El Precio Del Poder

El precio del placer

La mirada en la sombra

El aire se volvió denso en la terraza. Priya aún sentía los labios de Aditi sobre los suyos, la calidez de su piel y la adrenalina recorriendo su cuerpo como una droga. Pero ahora, su corazón latía por una razón diferente.

Alguien las había visto.

El sonido de unos pasos alejándose apresuradamente en la oscuridad hizo que un escalofrío recorriera la columna de Priya. Se separó de Aditi de golpe, su respiración aún entrecortada.

—Alguien estaba aquí... —murmuró, con pánico en los ojos.

Aditi frunció el ceño y miró a su alrededor, pero la terraza estaba vacía.

—¿Quién? —preguntó en un susurro.

Priya negó con la cabeza. No lo sabía. Pero alguien las había estado observando, y si esa persona decidía hablar, todo se vendría abajo.

—Tengo que volver al salón —dijo, recomponiéndose y alisando su ropa con manos temblorosas.

Aditi la sujetó de la muñeca antes de que pudiera marcharse.

—Priya, si alguien nos vio...

—Lo sé —interrumpió, con un nudo en la garganta—. Y por eso no podemos hacer esto aquí. No ahora.

Aditi apretó los labios. Sus ojos ardían con una mezcla de deseo y frustración.

—No quiero perderte en este maldito juego de poder.

Priya tragó saliva, sintiendo cómo esas palabras perforaban su armadura.

—Tú eres el único respiro que tengo en este infierno —susurró, antes de apartarse y volver al interior de la mansión.

Pero el respiro no duraría mucho.

La amenaza velada

La atmósfera en la sala de baile había cambiado. Priya sintió el peso de las miradas sobre ella mientras avanzaba entre la multitud. ¿Era su paranoia o alguien realmente había presenciado su beso con Aditi?

Entonces, su mirada se encontró con la de Arjun.

Estaba apoyado contra el bar, sosteniendo un vaso de whisky con la expresión de un hombre que lo sabía todo.

Priya sintió que su estómago se hundía.

Con una elegancia ensayada, caminó hasta él y tomó una copa de champagne de la bandeja de un mesero.

—¿Disfrutando de la velada? —preguntó con una sonrisa forzada.

Arjun giró el vaso en su mano, observando el líquido ámbar con fingida indiferencia.

—Mucho. Vi cosas muy... interesantes esta noche.

Priya se tensó.

—¿Ah, sí?

Arjun levantó la mirada y sonrió de lado.

—No te preocupes, querida. Aún no he decidido qué hacer con la información que tengo.

La sangre de Priya se heló.

—No sé de qué hablas —intentó mantenerse firme.

Arjun se inclinó ligeramente hacia ella, con el rastro de una sonrisa cruel en sus labios.

—Claro que lo sabes. Y si yo lo sé... ¿cuánto tardarán los demás en enterarse?

Priya sintió un temblor recorrer su cuerpo, pero no podía dejar que Arjun viera su miedo.

—No tienes pruebas.

Arjun rió entre dientes.

—Oh, Priya. No necesito pruebas. Solo necesito susurrar la idea en los oídos adecuados. En nuestra sociedad, la percepción lo es todo.

El estómago de Priya se contrajo. No podía dejar que Arjun destruyera su vida con rumores.

—¿Qué quieres? —preguntó en un murmullo.

Arjun le dio un sorbo a su whisky y la miró con diversión.

—Simple. Quiero que recuerdes a quién perteneces.

La frase hizo que su piel se erizara.

—No soy una posesión.

Arjun inclinó la cabeza, como si encontrara divertida su resistencia.

—No te equivoques, Priya. Tu familia ya hizo su elección por ti. Y si sigues desafiándome, haré que lo lamentes.

Priya sintió una oleada de rabia mezclada con impotencia. Arjun no era solo un prometido impuesto. Era un enemigo dentro de su propia casa.

Pero si él pensaba que iba a doblegarla, estaba equivocado.

Apretó la mandíbula y sostuvo su mirada sin titubear.

—Haz lo que quieras, Arjun. Pero no olvides que yo también sé cosas sobre ti.

Por un instante, vio algo cambiar en sus ojos. Fue un destello de alerta, de cálculo. Arjun no era invulnerable, y Priya lo sabía.

La guerra entre ellos acababa de empezar.

El precio de la pasión

Esa noche, cuando Priya regresó a su casa, su mente era un torbellino de pensamientos. Se deshizo del lehenga y se dejó caer en su cama, con la mirada fija en el techo.

Todo se estaba complicando demasiado rápido.

Su relación con Aditi era peligrosa. Su compromiso con Arjun, una trampa. Y ahora alguien más estaba al tanto de su secreto.

Un mensaje iluminó la pantalla de su teléfono.

Aditi: "Ven a mi departamento. Ahora."

Priya cerró los ojos. Sabía que no debía hacerlo. Sabía que solo se sumergiría más en este peligroso juego.

Pero el deseo era más fuerte que la razón.

Minutos después, estaba en la puerta del departamento de Aditi.

La periodista la recibió con una mirada intensa, como si supiera lo que pasaba por su mente.

—No puedes seguir jugando a dos bandas, Priya —dijo en voz baja.

Priya la miró, sintiendo el peso de su propia culpa.

—No sé cómo detenerlo.

Aditi se acercó, tomando su rostro entre sus manos.

—Entonces deja de pelearlo.

El beso fue inmediato, feroz, como si ambas estuvieran reclamándose la una a la otra. Priya se aferró a Aditi con desesperación, sintiendo cómo la ropa desaparecía entre sus manos temblorosas.

Sus cuerpos se encontraron en la penumbra del cuarto, piel contra piel, explorándose sin prisas, sin palabras. Solo el sonido de sus respiraciones entrecortadas llenaba la habitación.

Priya se perdió en las caricias de Aditi, en el sabor de su piel, en la manera en que sus dedos deslizaban lentamente sobre su cuerpo, arrancándole gemidos que nunca había permitido que nadie más escuchara.

Esa noche, en los brazos de Aditi, encontró algo que nunca había sentido con nadie más.

Libertad.

Pero la libertad tenía un precio.

Y Priya estaba a punto de descubrir cuál era.




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