Torrent. 29 d’octubre, 23:45 h
El silencio de las farolas apagadas era la banda sonora de una ciudad que se rendía. Miquel seguía empapado, los brazos cansados de ayudar, la ropa pegada a la piel como una penitencia. Desde el porche, su madre le ofrecía una toalla seca y un caldo que ya no olía a nada. El noticiero de fondo solo hablaba de “precipitaciones intensas” y de “situación cambiante”. Se anticipaban muchas víctimas mortales, pero ninguna cifra oficial, de decenas a miles. ¿Quién estaba al frente en aquel caos?.
En ese instante, el grito de una vecina rompió la calma.
—¡Una nena! ¡A la finca del número 32! ¡No la veig! ¡No contesta!
Miquel bajó del porche de un salto. La finca tenía el garaje inundado. El ascensor había bajado con el corte de luz y no había vuelto a subir. Escuchó golpes sordos tras la puerta metálica. Pateó hasta doblarla. Dentro, una niña de unos doce años tiritaba, sola, con el móvil apagado y los labios azules. La sacó en brazos. Llamó a emergencias. Nadie del 112 atendía.
0:21 h
Los bomberos no daban abasto. En Picanya, un edificio entero había colapsado por los cimientos socavados. En Massanassa, una residencia de mayores quedó anegada. En Benetússer, dos cuerpos aparecieron flotando en un garaje.
Clara llamó desde Algemesí.
—Estoy en un polideportivo. Los de Protección Civil traen gente empapada, con cortes, gente sin zapatos… Una mujer de ochenta años ha muerto de frío. Nadie avisó a tiempo. Nadie organizó nada.
—¿Has oído algo de Canós?
—Parece que ya está en el Cecopi…llegó pasadas las siete y media de la tarde. Pero hasta entonces de comída. El president comiendo Miquel. Mientras la gente se ahogaba.y aún ahora sigue sin dar instrucciones ni elevar la alerta a nivel nacional. Los lios políticos o la mierda que le pueda salpicar a él o a su Consell. Los contratos a dedo y la corrupción han conseguido que se quedo a un segundo plano después de toda esta tragedia. Y nadie se hace responsable.
1:13 h
Las redes sociales eran una marea de rabia. Vídeos de coches flotando, de hombres gritando desde tejados, de niños abrazados a sus mochilas bajo la lluvia. Una mujer insultaba a cámara entre lágrimas:
—¡Nos dejaron solos! ¡Somos gente, no números!, ¡queremos gente decente no politicos incopetentes!
Miquel abría y cerraba ventanas del portátil como un loco. Tenía ya 19 nombres de pueblos con obras adjudicadas que no existían. En L’Hortella de Baix, donde debía haber un sistema de drenaje, había barro hasta los balcones. En Rafeló de l’Horta, se habían tragado medio millón para una estación de bombeo que nunca se activó. Y en Torrefita, el barranco era un pozo sin canalizar, que había engullido tres casas.
Todo conectaba. Todo sangraba.
2:05 h
Lucía escribió:
“Han desviado mi vuelo a Sevilla. Aeropuerto cerrado. ¿Estás bien?”
—No —dijo él, en voz baja—. No estamos bien. Nadie lo está.
2:40 h
La radio hablaba de 57 muertos. Las cifras se inflaban con cada parte. Clara reenvió un mensaje de un sanitario en Carlet:
“Hay cadáveres en una escuela. No sabemos cuántos. No hay luz. Los padres están enloquecidos.”
Miquel bajó al trastero. Sacó una caja de archivos antiguos. Dentro, la memoria técnica del plan comarcal contra inundaciones de 2019. Había firmas. Nombres. Uno destacaba: R. Cervera.
Su primo. El mismo que esa mañana le había dicho que no se metiera.
3:11 h
—¿Clara?
—Estoy aquí. En la comisaría de Sueca. Hay gente pidiendo explicaciones. Pero no hay responsables. Solo un policía joven diciendo que él también tiene miedo.
—Voy contigo.
—No vengas. Está colapsado. Pero escucha esto…
Se oyó un clic. Luego, una voz masculina, distorsionada.
"Se podían haber evitado muchas muertes. Nos dijeron que no activáramos el sistema. Que no saliera en prensa. Que no alertáramos en falso otra vez. Que era mala imagen.”
—¿Quién lo dice?
—No sé. Me llegó hace una hora. Voz anónima. Pero lo guardé.
4:22 h
La lluvia remitía, pero el dolor no. Las ambulancias ya no corrían. Solo se deslizaban entre el lodo. A esa hora, la cifra oficial ascendía a 127 muertos pero las redes anunciaban muchos más. A Miquel le dolían los dedos de teclear. Le ardían los ojos. Escribió una línea en su libreta:
“El sistema no ha colapsado. El sistema era esto. Inacción con traje y corbata.”
5:03 h
Clara envió una foto de una niña dormida sobre una mochila de Hello Kitty. Y avisó:
“Hay gente que no sabe aún que ha perdido a su hija.”
6:00 h
Sonaron campanas. Una iglesia, entre el barro y el miedo. Miquel cerró los ojos. Recordó a Ferran, su voz. Su lealtad.
Y entonces, de nuevo una llamada de Clara.
—Han filtrado los nombres.
—¿Qué?
—Técnicos, asesores, cargos del Consell. Ferran está en una lista de objetivos. Y tú también.
Miquel sintió un vacío en el estómago.
—¿Dónde lo has visto?
—En un pendrive. Lo he escondido. Pero no estamos a salvo. Esto no es solo corrupción. Esto es un sistema dispuesto a matar.
6:17 h
El teléfono vibró con un nuevo mensaje:
“Deja de escarbar o cavaremos también tu tumba. Será una mas entre las de hoy"
Y entonces se oyó el motor de un coche. Bajo la lluvia. Parando frente a la casa. Luces apagadas. Nadie bajaba.
Miquel se levantó lentamente. Su madre dormía. El silencio era denso, casi sólido.
La puerta crujió.
Un golpe. Fuerte. Sordo. Otro.
Se quedó quieto, mirando el pomo.
La historia estaba a punto de explotar. Pero aún no sabía si él viviría para contarla.