El Precio Del Poder

El ultimo aviso

El silencio de la casa de Raghu era inquietante. Priya sostenía el teléfono en su mano, leyendo y releyendo el mensaje de su padre. Solo dos palabras:

“Ven ahora.”

Sabía lo que significaba. No era una invitación. No era una súplica. Era una orden. La última.

Aditi la observaba desde el otro extremo de la habitación, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—No vas a ir, ¿verdad?

Priya inspiró hondo. No tenía miedo, pero sí una certeza amarga: si no enfrentaba esto ahora, su padre encontraría una forma mucho peor de hacerla regresar.

—Sí —dijo finalmente—. Tengo que escuchar lo que quiere decirme.

Aditi negó con la cabeza.

—Priya… no eres la primera hija de una familia poderosa que trata de hacer lo correcto. Pero si crees que tu padre va a darte una elección real, estás siendo ingenua.

—Lo sé —respondió Priya—. Pero necesito verlo con mis propios ojos.

El automóvil negro la recogió en una esquina poco transitada de la ciudad. No era un vehículo familiar, sino uno de los autos discretos que su padre usaba para reuniones que no debían ser registradas. Vikram Kapoor no era un hombre que dejara rastros cuando quería esconder algo.

Cuando entró en la mansión Kapoor, sintió el peso de los recuerdos. Había crecido en esos pasillos, en esas habitaciones de mármol y seda. Ahora, todo le parecía ajeno.

Su padre la esperaba en el estudio, sentado en su enorme escritorio de caoba. No había ira en su expresión. Solo una calma peligrosa.

—Siéntate —ordenó.

Priya se mantuvo de pie.

—¿Para qué me llamaste?

Vikram exhaló, entrelazando los dedos.

—Para darte una última oportunidad. Para recordarte quién eres y a qué familia perteneces. —Hizo una pausa, estudiándola con la mirada—. Si te detienes ahora, si dejas de lado esta locura con Aditi y vuelves a casa, todo será olvidado. No habrá consecuencias. No habrá castigos. Solo seguirás el camino que siempre estuvo trazado para ti.

Priya dejó escapar una risa seca.

—¿Y si digo que no?

La expresión de Vikram se endureció.

—Entonces dejarás de ser mi hija.

Las palabras cayeron como un golpe seco en el pecho de Priya. Sabía que este momento llegaría, pero una parte de ella había albergado la esperanza irracional de que su padre, de alguna manera, aún pudiera entenderla.

—¿Eso es todo? —preguntó con frialdad—. ¿O hay más amenazas que quieras hacerme?

Vikram se levantó lentamente y rodeó el escritorio, deteniéndose a escasos centímetros de ella.

—No necesito amenazarte, Priya. Si tomas este camino, serás tú quien elija tu propio castigo. Yo solo me aseguraré de que las puertas que has cruzado se cierren para siempre.

Su voz era baja, controlada, pero Priya sintió la verdad en cada palabra. Su padre no necesitaba alzar la voz para destruir a alguien. Bastaba con una decisión.

Ella sostuvo su mirada sin vacilar.

—Entonces ya has tomado tu decisión —dijo con calma—. Y yo he tomado la mía.

Vikram asintió lentamente, como si confirmara un hecho inevitable.

—Muy bien. No vuelvas aquí.

Priya giró sobre sus talones y salió del estudio sin mirar atrás. Caminó por los pasillos de la casa por última vez, reconociendo cada detalle: las pinturas costosas, los muebles de diseño, las alfombras persas donde había jugado cuando era niña. Pero ahora todo eso era solo un museo de lo que alguna vez fue.

Cuando cruzó la puerta principal, el aire de la noche la envolvió como un nuevo comienzo. Su teléfono vibró. Era Aditi.

“¿Todo bien?”

Priya escribió solo dos palabras antes de alejarse de la mansión para siempre.

“Se acabó.”




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.