El Precio Del Poder

Jugando con fuego

El aire nocturno de Mumbai estaba cargado de humedad y promesas de tormenta cuando Priya salió de la mansión Kapoor. No se llevó nada más que su teléfono y la memoria USB escondida en el doblez de su dupatta. No podía darse el lujo de llevar equipaje. Cualquier indicio de que planeaba huir alertaría a su padre.

Sabía que estaba siendo observada. Desde el momento en que salió del despacho de Vikram, sintió la presencia de los guardias siguiendo cada uno de sus movimientos. Pero si quería escapar, no podía hacerlo de forma apresurada. Tenía que ser calculada, inteligente. Tenía que adelantarse a ellos.

Se dirigió al jardín trasero con la apariencia de estar tomando aire. Las luces de la mansión creaban sombras alargadas en el césped recortado con precisión milimétrica. La fuente de piedra, con su incesante murmullo de agua, era el único sonido que la acompañaba. Fingió enviar un mensaje desde su teléfono mientras en realidad abría una aplicación cifrada que Aditi le había instalado días atrás.

“Estoy lista. ¿Dónde nos vemos?”

La respuesta llegó casi de inmediato.

“Parque Shivaji. Dos horas. No vengas sola.”

Priya apretó el teléfono con fuerza. No tenía a nadie en quien confiar dentro de la casa. Si intentaba salir por la entrada principal, los guardias la detendrían sin dudarlo. Necesitaba ayuda externa. Pero, ¿de quién?

Fue entonces cuando una idea peligrosa se formó en su mente.

Arjun estaba en la biblioteca de la mansión, sentado en un sillón de cuero, con un vaso de whisky en la mano. Parecía relajado, pero Priya sabía que su mente siempre estaba trabajando, evaluando, calculando. Cuando ella entró, levantó la mirada con una ceja arqueada.

—¿Vienes a rendirte? —preguntó con sorna.

Priya cerró la puerta detrás de ella y cruzó los brazos.

—Necesito tu ayuda.

Arjun dejó su vaso en la mesa de centro y la observó con curiosidad.

—Eso sí que es interesante. Después de toda tu gran charla sobre la verdad y la justicia, ahora vienes a pedirme ayuda. ¿Qué cambió?

Priya lo miró fijamente. Sabía que Arjun no era un hombre fácil de manipular, pero también sabía que, por encima de todo, él protegía su propia piel. Y en ese momento, lo que ella tenía podía poner en peligro no solo a los Kapoor, sino también a él.

—No vine a discutir —dijo ella—. Sé que mi padre no confía en mí, pero tú tampoco confías completamente en él. Si la situación se sale de control, ¿realmente quieres ser arrastrado con él?

Arjun se inclinó ligeramente hacia adelante, entrecerrando los ojos.

—¿Qué estás insinuando?

—Que si me ayudas a salir de aquí, te daré algo que puedes usar a tu favor cuando todo esto explote.

El silencio se alargó entre ellos. Arjun giró el vaso en su mano, pensativo. Finalmente, dejó escapar un suspiro.

—Sabes que esto es un suicidio, ¿verdad? —dijo con una media sonrisa—. Si te atrapan, ni siquiera tendré que ensuciarme las manos. Tu padre lo hará por mí.

Priya no parpadeó.

—Lo sé. Pero si me ayudas, cuando esto termine, serás el único Kapoor que saldrá ileso.

Arjun la miró por un largo momento antes de levantarse. Caminó hacia la puerta, la abrió y miró por el pasillo. Luego, volvió a cerrar y sacó su teléfono.

—Tienes diez minutos. Sígueme y no hagas ruido.

La salida trasera de la mansión no estaba completamente desprotegida, pero con el código de acceso que Arjun ingresó en el panel, pudieron deslizarse a través de una puerta lateral sin activar las alarmas principales. El coche de Arjun estaba estacionado en la parte trasera de la propiedad, oculto por la sombra de los árboles.

—Sube —ordenó él.

Priya obedeció sin dudar. Cuando el motor rugió suavemente y el coche se deslizó hacia la carretera, sintió un peso levantarse de su pecho. Pero el peligro estaba lejos de haber terminado.

—Te dejaré a unas calles del parque —dijo Arjun sin mirarla—. No quiero que me asocien contigo más de lo necesario.

—Eso es lo más considerado que has sido conmigo en toda tu vida —murmuró Priya.

Arjun soltó una risa baja.

—No lo tomes como un gesto de amabilidad. Solo quiero asegurarme de que, si esto sale mal, no haya evidencia de que estuve involucrado.

Priya miró por la ventana, observando las luces de la ciudad pasar a toda velocidad. El aire era espeso, cargado de peligro y de la adrenalina de lo desconocido. Por primera vez en su vida, estaba fuera del control de su familia. Y eso la aterraba tanto como la liberaba.

El coche se detuvo en un callejón discreto a pocas cuadras del parque. Arjun miró a Priya por el espejo retrovisor.

—Última oportunidad para echarte atrás.

Priya abrió la puerta sin responder.

—Cuídate, Arjun. Quizás nos veamos en el infierno.

Cerró la puerta y comenzó a caminar sin voltear atrás. Sabía que, desde ese momento, estaba completamente sola.

El parque Shivaji se extendía frente a ella como una masa oscura interrumpida por las luces dispersas de los faroles. Escaneó la zona con la mirada hasta que vio una figura solitaria bajo un árbol.

Aditi.

Priya aceleró el paso, su corazón latiendo con fuerza. Cuando llegó junto a la periodista, Aditi la observó con una mezcla de alivio y preocupación.

—¿Lo lograste? —preguntó en voz baja.

Priya sacó la memoria USB y se la entregó.

—Ahora depende de ti.

Aditi la tomó con manos temblorosas y la guardó en el bolsillo de su chaqueta.

—Tenemos que irnos —dijo—. No tardarán en darse cuenta de que desapareciste.

Priya asintió, sintiendo el peso de su decisión asentarse en su pecho. Había cruzado una línea de la que no había vuelta atrás.

El fuego ya estaba encendido. Y ahora solo quedaba esperar a ver quién se quemaría




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