Ambar
Semanas despues
Los días se deslizaban como sombras, uno tras otro, sin que Axel despertara. El hospital había dejado de ser un lugar aterrador para mí; con el tiempo, se convirtió en mi segunda casa. Cada día lo visitaba, sin falta, hablándole como si pudiera escucharme, como si en algún momento abriría los ojos y me respondería.
Dave y Kate me habían apoyado en todo momento. Dave, en su naturaleza responsable y protectora, me había asegurado que no debía preocuparme por el trabajo, que él se haría cargo de todo mientras yo me enfocaba en Axel y en nuestro bebé. Kate, mi amiga fiel, también me había ayudado mucho, diciéndome que debía estar tranquila, que ellos manejarían cualquier complicación, y que mi único deber era cuidar de Axel y de nuestra pequeña familia.
Con el tiempo, había adoptado una rutina. Me quedaba a su lado, pendiente de cualquier pequeño cambio. Le hablaba como si pudiera oírme. Le contaba todo lo que sucedía, le leía noticias y le susurraba sobre las trivialidades del día. Me había convertido prácticamente en su enfermera personal, aunque debo admitir, parte de ello se debía a un pequeño toque de celos. Las enfermeras lo miraban demasiado. Y aunque Axel no podía darse cuenta, incluso inconsciente, su atractivo seguía robando miradas.
Ese día, sin embargo, había sido especial para mí. Había salido de mi cita médica, y después de todo lo que había pasado en las últimas semanas, me sentía más tranquila. Había dejado de lado todo lo relacionado con el embarazo por un tiempo, enfocándome tanto en Axel que me había olvidado de mí misma y de lo que estaba pasando dentro de mí. Pero ahora que estaba en el hospital todos los días, había decidido ponerme al corriente.
Las noticias fueron una sorpresa inesperada, una que me llenó de una mezcla de emoción y asombro. No podía esperar para contárselo a Axel, aunque no estuviera despierto, sabía que necesitaba compartirlo con él.
Entré en su habitación como siempre, mis pasos suaves resonando en el silencio. Lo encontré en la misma posición, inmóvil, pero con el rostro tranquilo. Me acerqué a la cama y tomé su mano, como hacía cada vez que llegaba. Me senté a su lado, acariciando su piel cálida.
—Hola, amor —susurré, inclinándome hacia él—. Hoy tengo muchas cosas que contarte.
Como cada día, comencé a hablarle de todo lo que había sucedido. Le puse al corriente de las últimas novedades. Le conté sobre Alice, cómo había salido del país con una tía lejana, y cómo el destino de su padre había sido sellado. La policía había cerrado el caso, concluyendo que su muerte había sido un ajuste de cuentas. Dave sabía la verdad, claro; el hombre había escapado de las autoridades solo para caer en las manos de la mafia. Al final, todo había vuelto a una especie de calma, o al menos eso parecía.
—Y en la empresa, todo va bien —continué, acariciando su mano—. Dave está manejando las cosas de maravilla. Aunque, he notado algo… —me detuve y sonreí, pensando en lo que había descubierto en los últimos días—. Creo que tu amigo Dave y Kate están más cercanos de lo que parece. Me da la impresión de que esos dos se están enrrollando.
Reí suavemente ante mi propia observación, como si Axel pudiera reírse conmigo. Me dolía tanto extrañarlo. Me hacía falta su sonrisa, sus ojos brillantes, su voz profunda. Era como un vacío constante en mi pecho.
—Por favor, amor mío, despierta —susurré, sintiendo las lágrimas brotar sin poder evitarlo—. Te extraño tanto.
Tomé aire, tratando de calmarme. No podía permitir que las emociones me superaran, especialmente no ahora. Mi mano se posó en mi vientre, un recordatorio de todo lo que teníamos que esperar.
—Pero hoy no vine solo a contarte cosas tristes —le dije, haciendo un esfuerzo por mantener la voz firme—. Tengo una gran noticia que darte. Una muy buena.
Suspiré, cerrando los ojos por un momento antes de mirarlo de nuevo. Me acerqué más a su rostro, como si quisiera que mis palabras llegaran directamente a su alma.
—Hoy me dijeron algo que no esperaba, y creo que te va a encantar… ¡Vamos a tener gemelos! —exclamé con suavidad, la emoción escapándose en mis palabras. No podía creerlo cuando me lo dijeron. No solo íbamos a tener un bebé, íbamos a tener dos. Dos pequeñas vidas que dependían de nosotros.
Pero lo mejor aún estaba por decirse.
—Y, para que lo sepas, no será un niño como tú siempre pensaste. Son niñas, Axel. Dos hermosas princesas que van a llegar a nuestras vidas.
Mis lágrimas, esas que había intentado controlar, comenzaron a rodar por mis mejillas. Pero esta vez no eran de tristeza. Eran de amor y de esperanza.
—Por favor, cariño —le susurré, mi voz quebrándose—, despierta. No puedo hacerlo sin ti. Necesitamos que estés aquí con nosotras.
Acaricié su mano una vez más, rezando en silencio para que esas palabras, para que esa noticia, de alguna forma, lograran romper la barrera del sueño profundo en el que Axel estaba atrapado.
Miré su rostro una vez más, y aunque no hubo ninguna señal, ningún cambio, yo sabía que me escuchaba. Sabía que, en algún lugar dentro de él, Axel estaba luchando por regresar. Por volver a nosotros.
Apenas había terminado de hablar con Axel cuando el sonido insistente de mi celular me sacó de mis pensamientos. Lo miré de reojo, el brillo de la pantalla iluminaba el cuarto tenuemente. No quería apartarme de Axel, pero esa llamada no cesaba. Me acerqué y lo tomé, saliendo del cuarto en silencio, sin hacer ruido para no perturbar el ambiente tranquilo de la habitación.
En cuanto cerré la puerta, descolgué la llamada. Era Kate.
—Ambar, ¿dónde estabas? He intentado llamarte varias veces —dijo rápidamente, con tono preocupado.
—Lo siento, estaba con Axel —respondí, mi voz más apagada de lo habitual—. ¿Qué ocurre?
—Es sobre Dave. No ha podido comunicarse contigo porque su celular se quedó sin batería —comenzó a explicar, sus palabras aceleradas—. Está llegando al hospital. Están teniendo problemas con el proyecto, y necesitamos que alguien firme unos documentos... Y bueno, tú, como su esposa legal, puedes hacerlo mientras Axel está incapacitado.
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Editado: 05.05.2025