El Precio de tu Perdon

Capitulo 36

Ambar

Las horas pasaban lentamente, como si el tiempo se hubiera estirado de una manera cruel y agonizante. Estaba sentada en el sofá, mi teléfono en la mano, esperando con desesperación una llamada de Axel. Él siempre llamaba, especialmente en días importantes como este. Pero ahora, el silencio era abrumador, y una inquietud inexplicable comenzó a crecer en mi pecho, como una sombra envolvente que no podía ignorar.

Intenté tranquilizarme, diciéndome que tal vez estaba ocupado, que todo saldría bien, pero el mal presentimiento no desaparecía. Cada minuto que pasaba sin noticias, el nudo en mi estómago se apretaba más. Algo andaba mal. Lo sentía en los huesos.

Miré el reloj: las nueve, luego las diez, y aún nada.

El sonido del timbre rompió el silencio de la noche, haciéndome saltar del sofá. Corrí hacia la puerta, esperando, rezando que fuera Axel... pero al abrirla, vi a Kate. Mi amiga había venido porque la llamé hace horas, pero ahora, viéndola, su presencia solo me recordaba que Axel aún no había aparecido.

—¿Ambar? —Kate entró, con el rostro preocupado—. ¿Todavía no sabes nada de él?

Negué con la cabeza, sintiendo las lágrimas arremolinarse en mis ojos. Me esforzaba por no perder la calma, pero ya no podía contenerlo.

—No… no ha llamado —respondí, mi voz quebrada—. Algo está mal, Kate. Lo siento, lo sé. No es normal que Axel no me haya llamado después de la boda. Él me prometió que lo haría, que todo estaría bien...

Kate se acercó y me abrazó, intentando consolarme. Pero ni siquiera su calor me ayudaba. La angustia en mi pecho crecía, y la incertidumbre me estaba consumiendo.

—Tal vez está ocupado con todo lo de la familia —sugirió Kate suavemente—. Sabes que hoy era un día importante para él y Dave. Están resolviendo muchas cosas.

—¿Pero ni siquiera un mensaje? —pregunté, con la desesperación colándose en mi voz—. No es normal, Kate. Algo le pasó.

Kate intentó tranquilizarme, pero en el fondo sabía que tenía razón. Algo andaba muy mal.

El reloj seguía avanzando. Once de la noche. Medianoche. No podía quedarme quieta, no podía soportar más el silencio, ni la espera. Mi mente estaba llena de posibilidades oscuras, cada una peor que la anterior.

Finalmente, no aguanté más. Tomé mi teléfono y decidí llamar a Dave. Él debía saber algo, debía tener noticias de Axel, o al menos una explicación.

Marqué su número, pero el tono sonaba y sonaba, y no había respuesta. Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba mantener la calma, pero no podía evitarlo.

Colgué y volví a intentarlo. Una, dos, tres veces. Nada. Cada llamada fallida solo aumentaba mi ansiedad.

—¿Lo ha cogido? —preguntó Kate desde el sofá, mirándome con la misma preocupación en sus ojos.

—No… nada —respondí, sintiendo cómo el pánico comenzaba a apoderarse de mí—. ¿Por qué no contesta?

Intenté llamar otra vez, pero la respuesta fue la misma: silencio.

Fue entonces cuando lo supe. Algo había pasado. No podía ser casualidad que ninguno de los dos estuviera contestando. Mis manos empezaron a temblar, y mi respiración se hizo más rápida.

—No… no puedo quedarme aquí, Kate —murmuré, sintiendo cómo la desesperación me envolvía completamente—. Necesito ir a buscarlo. Algo está mal, lo sé.

Kate intentó detenerme, pero supe que tampoco podía calmarse.

—¿Pero adónde vas a ir? —me preguntó, poniéndose de pie—. ¡No sabes dónde están!

—Voy a averiguarlo —dije, mi mente en caos, pero mi cuerpo en movimiento. Corrí hacia la puerta, dispuesta a hacer lo que fuera necesario para encontrar a Axel—. ¡No puedo seguir aquí sentada esperando a que pase algo! Voy a buscarlo.

—Ambar, espera… —Kate intentó seguirme, pero ya estaba fuera del departamento, corriendo por las escaleras del edificio, ignorando las lágrimas que comenzaban a rodar por mis mejillas.

La noche se sentía pesada, casi como si el aire mismo fuera un presagio de algo terrible que estaba a punto de suceder. Cada paso que daba, cada segundo que pasaba sin noticias de Axel, mi miedo crecía.

Sabía que debía estar fuerte, que debía encontrarlo, pero el terror de lo que podría haber sucedido comenzaba a paralizarme. Pero no me detendría. No podía.

Axel… donde quiera que estuvieras, iba a encontrarte.

Kate corría detrás de mí, intentando mantener el ritmo, pero ya no escuchaba nada más. Mi mente estaba enfocada solo en una cosa: encontrarlo, saber que estaba bien, que todo estaba bajo control.

Pero algo me decía que esta noche no terminaría como yo esperaba.

Corrí sin detenerme, el frío aire nocturno golpeaba mi rostro, pero lo único que sentía era el miedo, el pánico que se había instalado en mi pecho. Kate intentaba seguirme, pero mis pasos eran rápidos y descoordinados, impulsados solo por la desesperación. Axel… algo te ha pasado, lo sé.

Justo cuando giré en la esquina de la calle, un auto frenó de golpe frente a nosotras. Era el auto de Dave.

—¡Ambar! —gritó Dave, bajándose rápidamente del coche—. ¡Detente!

El corazón me dio un vuelco al verlo. Sabía que traía noticias. Algo en su rostro, en su expresión tensa, me lo confirmó. No era bueno. Mi respiración se volvió errática.

—¿Qué pasó? —le grité, casi tropezando con mis propios pies mientras me acercaba a él—. ¿Dónde está Axel?

—Ambar… —Dave dio un paso hacia mí, levantando las manos, tratando de calmarme—. Vamos al departamento. Hablaremos allí. No es un lugar para hablar de esto…

—¡No! —grité, mi voz quebrada por la angustia—. No puedo esperar más! No me importa dónde hablemos. Si no me dices ahora mismo dónde está Axel… lo buscaré por mi cuenta. ¡No puedo seguir así!

Mis palabras resonaron en la calle vacía, llenas de desesperación. Sentí las manos de Kate en mis hombros, pero no me calmaban. Nada lo haría hasta que supiera la verdad.

Dave respiró hondo, su mirada se oscureció. Sabía que no iba a detenerme. Al ver mi estado, no tuvo más remedio que soltarlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.