El Precio de tu Perdon

Capitulo 28

Narrador Omnisciente

El día en la oficina transcurría con normalidad, pero había algo especial en la atmósfera para Dave. Tener a su padre visitando la empresa que juntos habían levantado siempre lo hacía sentir una mezcla de satisfacción y responsabilidad. Mientras caminaban por los pasillos, Dave observaba la manera en que su padre miraba todo con una mezcla de asombro y orgullo. Cada rincón de ese edificio llevaba el esfuerzo de ambos, y eso no era algo que su padre dejara pasar por alto.

James, con pasos tranquilos pero atentos, recorría la oficina, saludando a los empleados que reconocía de visitas anteriores y admirando el crecimiento que había visto en los últimos años.

—Todo esto es increíble, hijo —dijo James, deteniéndose en una ventana que daba hacia el área de producción—. Cuando empezamos, no imaginaba que llegaríamos tan lejos. Me siento tan orgulloso de ti.

Dave sonrió modestamente.

—Fue un trabajo en equipo, papá. No habría podido hacerlo sin ti.

James lo miró de reojo y le dio una pequeña palmada en la espalda.

—Eres un buen líder, Dave. Y no me refiero solo a los negocios. Se nota en el ambiente de trabajo, en la manera en que te respetan. Eso no se consigue solo con números.

Mientras avanzaban por el edificio, llegaron a una zona que había pasado por alto durante el almuerzo: la guardería de la empresa. James, intrigado, se detuvo frente a las puertas de cristal, observando a través de ellas a los niños que jugaban, reían y se entretenían bajo la mirada atenta de las cuidadoras.

—¿Esta es la guardería que mencionaste? —preguntó James, con una sonrisa al ver la energía que irradiaban los niños.

—Sí —respondió Dave—. Queríamos asegurarnos de que los empleados tuvieran un lugar seguro para sus hijos mientras trabajan. Es una de las cosas de las que más orgulloso me siento haber implementado.

James asintió, admirando el espacio.

—Eso dice mucho de ti. No muchos jefes se preocupan de esta manera por el bienestar de su gente.

Dave se encogió de hombros con una sonrisa, siempre modesto, pero claramente satisfecho de haber tomado esa decisión.

De repente, entre el bullicio de niños jugando, una voz familiar atrajo la atención de ambos.

—¡Señor guapo! —gritó con entusiasmo Lucas, que corrió hacia la puerta, recordando a Dave de inmediato. Su rostro irradiaba alegría, como si hubiera estado esperando volver a verlo.

Dave se rió, incapaz de ocultar su alegría al ver al pequeño. Se agachó para estar a su altura.

—¡Hola, campeón! —dijo Dave, mientras Lucas se detenía frente a él con esa energía inagotable—. ¿Te estás portando bien?

Lucas asintió vigorosamente, con sus ojos brillando de emoción.

—Sí, me porto muy bien —respondió con orgullo—. Y estoy haciendo amigos.

James, observando la interacción con una sonrisa, se acercó un poco más, inclinado hacia el niño.

—¿Y quién es este joven tan encantador? —preguntó, su tono amistoso y cálido.

Lucas lo miró con curiosidad, pero no tardó en responder con su típico entusiasmo.

—¡Me llamo Lucas! —dijo, estirando la mano para estrechar la de James con una formalidad que sacó una risa de los adultos—. Soy amigo del señor guapo.

James no pudo contener una carcajada suave, mirando de reojo a su hijo con diversión.

—Así que eres amigo de mi hijo, ¿eh? —dijo, estrechando la pequeña mano de Lucas—. Pues me parece que tienes buen gusto para elegir amigos.

Lucas asintió con seriedad, como si la afirmación de James fuera algo de suma importancia.

Dave, por su parte, observaba con una mezcla de ternura y orgullo. Ver a Lucas tan entusiasmado, tan lleno de vida, le recordó que parte de ser un buen líder no solo consistía en dirigir una empresa, sino en cuidar a las personas que formaban parte de ella, incluidas sus familias.

—¿Estás disfrutando la guardería? —preguntó Dave, queriendo saber más sobre cómo se estaba adaptando el pequeño.

—¡Sí! —respondió Lucas—. Hay muchos juguetes y tengo muchos amigos. Pero mamá dice que tengo que ser bueno y hacer caso.

James se inclinó un poco más hacia él, con esa mirada comprensiva de alguien que ha vivido mucho.

—Eso es muy importante, Lucas. Escuchar a tu mamá siempre es una buena idea. Pero no olvides divertirte también.

Lucas asintió con la cabeza y luego, con esa curiosidad infantil, le preguntó a James:

—¿Tú eres el papá del señor guapo?

James rió y asintió, mirando a Dave con cariño.

—Así es. Soy su papá. Aunque creo que hace mucho que no lo llamo “guapo”.

Dave sacudió la cabeza, divertido y ligeramente avergonzado, pero contento de ver que Lucas y su padre se llevaban bien.

—Bueno, yo sí lo llamo así —dijo Lucas con firmeza, como si estuviera defendiendo un título importante.

Dave rió mientras James le daba una palmada en el hombro a su hijo.

—Es un buen apodo. Y parece que lo has ganado con creces.

Después de unos minutos más de charla, una de las cuidadoras de la guardería se acercó a Lucas y le recordó que era hora de volver a jugar con sus amigos. Lucas saludó a Dave y James con una gran sonrisa antes de correr de nuevo hacia el grupo de niños, llenando la sala con su energía.

Dave y su padre se quedaron mirando la escena por un momento. James, visiblemente emocionado, miró a su hijo con orgullo.

—Hijo, lo que has hecho aquí, cómo cuidas de tu equipo y sus familias… Me llena de orgullo. Has creado algo más grande de lo que yo jamás imaginé.

Dave, conmovido por las palabras de su padre, asintió en silencio, sintiendo el peso de esas palabras en su corazón. Sabía que su éxito no se medía solo en números o resultados, sino en las personas que lo rodeaban.

—Gracias, papá —dijo finalmente, con una sonrisa.

Mientras ambos se alejaban de la guardería, Dave no podía dejar de pensar en cómo, a pesar de todos sus logros, lo que realmente importaba eran esos pequeños momentos de conexión, como el que acababa de presenciar entre Lucas y su padre.




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