El sol apenas comenzaba a salir cuando Priya recibió la primera llamada de advertencia. No reconoció el número, pero la voz al otro lado era inconfundible.
—Deja esto ahora, Priya. O las consecuencias serán irreversibles.
Era su tío, Raj Kapoor. Un hombre que rara vez intervenía en los asuntos familiares, pero cuya frialdad era casi tan letal como la de su padre.
Priya mantuvo la voz firme.
—Si están tan desesperados como para amenazarme, significa que estamos ganando.
—No seas ingenua —respondió Raj con un tono peligroso—. No es una amenaza. Es un hecho. Aún tienes tiempo de retractarte. Nadie recordará esta locura si te detienes ahora. Pero si sigues adelante… te destruiremos.
Priya colgó sin responder.
El contraataque no se hizo esperar.
Primero, sus cuentas bancarias fueron congeladas sin previo aviso. Luego, el apartamento donde se hospedaba con Aditi recibió una visita inesperada: una notificación oficial informando que la propiedad estaba bajo investigación por “irregularidades fiscales.”
Pero lo más preocupante fue el ataque directo contra Aditi. Al mediodía, una orden judicial llegó a su oficina: todas sus fuentes y documentos relacionados con el caso Kapoor debían ser entregados a las autoridades por “posibles violaciones a la seguridad nacional.”
Aditi apretó los dientes al leer el documento.
—Están usando a la justicia como su arma personal.
Priya sintió una mezcla de furia e impotencia.
—No van a parar. No hasta que nos quedemos sin recursos, sin credibilidad y sin aliados.
Aditi la miró fijamente.
—Entonces es hora de que nosotras golpeemos primero.
Priya y Aditi trabajaron sin descanso las siguientes horas. Contactaron a periodistas internacionales, activistas y líderes de opinión que no dependieran del sistema corrupto que protegía a los Kapoor. La estrategia era simple: hacer que la historia creciera tanto que fuera imposible de silenciar.
Al caer la noche, Priya hizo una segunda declaración pública. Esta vez, no solo habló de corrupción. Habló de su familia como lo que realmente era: una organización que operaba en las sombras, manipulando el destino de miles de personas con tal de conservar su poder.
—El sistema no se sostendría sin el miedo —dijo en su transmisión en vivo—. Pero si dejamos de temer, ellos pierden. Y yo ya no les tengo miedo.
Las palabras resonaron más allá de lo esperado. Celebridades, figuras públicas e incluso antiguos aliados de los Kapoor comenzaron a pronunciarse. El escándalo había salido de control.
Pero Priya sabía que esto era solo el principio. Su padre aún tenía cartas que jugar. Y cuando el enemigo se siente acorralado, es cuando se vuelve más peligroso.