El precio del barro

Capítulo 16. " La tormenta se desata"

València – 1 de noviembre, 07:20 h

La ciudad despertó entre neblina y escombros, pero algo en el aire era diferente. Los edificios aún se derrumbaban por dentro, pero fuera, el sol se atrevió a asomar. Sin embargo, en las calles, el tiempo se había detenido. La angustia de la tragedia seguía ahí, pesando en los hombros de todos. Y mientras el sol trataba de abrirse paso entre las nubes, el teléfono de Miquel no dejaba de sonar.

—¿Has visto las noticias? —preguntó Clara por teléfono, su voz entrecortada—. La ministra está hablando en todos los canales. La grabación de Canós… ya ha saltado.

Miquel frunció el ceño, mirando la pantalla de su móvil. La primera llamada fue de Lucía. La segunda de Clara. Después, los mensajes de la prensa, las alertas y las notificaciones de redes sociales comenzaron a llegar de forma imparable. El país entero comenzaba a volverse hacia el presidente. Y Miquel, inmóvil, sabía que la tormenta ya no se podía evitar.

València – 8:30 h

El despacho de la ministra Maite Pérez estaba más lleno que nunca. La comparecencia de ayer había reavivado la presión, y las primeras filtraciones empezaban a calar profundo. Al menos la mitad de su equipo estaba nervioso, lo cual no hacía más que incrementar la tensión en la sala. En una esquina, la televisión seguía mostrando las imágenes del presidente Canós con la grabación a la vista. La trama ya estaba desvelada. El eco de la mentira ahora retumbaba con fuerza en todos los rincones.

—Es un golpe devastador para la credibilidad de la Generalitat —dijo uno de los asesores de la ministra, mientras repasaba los titulares de los periódicos—. Pero esto es solo el comienzo. Necesitamos controlarlo ya.

Maite respiró hondo, la mandíbula apretada. Había estado en el ojo del huracán durante años, pero ahora, de algún modo, todo aquello era personal.

—No estamos aquí para controlar lo que ya no se puede controlar. Estamos aquí para que esto no quede impune. Y vamos a garantizar que Canós enfrente las consecuencias, como cualquier otro.

Clara entró en la sala, con una mirada decidida. Las puertas se cerraron a sus espaldas, y no se hizo falta decir nada. Maite la miró de reojo.

—¿Tienes algo más? —preguntó.

Clara asintió, sacando un sobre del bolso. El rostro de Maite se endureció cuando vio el contenido.

—Lo que hay ahí… cambia el enfoque por completo. —Clara tomó asiento y empezó a hablar con calma—. La grabación de Canós es grave. Pero los audios que hemos recibido hoy… son mucho más comprometidos. En ellos se habla de desvíos de fondos de la Unión Europea y de una trama internacional de contratos falsos. Pero lo más importante: hay nombres. Nombres que todavía no han sido vinculados.

Maite la miró fijamente.

—¿Por qué no lo has entregado aún?

Clara se encogió de hombros.

—Porque los testigos ya no pueden callarse. Esta vez, la gente tiene hambre de justicia. Y no creo que podamos seguir ocultando lo que ya está bajo la superficie.

Torrent – 10:00 h

Miquel se encontraba caminando por la misma calle que días antes había sido arrasada por la tormenta. La gente ya había comenzado a reconstruir lo que la lluvia y las malas decisiones les arrebataron. Pero en su mente, nada parecía haberse detenido. Había algo inquietante en su interior. Algo más que las víctimas del desastre.

Lucía le había pedido verse de nuevo. Y aunque él no podía negarse, algo en su corazón temía enfrentarse a lo que ya no estaba claro entre ellos. En algún lugar, entre el deber y el deseo, el eco de lo que sentía por Clara se chocaba con su lealtad al pasado.

Al llegar a su casa, vio a Clara, esperando frente a la puerta. Ella no le preguntó nada, no dijo nada, pero Miquel sintió el peso de su mirada. Había un espacio entre ellos, una distancia invisible que no sabían cómo atravesar.

—¿Vamos? —preguntó Clara, señalando el coche con una ligera sonrisa. Ella sabía que la conversación que estaba por venir cambiaría todo.

Miquel asintió, con la mente llena de fragmentos y piezas que aún no encajaban.

Estación del Norte – 13:00 h

El sol brillaba con fuerza, pero la sombra de la tormenta no se disipaba. En la estación, la gente se movía de un lado a otro, pero había algo en el aire que la hacía sentirse más pesada de lo habitual. Unos minutos más tarde, Miquel y Clara llegaron a la vieja estación de l'Horta.

Un hombre se les acercó. Era un exfuncionario del gobierno, conocido por su paso por la Conselleria de Obras Públicas. Sin embargo, su mirada desconfiada y su postura tensa dejaban claro que algo no iba bien.

—Aquí está —dijo el hombre, entregándoles un maletín de cuero desgastado—. Todo lo que encontré después de mi salida. Y es peor de lo que imagináis. Puedo daros los documentos que vinculan a la Generalitat con los fondos europeos, pero no tengo mucho más tiempo. No quiero que esto me cueste la vida.

Clara lo miró con incredulidad. Mientras Miquel abría el maletín, su corazón latía con fuerza. Había documentos, audios, fotos, todo lo que necesitaban para derribar la estructura corrupta que había asfixiado la región durante años. Pero también había algo más: las huellas de sangre, las que el poder había dejado atrás para silenciar todo.

—Este es el final —dijo el exfuncionario—. O se detiene aquí, o Canós caerá más profundo de lo que jamás imaginó.

València – 16:20 h

La ministra Pérez había convocado una reunión con sus aliados más cercanos. La situación se estaba desbordando más rápido de lo que se había previsto. A cada hora que pasaba, la presión aumentaba. Sabía que la única salida era actuar con rapidez, sin dudar. Si el escándalo salía a la luz en su totalidad, no solo el gobierno caería, sino que podría arrastrar a la misma estructura política del país.

En una sala cerrada, la ministra repasaba los informes y las filtraciones, pero algo estaba en su mente. Algo había cambiado en su corazón.




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