El eco de sus propios pasos resonaba en la acera mientras Priya se alejaba de la mansión Kapoor. Por primera vez en su vida, no tenía un hogar al que regresar. No era una hija. No era una heredera. Era solo Priya. Y eso debía ser suficiente.
Pero la libertad tenía un costo. Y su padre no tardaría en hacerlo evidente.
Cuando llegó al apartamento de Aditi, la periodista la estaba esperando con una taza de café en la mano y una expresión de tensa expectativa.
—¿Y bien? —preguntó sin rodeos.
Priya dejó caer su bolso sobre el sofá y exhaló lentamente.
—Me ha desheredado oficialmente.
Aditi asintió, como si ya lo hubiera esperado. Se acercó y le tendió la taza.
—Bienvenida al exilio, entonces.
Priya la tomó, agradecida. Pero sabía que su situación era diferente. Ella no solo había perdido a su familia, sino que había desafiado un sistema que no perdonaba la traición.
—No puedo quedarme aquí —dijo tras un sorbo—. Mi padre moverá cielo y tierra para cerrarnos todas las puertas. Necesitamos adelantarnos.
Aditi se apoyó en la mesa con los brazos cruzados.
—Tengo un plan. Pero necesito saber si estás dispuesta a hacer esto de verdad. Sin marcha atrás.
Priya sostuvo su mirada.
—Estoy dentro.
Al día siguiente, la noticia estalló en los círculos de poder: Priya Kapoor y la periodista Aditi Sharma anuncian una alianza para exponer la corrupción en la élite india.
El comunicado, redactado con precisión quirúrgica, dejaba claro que Priya no solo había roto con su familia, sino que estaba dispuesta a hundirla si era necesario. Con su conocimiento interno del mundo de los Kapoor y el alcance mediático de Aditi, tenían en sus manos una bomba de tiempo.
Los titulares se multiplicaron. En los foros financieros, los inversores debatían sobre lo que esto significaba para el imperio Kapoor. En las redes sociales, el público se dividía entre quienes veían a Priya como una heroína y quienes la acusaban de ser una traidora privilegiada.
No importaba. Lo único que importaba era que la conversación había comenzado.
Pero la respuesta no tardó en llegar.
Un mensaje anónimo llegó a la bandeja de entrada de Aditi.
“No tienen idea de lo que están haciendo. Deténganse antes de que sea demasiado tarde.”
Aditi lo leyó en voz alta. Priya sintió un escalofrío, pero se obligó a mantener la compostura.
—Sabíamos que esto iba a pasar —dijo.
Aditi la miró con seriedad.
—Sí. Pero la verdadera pregunta es: ¿hasta dónde estamos dispuestas a llegar?”