El Precio de tu Perdon

Capitulo 29

Ambar

La soledad del departamento parecía más abrumadora de lo habitual esa noche. Estaba acostumbrándome, o al menos eso me repetía a mí misma. Desde que Axel se había marchado, el silencio era mi única compañía. El eco de los recuerdos de lo que habíamos sido resonaba en cada rincón. Y, por supuesto, el pequeño ser dentro de mí, que cada día crecía más, no me dejaba olvidar que, a pesar de todo, seguía conectada a él, aunque no quisiera.

Estaba sentada en el sofá, mirando la pantalla del televisor sin prestarle verdadera atención, cuando el sonido repentino de la puerta resonó por todo el apartamento. Me sobresalté, no esperando visitas a esta hora. Fruncí el ceño mientras me levantaba, con un leve presentimiento en el pecho. Algo no estaba bien.

Al abrir la puerta, el aire a mi alrededor pareció volverse más denso. Ahí estaba él: Robert King, el padre de Axel. Siempre impecable, con su traje caro y esa presencia intimidante que lograba que cualquiera quisiera alejarse de él. Su mirada fría me recorrió de pies a cabeza, con ese aire de superioridad que siempre me hacía sentir insignificante. No lo había visto en meses, desde antes de que mi relación con Axel empezara a tambalearse.

—Ambar —su voz era como un cuchillo, cortante y preciso—. ¿Puedo pasar?

No fue una pregunta. Más bien una exigencia disfrazada de cortesía. Pero lo último que quería era que este hombre entrara a mi espacio personal. Me quedé inmóvil por unos segundos, tratando de decidir qué hacer.

—¿Qué haces aquí, Robert? —pregunté, manteniéndome firme en la puerta, bloqueando su entrada.

Sus ojos se estrecharon ligeramente, irritado por mi resistencia, pero sonrió con esa falsa amabilidad que solo me ponía más nerviosa.

—Vine a hablar contigo. No me tomará mucho tiempo.

Sabía que nada bueno podía salir de esta conversación, pero sentía que no tenía otra opción más que escuchar. Me hice a un lado, y él entró, sus zapatos resonando en el suelo como un recordatorio de su poder. Cerré la puerta, manteniendo una distancia prudente mientras él se instalaba en el centro de mi sala, con esa postura altiva que siempre llevaba consigo.

—¿Qué quieres? —pregunté, cruzando los brazos, tratando de mantener una fachada de control.

—Ambar —empezó, con un tono paternalista que me hizo hervir por dentro—. Estoy aquí para aclarar algunas cosas. No podemos permitir que esta situación continúe.

—¿Qué situación? —repliqué, aunque ya sabía a qué se refería.

—Tú y Axel. —Sus palabras fueron directas, sin un rastro de empatía—. Esto tiene que terminar, y me aseguraré de que lo haga.

Sentí que el aire se escapaba de mis pulmones, pero me obligué a mantenerme firme. No iba a permitir que me intimidara.

—Axel y yo ya no estamos juntos. —Mi voz sonaba más débil de lo que quería—. Él se fue.

Robert esbozó una sonrisa fría, casi victoriosa.

—No es suficiente, Ambar. —Sus ojos oscuros se clavaron en los míos—. Mi hijo tiene un futuro por delante, uno que no incluye a una mujer como tú.

Esa frase fue como un golpe directo. Me mordí el labio, intentando mantener la calma. No podía mostrarle que me estaba afectando.

—¿Una mujer como yo? —pregunté, enojada—. ¿Te refieres a la madre de su hijo?

Robert no se inmutó. Su mirada seguía siendo gélida.

—Ese niño que llevas dentro no cambia nada. Axel está comprometido con Alice, y no hay espacio para ti en su vida. Quiero que te alejes de él. Para siempre.

—¿Crees que puedes venir aquí y decirme qué hacer? —respondí, finalmente dejando salir mi enojo—. Axel tomó sus decisiones, y yo también tomaré las mías.

Su sonrisa desapareció de inmediato, y su voz adquirió un tono más amenazante.

—Estás jugando con fuego, Ambar. No tienes idea de lo que puedo hacer. —Se inclinó hacia mí, y por primera vez en toda la conversación, sentí un verdadero escalofrío recorrer mi cuerpo—. Si no te apartas, te aseguro que haré todo lo necesario para que tú y tu hijo no se conviertan en una carga. ¿Entiendes?

Mis manos comenzaron a temblar, pero las oculté tras mi espalda. No iba a dejar que este hombre me viera flaquear. Respiré hondo, tratando de mantenerme firme, aunque la amenaza latente en sus palabras me perforaba el alma.

—¿Estás... estás amenazándome? —Mi voz salió más suave de lo que quería, pero no podía contener el miedo que empezaba a crecer en mi interior.

Robert dio un paso más hacia mí, su presencia imponente me hacía sentir atrapada.

—Llama a esto como quieras. Solo estoy siendo claro. —Su mirada se desvió hacia mi vientre, y en ese momento sentí una ola de protección hacia mi bebé—. No quieres traer a ese niño al mundo en las condiciones en las que estás. Así que, haz lo correcto y aléjate. Axel nunca te amará como a Alice, y cuanto antes lo aceptes, mejor será para ti.

Me sentí paralizada, el peso de sus palabras cayendo sobre mí como una losa. Pero dentro de mí, algo también se encendió. No podía dejar que este hombre decidiera mi futuro, ni el de mi hijo.

—No voy a irme a ninguna parte —respondí finalmente, mi voz más firme de lo que me esperaba—. Axel puede haber hecho su elección, pero yo también estoy haciendo la mía. Y no voy a dejar que tú, ni nadie más, me digan qué hacer con mi vida o la de mi hijo.

Por un breve momento, vi algo parecido a sorpresa en el rostro de Robert. Tal vez no esperaba que yo lo enfrentara de esa manera. Pero su expresión volvió rápidamente a la frialdad que siempre llevaba consigo.

—Es tu decisión, Ambar. —Se acercó más a la puerta, pero antes de salir, se giró para darme una última mirada cargada de advertencia—. Pero recuerda mis palabras. No quiero tener que volver a verte... ni a ese niño.

Y sin decir nada más, salió de mi apartamento, dejando la puerta abierta tras él, como si supiera que su presencia había dejado una marca imborrable en el aire.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.