referirse a mí.
—Dave —le dije con una pequeña sonrisa—. Solo Dave, ¿está bien?
Ella asintió, aunque aún parecía un poco en shock por todo lo que había pasado. Me tomó un segundo darme cuenta de lo complicado que era todo esto. Kate no tenía idea de que yo era su jefe, y ahora me encontraba en medio de una situación que no había previsto.
—No tienes que preocuparte por lo que acaba de pasar —le aseguré, viendo cómo su cuerpo comenzaba a relajarse un poco—. Si necesitas cualquier cosa, puedes venir a verme.
#749 en Novela romántica
#306 en Chick lit
novelaromantica, segunda oportunidad drama, reconciliacion y amor
Editado: 05.05.2025