Torrent. 31 d’octubre, 07:22 h
El amanecer no trajo paz. Solo un gris mate extendido como una lona sobre la ciudad, aún húmeda, aún herida. Miquel se había despertado sin haber dormido, con la mandíbula apretada y los párpados pesados. Desde el salón de casa de su madre, miró la calle aún llena de barro en los márgenes, como una herida sin sutura.
Lucía estaba en la habitación contigua, dormida boca abajo, vencida por el cansancio del viaje y la tensión del reencuentro. La noche anterior hablaron poco, apenas un repaso breve por el congreso que traía a Lucía a València, y un silencio elocuente cada vez que los ojos de ambos se cruzaban.
Miquel pensó en Clara. En cómo lo miró en la subdelegación. En cómo se quedó quieta unos segundos después de que la ministra saliera de la sala, como si intuyera que algo entre ellos dos seguía inconcluso. No había reproche, solo una herida que no se cerraba.
Calle Sants Patrons, Torrent. 08:16 h
El mensaje de Clara llegó sin saludo:
"Han confirmado la autenticidad del vídeo. Es peor de lo que creíamos. Hay que verlo juntos."
Miquel cerró los ojos. Se sentó al borde del sofá. En la televisión, un presentador con corbata empapada narraba que ya eran 214 los muertos confirmados. El barranco del Forat seguía desbordado en algunos tramos. Y Benitancó era ahora una fosa de barro donde las excavadoras buscaban cuerpos.
Subdelegación del Gobierno. València. 10:00 h
La ministra Maite Pérez aguardaba tras el atril con los labios apretados. Clara la observaba desde un lateral, el móvil en una mano y el vídeo en la otra. Miquel había llegado en el último momento, aún con las botas sucias de su visita a L’Hortella.
—Gracias a todos por estar aquí —comenzó Maite—. Sé que estos días nos han roto por dentro. Pero hoy hemos cruzado una línea que no podemos ignorar.
Activó la pantalla.
Un silencio se hizo en la sala cuando el vídeo comenzó: era una grabación de seguridad, datada el 25 de octubre, en la que se veía a dos técnicos de conselleria en un despacho, señalando mapas y tachando zonas de riesgo. Uno de ellos, con voz baja, dice:
—"Si no avisamos, no tenemos que asumir nada. Y si pasa algo, ya haremos un comunicado."
El segundo responde:
—"Canós dice que no quiere alarmismo. Que esperemos a ver si se desborda de verdad."
Un murmullo estalló entre los periodistas.
—Esto es criminal —susurró Miquel.
Clara asintió con los labios apretados.
Maite levantó la voz.
—He pedido ya a la Fiscalía que inicie diligencias. Esto no es política. Es una cadena de negligencias con resultado de muerte. No vamos a mirar a otro lado.
Torrent. Casa de la mare. 13:14 h
Lucía hojeaba papeles mientras Miquel se cambiaba de ropa en la habitación.
—¿Vas a volver con ella? —preguntó de repente.
Él no respondió al instante. Se sentó a su lado.
—Esto no va de volver. Ni de irme. Va de estar donde debo.
Lucía bajó la vista.
—Entonces no te lo pondré difícil. Pero no esperes que me quede aquí como si nada.
Miquel suspiró.
—Tú nunca fuiste “como si nada”, Lucía. Pero esta historia no va solo de nosotros.
Ella asintió, con dignidad y tristeza.
Torrent. 16:03 h
En el local cedido por una cooperativa agrícola, Miquel y Clara veían el vídeo de nuevo con una mujer de unos 60 años, exfuncionaria de la conselleria. Se llamaba Carmen Vives, y había decidido hablar.
—Me jubilaron antes de tiempo —dijo—. Pero antes de irme, hice copias de todo. El protocolo de emergencia se anuló. Lo sustituyeron por uno nuevo que no estaba validado. Solo querían evitar ruido político.
—¿Y Canós?
—Él firmó. Lo vi. Pero usó a su secretario. Nadie quería dejar rastro.
Clara apretó su mano.
—Gracias, Carmen. Esto puede cambiarlo todo.
Ella asintió.
—No me importa. He perdido gente. Y lo que he visto… me lo llevaría a la tumba si no lo dijera.
València. 18:44 h
La ministra volvía a comparecer. Esta vez con un tono aún más contundente.
—Hoy hemos conocido hechos de extrema gravedad. El president Canós será citado a declarar. Y se ha puesto en marcha una comisión extraordinaria en el Congreso.
El país entero contenía la respiración. Clara miró a Miquel. Había fuego en sus ojos.
Torrent. 21:00 h
En la calle Mayor, los vecinos encendieron velas en memoria de los muertos. El nombre de Ferran fue uno de los leídos. Miquel se quedó de pie, junto al banco donde tantas veces se había sentado con él. Clara lo alcanzó sin decir palabra. Se tomaron de la mano.
El móvil de ella vibró.
"Hay más. Una grabación en audio. Es de una reunión con empresarios. La voz es de Canós. Y no deja lugar a dudas."
Miquel apretó la mandíbula.
—¿Quién la tiene?
—Un empresario arrepentido. La entregará mañana. Pero quiere protección.
Se miraron en silencio.
—Entonces —dijo Miquel—, mañana, esto revienta.
Y en sus ojos ya no había solo dolor. Había determinación. La historia les había arrastrado. Ahora, ellos iban a empujarla.