—¿Cómo que no está en su habitación? —mi voz sonaba desesperada, aguda, mientras agarraba del brazo a la enfermera más cercana—. ¡Axel no está!
La enfermera trató de calmarme con palabras suaves, pero no podía procesar lo que decía. Mi mente estaba en caos. Todo lo que podía imaginar era a Axel, inconsciente y vulnerable, perdido en algún lugar del hospital.
—Señorita, por favor, cálmese. Vamos a buscarlo. No tenía ningún estudio programado, debería estar en su habitación —me dijo con voz tranquila, pero mis nervios no me dejaban escucharla realmente.
—¡No! No me voy a calmar hasta que lo encuentren! —grité, mi pecho subiendo y bajando rápidamente. No podía quedarme quieta. Tenía que hacer algo, tenía que encontrarlo. No había forma de que simplemente desapareciera.
Las enfermeras comenzaron a moverse rápidamente, hablando por radio con otros departamentos. Pero todo era un borrón para mí. Mis pensamientos giraban fuera de control. ¿Cómo pudo desaparecer? ¿Por qué nadie sabía dónde estaba?
Los minutos se sentían como horas, cuando de repente, una llamada por radio interrumpió el silencio.
—Hemos localizado a un paciente haciendo alboroto en la sala de entrada... está preguntando por alguien llamado Ambar.
Mi corazón dio un vuelco.
—¿Dónde está? —exigí, mis manos temblando mientras trataba de mantener la calma.
—Está en la entrada principal. Lo están tratando de calmar.
No esperé más. Antes de que pudieran decirme otra cosa, mis pies comenzaron a correr. Bajé las escaleras tan rápido que sentí que podría caerme en cualquier momento, pero no me importaba. Solo quería llegar a él.
Llegué al pasillo que llevaba a la entrada principal y lo vi... Axel.
Estaba de pie, aunque los enfermeros trataban de sostenerlo, de calmarlo. Se veía desorientado, pero estaba despierto. Su pecho subía y bajaba con dificultad, su cabello desordenado, los ojos salvajes... pero esos ojos. Esos ojos me encontraron entre la multitud.
Y en ese momento, todo el mundo desapareció.
—¡Axel! —mi voz salió antes de que pudiera detenerla, una mezcla de alivio, miedo y puro amor.
Nuestros ojos se encontraron en el pasillo, y sentí como si el aire me abandonara. No podía creerlo. Después de todo este tiempo, estaba despierto, y estaba buscándome.
No puedo describir lo que siento al verlo de pie, despierto después de tantos días de incertidumbre. Mi corazón late tan fuerte que siento que va a salirse de mi pecho. Axel está despierto, y eso debería ser suficiente para calmarme. Pero no lo es.
Mi mente se queda en blanco mientras lo veo tambalearse. Sus rodillas ceden y, en un instante, su cuerpo se desploma hacia el suelo.
—¡Axel! —grito desesperada, corriendo hacia él antes de que los enfermeros lo sujeten.
Llego a su lado y me arrodillo junto a él. Sus ojos están cerrados de nuevo, su respiración agitada pero estable. Mis manos tiemblan mientras lo toco, asegurándome de que esté realmente ahí, de que esto no sea una pesadilla. El miedo me invade, pero los enfermeros tratan de tranquilizarme.
—Señorita, tranquilícese —dice uno de ellos, mientras otro comienza a evaluar a Axel—. Estará bien. Es solo por la adrenalina. Su cuerpo está reaccionando después de tanto tiempo en cama.
—¿Está seguro? —mi voz suena quebrada, casi inaudible. No puedo soportar perderlo de nuevo.
El enfermero asiente con calma.
—Sí, es normal. Lo llevaremos de vuelta a su habitación. Necesita descansar, pero su estado no es grave. Recuperará la conciencia pronto.
Siento una leve oleada de alivio, pero aún no puedo dejar de sentirme inquieta. Me aparto para que los enfermeros puedan levantarlo, y me quedo allí, mirando cómo lo colocan en una camilla para trasladarlo.
Mis piernas se sienten débiles, pero no puedo dejar de seguirlos. No me iré de su lado, no hasta que vea que vuelve a abrir los ojos y que está bien. No otra vez.
Camino detrás de ellos mientras lo llevan de regreso a su habitación. Mi mente sigue en shock, incapaz de procesar del todo lo que acaba de suceder. Axel ha vuelto a mí, pero hasta que vuelva a abrir los ojos y me hable, no voy a poder respirar con tranquilidad.
*******
El corazón me late con fuerza mientras lo observo en su habitación, reposando después de haberlo traído de vuelta. No puedo apartar mis ojos de él. Cada segundo que pasa siento que podría volver a abrir los ojos, y aunque trato de calmarme, la emoción sigue creciendo dentro de mí.
Minutos después, casi como si hubiera oído mis pensamientos, Axel abre los ojos. Me quedo inmóvil por un instante, atónita, pero luego no puedo contenerme. Me lanzo sobre él, besándolo por toda la cara, mi risa entrecortada por la felicidad y las lágrimas que ya no puedo controlar.
—¡Axel! —digo, besándole las mejillas, la frente, la nariz—. ¡Estás despierto! Estás aquí conmigo, mi amor.
Axel me mira, algo confuso, pero una suave sonrisa curva sus labios mientras mi rostro lo baña en besos.
—¿Dónde estabas? —pregunta con una voz débil, pero clara—. ¿Por qué te fuiste?
Me detengo por un segundo y lo miro, preocupada por su pregunta. ¿De qué está hablando?
—Axel, no me fui a ningún lado. Estaba aquí contigo.
—No… —su expresión cambia, como si estuviera recordando—. Estabas hablando de nuestros bebés. Te escuchaba… me decías que iban a ser niñas, nuestras princesas. Y luego… ya no te oí más. Desperté y no estabas. Te busqué, Ambar. Hice todo lo que pude para encontrarte. Me desesperé.
Mis ojos se llenan de lágrimas de nuevo, pero esta vez por lo que él había pasado. Se había despertado buscando mi voz, y cuando no me encontró, se desató el caos en su mente.
—Axel… —le susurro, acariciando su rostro—. No fui lejos. Estaba abajo con Dave. Teníamos que resolver algunos problemas de la oficina, eso es todo. Solo me ausenté un momento. No pensé que despertarías en ese instante… lo siento tanto.
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Editado: 05.05.2025