El Precio de tu Perdon

Extra 2

El pasado tiene una extraña manera de volver cuando menos lo esperas, y para Kate, ese momento estaba más cerca de lo que jamás hubiera imaginado. Durante cinco largos años, había convivido con la incertidumbre de no saber quién era el padre de su hijo. Lo había buscado, intentado recordar cada detalle de aquella noche, pero el rostro de aquel hombre seguía siendo un vacío en su memoria, un misterio que la atormentaba silenciosamente.

Esa noche, cinco años atrás, Kate era solo una joven de corazón roto. Su novio, a quien amaba con todo su ser, la había traicionado de la peor manera posible: acostándose con su propia hermana. Desolada y llena de rabia, salió de fiesta con un grupo de amigas, decidida a olvidar. Necesitaba una distracción, cualquier cosa que la hiciera sentirse viva otra vez.

El alcohol fluyó con rapidez, nublando su juicio y alterando su percepción de la realidad. Entre las luces parpadeantes de la discoteca, los rostros se desdibujaban y las voces se mezclaban en un murmullo confuso. Fue entonces cuando lo vio. O mejor dicho, lo sintió. Un hombre de presencia imponente, ligeramente mayor que ella, que le ofreció una copa más. Sin pensarlo, lo siguió.

Aquella noche en el hotel fue una mezcla de deseo y desesperación. Lo que más recuerda Kate, más allá de los detalles difusos, es la sensación de calor y la cercanía de un cuerpo ajeno al suyo. No había visto su rostro. Nunca lo miró directamente. Todo fue rápido, desenfrenado, impulsado por el dolor y el alcohol. A la mañana siguiente, cuando el sol iluminaba tímidamente la habitación, Kate despertó y vio su propia ropa esparcida por el suelo. El hombre estaba de espaldas, dormido, y su pánico fue inmediato. Se vistió a toda prisa y huyó sin decir una palabra, sin siquiera saber quién era.

Ese hombre desapareció de su vida tan rápido como había llegado. Y cuando Kate descubrió que estaba embarazada semanas después, no tenía nada a lo que aferrarse. No había nombre, no había rostro. Solo sabía que la vida que llevaba en su vientre era fruto de esa noche de desenfreno.

Ahora, cinco años después, Kate estaba en la oficina de Ambar, conversando con Dave, el jefe de su amiga, sin sospechar que el destino estaba a punto de golpearla con la revelación más grande de su vida. Desde que empezó a trabajar en la misma empresa, había notado la atención especial que Dave le prestaba. No era inapropiado, pero había algo en sus miradas que siempre la hacía sentir incómoda, como si él supiera algo que ella no. Y, de hecho, él lo sabía.

Para Dave, Kate también había sido un misterio resuelto hace apenas unos meses. Al principio, no la reconoció. Después de todo, no la había visto en años y la última vez que la vio, la luz tenue de aquella habitación de hotel ocultó sus rasgos. Pero había algo en su manera de hablar, en su risa, que le resultaba vagamente familiar. Fue un día, cuando Lucas entró en la oficina a buscar a su madre, que Dave lo vio y todo hizo clic.

Los ojos de Lucas.

Esos ojos verdes que tanto le recordaban a sí mismo.

El mundo de Dave se tambaleó cuando cayó en la cuenta de que Lucas podría ser su hijo. Las fechas coincidían. Cinco años desde aquella noche. Cinco años desde que una mujer había dejado su cama al amanecer, y él nunca la volvió a ver. Y ahora, esa misma mujer estaba frente a él todos los días, sin saber que el hombre con quien compartió esa noche era él, su jefe, el padre de su hijo.

Dave había intentado varias veces iniciar una conversación sobre el tema, pero no sabía cómo hacerlo. ¿Cómo le dices a alguien que has descubierto que podrían compartir un hijo, cuando ni siquiera recordabas bien su rostro de aquella noche? Pero había llegado el momento de enfrentar la verdad.

Un día, mientras Ambar y Axel cerraban contratos en la oficina, Kate y Dave quedaron solos en la sala de reuniones. El ambiente estaba tenso, cargado de un peso invisible que ambos podían sentir pero ninguno quería reconocer. Hasta que Dave decidió hablar.

—Kate, necesito hablar contigo de algo importante —comenzó Dave, intentando que su voz no temblara.

Kate lo miró, frunciendo el ceño. "¿De qué se trata?" preguntó, intrigada, aunque algo en su interior le advertía que no le iba a gustar lo que estaba por venir.

Dave respiró profundamente, buscando el valor para continuar.

—Creo que... creo que Lucas es mi hijo.

El silencio en la sala era ensordecedor. Kate sentía como si el aire se hubiera escapado de sus pulmones. El mundo parecía detenerse mientras las palabras de Dave retumbaban en su cabeza. Lucas, su hijo, el niño que había criado sola, el niño cuya paternidad siempre había sido un misterio para ella... ¿era hijo de Dave?

Todo encajaba de una manera que nunca había considerado. Siempre se había preguntado quién era ese hombre, el padre de su hijo, pero jamás había imaginado que lo tuviera frente a ella, todos los días.

Dave la miraba, esperando una reacción, cualquier cosa que pudiera indicarle que ella lo entendía. Pero Kate estaba paralizada.

Finalmente, con la voz apenas un susurro, Kate preguntó:

—¿Cómo... cómo puedes estar tan seguro?

Dave se pasó una mano por el cabello, nervioso.

—Lo sé porque... lo siento. Lo sé porque veo a Lucas y me veo a mí mismo. Es como si todo finalmente tuviera sentido. Las fechas, lo que sucedió aquella noche... —hizo una pausa— Lucas es mi hijo, Kate. Estoy seguro.

Horas más tarde, después de aquella revelación, Dave se despidió de Ambar y Axel en la oficina, su mente aún dándole vueltas a la conversación con Kate. Sabía que la noticia no sería fácil de digerir, pero ahora que todo estaba sobre la mesa, había esperanza de encontrar una manera de avanzar. Mientras caminaba hacia la salida, Ambar lo detuvo con una sonrisa juguetona.

—¿Tienes una cita? —le preguntó, en tono de broma.




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