La noche del engaño
La gala de los Kapoor era el evento más exclusivo de la temporada. Diplomáticos, empresarios y las familias más influyentes de Delhi se reunían en una exhibición de poder y estatus. Era el lugar donde las alianzas se fortalecían y las amenazas se susurraban entre copas de champán.
Priya caminó por la alfombra roja con la cabeza en alto, vestida con un lehenga negro de seda con bordados dorados. La falda larga rozaba el suelo con elegancia, y la blusa ajustada dejaba al descubierto parte de su espalda. Sabía que todos los ojos estaban sobre ella.
Especialmente los de Arjun.
Su prometido la esperaba al pie de la gran escalera de mármol, con su sonrisa calculada y su postura impecable. Vestía un sherwani azul medianoche, con detalles bordados a mano que reflejaban su posición de poder. Pero Priya no veía amor en su mirada. Solo posesión.
—Llegas tarde —susurró Arjun cuando ella estuvo a su lado, tomándole la mano con firmeza.
—No recordaba que fuese una obligación ser puntual para verte —respondió con una sonrisa falsa.
Arjun entrecerró los ojos.
—Todo en este matrimonio será una obligación, Priya. Más vale que lo recuerdes.
Las palabras fueron un recordatorio de la prisión en la que estaba atrapada.
Pero lo que la hizo contener el aliento no fue la amenaza de Arjun. Fue la presencia que sintió a unos metros de distancia.
Aditi.
Estaba allí, vestida con un saree rojo intenso, una declaración de guerra en medio de la élite conservadora de Delhi. Su cabello caía en ondas oscuras sobre sus hombros, y su mirada se encontró con la de Priya con una intensidad que le robó el aire.
Priya sintió su pulso acelerarse. Sus labios aún recordaban el sabor de los besos de Aditi, el calor de su piel contra la suya. Y ahora, en medio de aquella multitud de poderosos, su deseo prohibido la miraba como si pudiera devorarla entera.
Juego de poder
—Vamos a bailar —ordenó Arjun, tomando su mano sin esperar respuesta.
La arrastró hasta el centro del salón, donde las parejas comenzaron a moverse al ritmo de la música clásica india. Priya siguió sus pasos por inercia, pero su mente estaba en otra parte.
Aditi no dejaba de mirarla.
Cada vez que giraba en los brazos de Arjun, su mirada se encontraba con la de ella. No había dulzura en los ojos de Aditi, solo desafío. Como si le estuviera diciendo: "¿Y ahora qué, Priya? ¿Seguirás con este juego?"
La presión de la mano de Arjun en su cintura aumentó.
—Deja de mirarla —gruñó en su oído.
Priya sintió un escalofrío de advertencia.
—¿De qué hablas?
Arjun sonrió con frialdad.
—No soy estúpido. Y Aditi Raghavan no está aquí por casualidad.
Priya mantuvo su expresión neutra, pero su corazón latía con fuerza.
—Eres un Kapoor. Tienes enemigos. ¿No será que temes lo que ella pueda descubrir?
Arjun la giró con un movimiento brusco, inclinándose hacia su oído.
—No. Lo que temo es lo que tú puedas hacer.
El baile terminó, pero la batalla apenas comenzaba.
Tentación prohibida
Priya necesitaba aire. Necesitaba salir de allí antes de que Arjun la hiciera explotar. Se escabulló entre la multitud y se dirigió a la terraza, donde el aire nocturno la recibió con un soplo fresco.
No estaba sola.
Aditi estaba apoyada contra la baranda, con una copa de vino en la mano y una sonrisa ladeada en los labios.
—¿Huyendo de tu prometido? —preguntó con diversión.
Priya la miró con advertencia.
—No deberías estar aquí.
Aditi dio un sorbo a su vino antes de acercarse.
—Y sin embargo, aquí estoy. Y tú... también.
La distancia entre ellas se redujo a solo centímetros. Priya podía oler el sándalo y el jazmín en la piel de Aditi, el perfume que había quedado impregnado en su propia piel la noche anterior.
—Arjun sospecha de ti —murmuró Priya, con la voz más tensa de lo que quería.
Aditi sonrió.
—Que sospeche. No puede probar nada.
Priya sintió que su cuerpo temblaba de rabia y deseo al mismo tiempo.
—Esto es peligroso.
Aditi alzó una ceja.
—¿Y desde cuándo te asusta el peligro?
Priya entreabrió los labios para responder, pero la periodista la tomó de la muñeca y la empujó suavemente contra la pared de piedra de la terraza.
El frío del mármol chocó con el calor de su piel.
Aditi deslizó los dedos por su brazo, creando una línea de fuego con cada roce.
—Dime que no lo quieres —susurró, su voz ronca y desafiante.
Priya cerró los ojos. No podía decirlo. No podía mentir.
Aditi bajó la cabeza hasta que sus labios rozaron la mandíbula de Priya.
—Dímelo —insistió.
Priya soltó un suspiro tembloroso.
—No puedo.
La sonrisa de Aditi fue victoriosa antes de tomar sus labios con un beso hambriento, intenso, lleno de todo lo que no podían permitirse sentir.
Priya se aferró a su blusa, hundiéndose en el beso con desesperación, con la necesidad de olvidar su destino, su familia, el peso de su apellido. En ese momento, solo existía Aditi.
Solo existía la sensación de sus cuerpos fundiéndose en la oscuridad.
Pero la realidad no se detiene por el deseo.
Y cuando Priya abrió los ojos, vio una sombra moverse en la entrada de la terraza.
Alguien las había visto.
El peligro ya no era solo una posibilidad.
Ahora era real.
FIN DEL CAPÍTULO 7
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Editado: 13.03.2025