El precio de una venganza

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Aitana

Después de algunas horas que me parecieron una eternidad por fin pude entrar y ver a mi esposo. Él aún no había despertado, pero me informaron que no pasaría mucho tiempo para que lo hiciera.

Mikhael sufrió algunas quemaduras de primer grado en su espalda, pero gracias a Dios su vida no estaba en peligro. Por un momento temí lo peor, no quería perderlo. Esto hizo que me diera cuenta de que definitivamente no quiero que esté fuera de mi vida. Fue un terror imaginar que él no estaría, que no vería a nuestros hijos crecer.

Apreté su mano y la besé. Tenía algunos rasguños. Mi esposo se había puesto en riesgo por nuestros hijos. ¿Cómo no amar a un hombre así? Se equivocó, pero también ha hecho muchas cosas buenas que me han hecho muy feliz y honestamente yo también me había equivocado, me hundí en mi sufrimiento y no fui un buen soporte para él en momentos tan difíciles.

—¿Ai-Aitana?

—¡Amor!—sostuve sus mejillas con mis manos—. Pensé que te perdería

Él sonrió con un poco de dificultad, pero me regaló una hermosa sonrisa.

—Morí, definitivamente morí. ¿Hace cuánto que no veo a mi hermosa esposa tan expresiva?

—No, no te atrevas a bromear con algo así. Estás vivo, mi amor.

—¿Ya me has perdonado?—preguntó y yo sentí un nudo en mi garganta. Estaba postrado en esa cama con heridas y me estaba preguntando algo como eso.

—Yo no tengo nada que perdonar, amor—exhalé llevando oxígeno a mis pulmones—. Se que decidí irme, pero, la verdad es que te amo, y si aún lo deseas, me gustaría esa segunda oportunidad, Mikhael.

El llevó sus grandes manos a mis mejillas y me dio un besó en los labios.

—Por supuesto que yo también quiero esa segunda oportunidad—expresó viéndome directamente a los ojos.

Lo abrace teniendo cuidado de no lastimarlo.

—Gracias por traerme a mis bebés—le agradecí conmovida por todo.

El negó con su cabeza.

—Es lo que un padre hace. Quiero protegerlos a ti y a ellos…—dejo la frase sin terminar y lo miré con curiosidad—. Aitana, cuando te fuiste firme los papeles de divorcio. No te alarmes, lo hice porque quiero que me elijas, ésta vez sin engaños. Si manipulaciones. Quiero que tomes la decisión desde la plena verdad.

Éste hombre era simplemente maravilloso, de lo que ya no hay.

—Si, amor. Lo entiendo, yo fui la que lo pidió y saber las razones me hace saber lo precioso de tu amor. Me estás dando libertad, y yo ya sé mi decisión. Quiero que tú, Mikhael Anderson seas mi esposo y compañero de vida.

—Y yo te quiero a ti, Aitana Duarte, como la esposa y compañera de mi vida.




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