El precio de una venganza

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Aitana Duarte

Escucho como las llantas rechinan a causa de la rapidez con la que mi esposo sale de nuestro hogar.

“Hogar” ¿Realmente puede llamarse así? Un hogar es un sitio donde puedes descansar de las batallas de la vida mientras te refugias en el amor infinito de tu familia. Al menos eso es lo que me han enseñado en la mía.

Él dijo en el pasado que su familia también era amorosa y con valores sólidos, pero sus acciones me demuestran que, o era mentira o él no los aprendió y optó por no usarlos.

Deberíamos hablar de nuestros problemas y solucionarlos, sin embargo él parece empeñado en hacer justo lo contrario. Como sucede ahora.

Ni si quiera sé cuál es el problema exactamente. Pensé que era por su trabajo y al comprobar que no lo era, me atreví a preguntar sobre su «familia» apenas mencioné la palabra y su cerebro pareció estallar en furia absoluta.

Aun tango grabado su reacción de hace minutos.

Amor ¿Qué sucede?—pregunté tratando de no presionarlo demasiado—últimamente pareces fuera de ti. Si sigues así me harás pensar que nuestra boda fue la causante.

Lo dije con un toque de broma, pero empezaba a creer que era así. Realmente estaba pensando en esa posibilidad, aunque me negaba a aceptarla. Después de todo un matrimonio no es un juego.

—No es nada, Aitana—sus palabras fueron frías y el que me llamara por mi nombre me lastimaba más. Él casi siempre se refería a mí con palabras cariñosas—. Sólo son asuntos sin importancia. Ya pasará.

Asentí poco convencida. No puede lidiar con la incertidumbre de su humor y pregunté de más.

—Las cosas en tu trabajo no podrían ir mejor ¿Tal vez sea un asunto relacionado a tu familia?

Frío. Eso sentí en el ambiente después de mi pregunta. Me tense cuando su cara paso a un color que denotaba rabia.

—¡Maldición, Aitana! Por qué no entiendes que no es nada—se puso de pie del sofá negro—Lo conseguiste, haz derramado la gota que colmo el vaso.

Lo vi dirigirse hacía la puerta de salida.

—¡¿A dónde vas?!

—Me largo, no tengo humor para tus interrogantes. Regresaré mañana.

A pesar de que la cama era la más cómoda que había sentido hace unos días. Ahora se siente incómoda y… fría. Muy fría.

Traté de reprimir las lágrimas, pero no lo logré. Del mismo modo que no logré el matrimonio que deseaba con mi “esposo”.

Dios, duele demasiado. Ayúdame con éste dolor.

Mikhael Brown

Acelero la velocidad del automóvil, se que es una imprudencia, pero ahora mismo no me importa. Sólo quiero salir de esa casa que me recuerda mi objetivo: el sufrimiento de Aitana Duarte y su familia.

Soporte ver el rostro de todas esas alimañas con tal de conquistar a mi “esposa” y ganarme a su familia. Pero últimamente las manos me cosquillean por acabar definitivamente con ellos.

Esas malditas personas no deben ver si quiera un rayo de luz en sus vidas. Deberían estar tres metros bajo tierra, exactamente de la misma manera en que lo hicieron con mi familia.

Aitana ha estado menos sonriente últimamente y se que yo soy la causa. Hay algo en mí que implora porque me detenga, pero no quiero hacerlo. La voluntad de acabar con ellos me consume por completo. He esperado por esto por años y no lo voy a detener por esa mocosa y los sentimiento de culpa que quieren meter su nariz en mis planes.

No señor. Definitivamente no me detendré, ni hoy ni nunca, si hace falta haré hasta lo imposible.

LO JURO.




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