El precio de una venganza

5

Aitana

Limpié mis lágrimas y empecé a recoger los platos y cubiertos, velas y una botella de vino que había preparado para la ocasión. Me había esforzado para que todo saliera bien pero, no conté con que mi esposo no tuviera el humor necesario para un velada como ésta.

«Esta bien, debe estar agobiado por lo negocios con papá»

Me he repetido un sinfín de veces la misma frase para empatizar con él y no caer en el juego de discutir sin llegar a un acuerdo. Realmente detesto las peleas como esas. Recuerdo que mis padres discutían mucho, nunca arreglaban sus diferencias. Las contiendas constantes provocaron que recurriera a encerrarme debajo de mis sábanas y taparme en un débil intento de no escuchar las injurias que se decían.

Sacudí mi cabeza para no recordar más los disturbios de mi infancia.

Me asome a ver a mi esposo, quería cenar y pasar un buen momento. Nuevamente las lágrimas salieron de mis ojos, por más que trato de contenerme sólo consigo acongojarme más. Antes de casarnos la relación era pacífica, podíamos discutir pero lo resolvíamos prontamente. Ahora no puedo decir lo mismo, parece que nos encontramos en una montaña rusa, una dónde no se cuando estaré volando por los cielos y cuando bajaré a lamer el piso.

Él ya estaba dormido así que no hice nada por arreglar las cosas y me limite a acostarme a su lado, que por cierto, él estaba dándome la espalda. Generalmente siempre está mirando hacía mí lado y terminamos abrazados. Supongo que ésta vez no será así.

Guardándome mi dolor, deje que el sueño fuera mi consuelo.

 

«««»»

 

Me desperté y eran las diez de la mañana, realmente me quedé totalmente perdida en los sueños. Ni que decir de su presencia, él ya no estaba. Extrañaba pasar tiempo con él, a veces pienso que el matrimonio es el culpable de su comportamiento, éstas actitudes crecen más y más desde de que somos esposos. Y por si no fuera suficiente, tampoco hemos  tenido sexo, tal vez eso es lo que necesitamos. No continué con la letanía de pensamientos por un mensaje.

—¿Qué sucede contigo, mujer? A penas te casas y ya te olvidas de mi. Te mantiene muy ocupada el troglodita de tu esposo.

No puedo evitar reírme en mis adentros, Victoria y sus comentarios, tal vez necesito un descanso. No he salido mucho desde la boda. Con la resolución de que necesito un descanso de todo, le respondí.

Ni me lo digas, necesito salir. ¿Puedo ir a tu casa, después de que salgas de tu trabajo?

No tardó demasiado en contestar.

Por supuesto, ya sabes que me alimento de las novedades.

Me mantuve con las manos ocupadas en preparar una comida rápida, y cuando menos lo pensé ya eran las seis.

Tome mi bolso y salí rápidamente. El encierro ya me estaba hartando. El trayecto fue rápido, no había mucho tráfico y pude sentirme libre mientras conducía.

Como siempre, los jardines de mi amiga no dejan de deslumbrarme con su belleza, hay todo tipo de árboles rodeando el lugar y le da una frescura al lugar.

Veo a victoria y rápidamente me lanzó a ella en un fuerte abrazo.

—Ahora sí, me vas a decir por qué no te has comunicado con tu casi hermana—dijo melodramáticamente—. No puedes hacerme esto a mí, señora.

La mire fingiendo una lágrima.

—No me llames así, aún estoy en mis veinte—dije en un puchero—. Se que me he casado, pero me niego rotundamente a ser llamada “señora” me hace sentir como una vieja decrépita.

Ella respondió con una risa baja.

—Bueno, yo te dije que aún no te casarás, pero tú y tu amor por tu esposo fue más grande que cualquier razonamiento mío.

Mientras discutíamos sobre ello, nos adentramos a su casa. Me precipite hacía el sofá que siempre ha sido mi predilecto en su hogar.

—Las viejas costumbres no cambian—dije acomodando mi cuerpo en la suavidad del mueble—. Sabes, hay otra cosa que no ha cambiado desde mi boda y honestamente ya estoy frustrada.

Dejó un vaso de limonada en la mesa cerca de mí y otro vaso lo dejo mas a su lado.

—¿Qué es?—preguntó con su típica curiosidad juguetona.

Tarde en responder, de pronto la vergüenza no quería dejarme hablar de mí aún virginidad. Al no verme hablar me instó nuevamente.

—Aitana, lo has logrado. Tienes toda mi atención—me miró—. Tú manía de no hablar rápidamente te delata, se que debe ser importante.

Pase un nudo por mi garganta y hablé.

—Él no me ha…él no me ha tocado—no pensé que me costaría decirlo—. No hemos tenido relaciones sexuales. Mikhael cree que debe ser especial y va a encargarse de ello, pero no veo que haya hecho nada. Además últimamente es evasivo y enojón. Parece un baile, yo lo busco y el huye.

Guardo silencio y casi me pareció una eternidad.

—Bueno, creo que deberías comunicarle esto que me dices, sobre todo el hecho de que te lastima—había algo que no me estaba diciendo, la conozco muy bien—. Si, debes hablarlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.