El Precio Del Poder

Guerra abierta

La noticia explotó como una bomba en los círculos de poder. En cuestión de horas, los medios de comunicación globales estaban reproduciendo titulares incendiarios: El Imperio Kapoor Bajo Sospecha, Corrupción y Crimen: Los Secretos Más Oscuros de la Familia Más Poderosa de la India, Vikram Kapoor Acorralado por Evidencia Incriminatoria.

Priya observaba el caos desde la pantalla de su laptop. Su padre aún no había hecho ninguna declaración, pero los portavoces de la familia se apresuraban a desmentir las acusaciones, llamándolas “calumnias malintencionadas” y una “traición sin fundamento”.

Sin embargo, el golpe había sido demasiado fuerte para ignorarlo. Políticos, empresarios y figuras de alto perfil comenzaron a distanciarse de los Kapoor, temiendo que su propia reputación se viera arrastrada por la tormenta.

Aditi, sentada a su lado, revisaba frenéticamente las reacciones en redes sociales.

—Es un terremoto, Priya. La gente está exigiendo respuestas. Algunos piden la detención de tu padre.

Priya asintió, pero sabía que la verdadera respuesta de su familia aún estaba por llegar.

Y no tardó mucho.

La llamada llegó al mediodía. Su madre.

—Ven a casa —ordenó en voz baja. No era una súplica, pero tampoco una amenaza. Había cansancio en su tono—. Tu padre quiere hablar contigo.

Priya miró a Aditi. Sabía que ir a la casa familiar era un riesgo, pero también sabía que debía enfrentarlos tarde o temprano.

—Voy para allá —respondió.

La mansión Kapoor estaba en completo silencio cuando Priya entró. El aire estaba cargado, como si la casa misma contuviera la respiración.

Vikram Kapoor la esperaba en su estudio, de pie, con las manos cruzadas detrás de la espalda. No había rabia en su rostro. No aún. Solo una frialdad calculadora.

—Has cometido un error —dijo sin preámbulos—. Un error del que no podrás recuperarte.

Priya mantuvo la mirada firme.

—El único error fue no haber hablado antes.

Vikram dejó escapar un suspiro pesado, como si estuviera hablando con una niña caprichosa.

—Te crié para ser fuerte, para entender cómo funciona el mundo real. Y has decidido jugar a la heroína sin comprender las consecuencias. Pero todavía puedes arreglarlo.

Priya apretó los puños.

—¿Arreglarlo? ¿Cómo? ¿Retractándome? ¿Mintiendo para protegerte?

Su padre dio un paso hacia ella, su presencia imponente como siempre.

—No soy solo yo quien caerá si sigues con esto. ¿Has pensado en tu madre? En tu hermano. En lo que les pasará cuando esta familia se derrumbe. No te engañes, Priya. No eres una salvadora. Eres una traidora.

Priya sintió un nudo en la garganta, pero lo tragó. No podía permitirse dudar.

—Si ser una traidora significa no seguir encubriendo monstruos, entonces sí. Lo soy.

Por primera vez, la máscara de calma de su padre se rompió. Sus ojos se endurecieron.

—Entonces ya no eres mi hija.

Las palabras cayeron como un golpe seco. Priya sintió la herida, pero no dejó que su rostro lo mostrara.

—No lo soy —respondió con voz firme—. Nunca lo fui en el sentido que tú querías.

Su padre hizo un gesto con la mano. Dos guardias de seguridad aparecieron en la puerta.

—Sáquenla de mi casa. No quiero volver a verla.

La expulsaron sin ceremonias. La puerta se cerró tras ella con un estruendo definitivo. Priya se quedó de pie en la entrada de la mansión que una vez llamó hogar, sintiendo cómo el frío de la noche se filtraba en sus huesos.

No tenía casa. No tenía familia.

Pero tenía algo más poderoso: la verdad.

Y aún no había terminado la lucha.




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